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por mi porvenir, por mi carrera literaria y por mi carrera diplomática, por México; y como á alguin le ocurriera brindar también por mi hijo-el rey de mi alma de quien acabo de separarme-sólo les contesté con la mirada, y, á semejanza del enamorado de Rubén Darío, bebí el vino y bebí una lágrima, que me supo más dulce que el vino.

23 DE DICIEMBRE

Invitado por el Presidente Regalado en unión de varios amigos, estuve en la tarde de hoy en Santa Tecla, donde asis–

en calidad de actor á unas fiestas que se celebraban aquí todos los años y que se llaman "entradas".

Cada barrio de la ciudad y de los pueblos vecinos, celebran la suya; has– ta San Salvador, la capital, contribuye.

Consisten las tales en una pintores– ca procesión que mucho evoca la domi– nación española. Encabézala la banda militar que aquí se denomina "Banda de los Altos Poderes"; siguen á ésta mu– chachos del pueblo quemando cohetes; después, los miembros de la Municipali– dad; detrás de ellos, el Presidente de la República, algunos de sus Ministros, in– vitados de categoría y el Gobernador de la provincia; luego, en deliciosa promis– cuidad, las damas principales, las jóve~

nes más bellas, las mujeres del pueblo con trapos de cristianar.

De estas úl±imas descuellan por su lujo y garb9 las muchachas trabajado– ras que en El Salvado:r portan el eufóni– co nombre de "mengalas".

Inmediatamente después, van los "Gigantes y Cabezudos" y una partida de "Moros y Cristianos" que á cada esquina, en que detiénense á hailar baile epilep– tiforme, tíranse fingidos mandobles con fingidos espadones, que se estrellan en fingidos escudos y corazas.

Mientras dura la pelea, los gigantes y cabezudos de cartón pintarrajeado y de vestimenta de pesadilla, ora oscilan á modo de ebrios ó de sombras, ora asó– manse á los tejados de las casas bajas, como para aspirar el perfume de las co~

pas de los árboles, que los monigotes so– brepasan con su artificial estatura. A lo último va el pueblo: hombres, mujeres y chiquillos, encantados todos con la diver– sión; y por remate, en un carro alegóri– co del que tiran bueyes,-lo que le da aspecto de carro sagrado,-encaramada en tosco y primitivo trono, mírase, ha– ciendo el grave papel de divinidad, á al– guna chiquilla agraciada y rubia, vesti– da de blanco.

La luenga procesión, contemplada según yo la contemplo, desde unos por– tales que bostezan sobre la, plaza princi– pal del pueblo, despiería ideas de exis-

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tencia patriarcal y anterior á éstas de lu– chas homicidas que han ensangrentado y ensangrentando siguen á toda nuestra neurasténica Hispanoamérica; se siente uno criatura y casi lo asusta la talla des– mesurada de los gigantes y cabezudos que continúan su marcha á trompicones; dan ganas de eternizar la diversión y esos momentos tan candorosos, inocen– tes y puros.

y por lo que hace á la democrática mescolanza de gobernantes, damas y pueblo, experimenta uno deseos de aplaudir, sobre todo, si como yo, se viene de país en el que se presidente, por te– mores más ó menos justificados, la rarí– sima ocasión que en público se presenta, realízalo tras de triple y circular mura– lla de militares y policías.

La confianza que el General Regala– do demuestra tener entre sus goberna– dos, trae fatalmente á mi memoria la no menos absoluta del General Díaz, quien, sin sombra de recelos y lo mismo á pie que en carruaje, á diario mézclase y con– funde con el pueblo mexicano, de cuyo seno ha subido hasta la presidencia de la República, y que bien merece, por esta

y otras causas, que en lugar de íemérse– le, lo estimen y reverencien.

27 DE DICIEMBRE

Tres días de vivir sonambúlico casi, saliendo de una manifestación espontá– nea y cariñosísima de las autoridades ó de los particulares, para entrar en otra no menos cariñosísima ni menQs espon– tánea de los particulares ó de las auto– ridades. De todas las calles, de todas las casas, de todos los corazones salvadore– ños, un inmenso, múlfiple y noble him– no de gratitud hacia México; condición que trueca mi permanencia en esta ciu– dad, en una especie de ensueño; que en– gendraría en mí, si no fuera mexicano por los cuatro costados, un culto á ese México tan amado en país distante; el sufrido y heróico centinela de nuestra raza en el Continente, según puede de– mostrarlo con las elocuentes cicatrices de de.l:errninadas fechas que responden á determinados períodos luctuosos de su vida, en los que su independencia háse hallado á punto de zozobrar; y que aho– ra, en su actual período de progreso y

acrecentamiento de fuerza, se 'acuerda de sus hermanos más pequeños, contempla simpáticamente á los más remotos y anhela que agrupados todos en un solo cuerpo, reciban de buen grado en su fren– te de naciones libres el desinteresado ósculo de paz, que por ejemplo en el via– je mío, envía desde luego á esías cinco feraces repúblicas centroamericanas.

Pero ninguna de las rnal1.ifesfaciones con que hasta hoy he venido siendo hon-

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