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« Previous Page Table of Contents Next Page »rodean. Presa, por contagio, de la angus.,. tia que palpi±a en el país, apenas si es posible tratar de que la tempestad polí– tica no acabe con iodos los desafedos a Estrada Cabrera y su horrendo régi– men; lo que equivaldría a despoblar la República. De los principios de la revolu– ción a hoy, y con síntomas de seguir quién sabe hasta cuándo, crímenes, atro– pellos y vilezas: ±odo lo innominable, lo inverosímil, lo nauseabundo y lo negro; el sal±o atrás, la edad del lodo ...
Concedí, y con cuánto gusto, el asilo número dos, dando, por supuesto, cuen~
ta a mi Gobierno, el cual, bien al cabo de cómo las gastan aquí los mandones; aprueba siempre mi conducia. ¿Para qué puntualizar las escenas que a diario se registran en esta casa de México, entre los deudos y los refugiados que México, por mi pecador conducio, salva de la mueríe? ..
6 DE JULIO
Concedí un tercer asilo en la lega– ción. Cuénianme que lo paniaguados de este Gobierno me han puesto el mote de "ministro-hostelero". No han de imaginar lo que se lo agradezco y lo que lo excu– so. Es prerrogativa de los países despoti– zados desahogar sus iras con frases de hiriente ingenio que levanían ámpula; in– véntalas cualquiera, asegurando, para evi±ar persecución y castigo, que las oyó a un tercero que no puede nombrar. Y las palabras envenenadas van y vienen repeíidas y reídas por las muchedum– bres, que sólo así se consuelan e inte– rrumpen el correr continuo de su llanto. Amigo gua±ema1±eco que mucho es– timo, aunque pot la posición que mereci– damente ocupa tiene que prestarse a las exigencias que le irnpone11. estas autori– dares, ha estado viniendo con frecuencia al propósi±o de enterarse de quiénes son rnis asilados, y la noche de hoy traetne una noticia que me iquieta: el Presiden– te de México y el de los Estados Unidos han resuelto poner un hasta aquí a la carnicería centroamericana (El Salvador ya está en armas contra Guatemala, con lo que la posición de estos revolucionarios se ha robustecido), y van a provocar una Conferencia de paz; aun se ignoran por– menores, pero Estrada Cabrera vería con gusto (?) que yo asistiera y puntualiza– ra sus sanas intenciones (??) Y cómo se vió arrastrado, primero, a combatir a los rebeldes, y luego, a pelear con los salva– doreños, que han hecho causa común con sus enemigos in±eriores... Limítome a éscuchar, a sonreír, y a echarme en ora– ción muda para que no me nombren a mí testigo de esa Conferencia en cierne; precisamente porque me consta iodo lo contrario.
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8 DE JULIO
Después de la comida, que hacemos juntos nuestros asilados y nosotros, acos– tumbrarnos ellos y yo estarnos de tkrtu– lia noche a noche en mi gabinete de trabajo, acompañados algunas veces por Rebolledo, Rodríguez Parra y mi cuña– do Rafael. Muchas tristezas se devanan, mucho se fuma, muchas esperanzas ale– tean en sus pechos de que el ominosp ré– gimen cabreris±a, dé pronto en el Sue– lo. Hay sus barruntos para así sospechar– lo; los salvadoreños están batiendo el co– bre de lo lindo; del arrojo temerario de Regalado se cuentan primores; los 'ejér– citos beligerantes libran a diario san– grien±os reencuentros a lo largo de la frontera; y la cosa po ha de lucir cariz rnuy halagüeño para Cabrera, supuesto el envío, diario asimismo, de fuertes con±in– gentes de tropas hacia el matadero, ±ro– pas formadas con "voluntarios" que, bien aseguradifos, -son los rnozos que ±raba– jan en las fincas cafe±eras,- mandan acá, incesantemente, los jefes políticos de los Departamentos. La propia prensa ya no menudea sus noficias de los comienzos del conflicto, en que multiplicaba y mag~
nificaba los triunfos de los soldados "cha~
pines" en la línea de fuego. Los rumores que a la chiíacallando andan por calles, tiendas y casas, dan fintes de catástrofe al negocio; y si, como lo aseguran los zahoríes, Honduras terciará de un mo– mento a otro del lado de El Salvador, están contados los minutos de Cabrera. Hay quien asegure que éste tiene, a pre– sión continua de sus calderas, un par de buques apercibidos a levar anclas y lle– várselo a lejas Herras; uno, en el Pacífi– co, cerca de San José, y afro, en la bahía de Honduras, próximo a Puedo Barrios. Por último, la ciudad, de suyo melancó– lica, respira consternación y ansiedad; iodos temen iodo, ±odos anhelan algo...
1I DE JUUO
Desde el inicio de la contienda to– das las rnañanas, después de mi carnina– ±a a pie o a caballo por los alrededores, voy y me insialo en uno die los bancos del Parque, donde, sin llamar la atención, doyrne cabal cuenia de las tropas que de aquí se despachan al ±eairo de los suce– sos, después de que el ministro de la Gue– rra les pasa revista frente al Palacio.
Hoy, al filo de la 1, la pobre ración de carne humana en marcha ya rumbo a la pelea y la muerte, disponíame yo a volver a casa cuando X.X., muchacho de buenos pañales, dueño de un bazar, pero furibundo adicto de Estrada Cabrerél,-· hízome señas, a su salida del Palacio, de que lo esperara.
-tilLa gran noticia, la gran noiicia,-
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