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RUNNELS

IV

Ya casado con doña Manuela López, de ilustre familia colombiana, llega a nuestras playas y reside en San Juan del Sur, en La Virgen y en Rivas,

donde funda su hogar definitivamente. Fruto de su matrimonio es su hija única, Bedy, quien a su vez se casa con Don Eduardo Santos, rivense; y en esta ciudad nacen sus nietos Ran, Matilde y Elia María, mi madrina de pila, su última descendiente dir~cta que ha quedado.

V

Por dos veces ejerció las funciones de Cónsul,

mas pronto se aleja de esos ajetreos y abandona para siempre sus inquietudes políticas. Es entonces cuando se convierte íntegram'ente en un sencillo hombre de negocios

y en un ciudadano ejemplar y probo a quienes todos quieren y respetan,

para dedicarse sólo al trabajo y al gozo de la dulce paz hogareña. Su mujer y su hija constituyen su mayor tesoro y su alegría.

VI

En los mediodías calmosos, a la hora de la siesta; o en los apacibles atardeceres, después del' la jornada agotadora; o en las noches silentes, al calor de la Itlmbre familiar e íntima, Ran Runnels se mecía en su hamaca para soñar quizá en el futuro de los suyos,

o rememorar tal vez su tumultuosa existencia de otros días o los más lejanos, transcurridos en Jackson o en Houston,

y que ya no volverían nunca más. Nadie sabe en verdad qué pensaba en esos momentos; pero ya por entonces era un hombre bueno y feliz, enteramen conquistado por las sanas costumbres nicaragüenses

de aquella época, en que el trabajo era una bendición, porque se trabajaba para vivir y no se vivía para trabajar. Nadie sabe en verdad lo que pensaba en esos instantes; pero ya por entonces estaba identificado con nuestro medio

y unido a Rivas por lazos de afecto y de sangre, "ganando esta ciudad, al decir del General Isidro Urtecho, la adquisición de una familia recomendable en todo sentido". Este es el Ran Runnels que yo rememoro en el presente poema y cuyo nombre Gabriel y yo registramos, en un acto de ,estricta justicia, en los fastos hombres ilustres de nuestra Ciudad y del Departamento. No en balde sus restos mo 'tales son hoy polvo, barro, tierra nicaragüense,

en el más bello Camposanto de la República, bajo un sobrio mausuleo que en el mármol perpetúa mereoidamente su memoria.

GlLBIRTO BARRIOS

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