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No hoy nicaragüense que no repilo emocionado aquella estrofa infinita "Si pequeña es la Patria uno grande la pueña Mis ilusiones, y mis deseos, y mis

esperanzas~ me dicen que no hay Patria pequeña, y

León es hoya mí como Roma o París lJ O no evoque la quintaesencia de su alma expresada en la hora de su retorno triunfal

IISuaves reminiscencias de los primeros años me brindaron consuelo en países extraños; y hoy sé, ror el destino prodigioso y fatal, que si es amarga y dura la sal de que habla Dante, no hay miel tan deleito Sil, tan fina y tan fragante

c::omo la mie! divina de la tierra natal".

Otros volcanes vería en su vida¡ incomparable– mente más altos, como los de los Andes, otros más

célebres en las retras universales, como el Vesubío,

que es gloria de t~ápoles, y como el Etna, en cuyas en– trañas rugen todavía los titanes vencidos, pero para Daría el volcán por excelencia fue el Momotombo, y muchos mares vio y en muchos navegó, fiel a la divisa

de que "navegar es necesario ll

,

pero los mares de sus versos, donde quiera que los cantma, serían los que en su adolescencia conoció en

lIaqueste sucio prolífico que está lamiendo el Pacífko

y está arrullondo el Atlántico

Nicaragua palpita, Nicamgua asoma, a veces inesperadamente, en toda la obra lírica de Daría, como por ejemplo -un ejemplo que podemos multiplicar– en aquel poema de su madurez, liLa Gesta del C050 1l

,

en qué nos descl ibe y comenta una con ida de toros en algún lugar de América que seguramente no es Nica– ,agua, donde esa fiesta brava no se ha aclimatado como en lima, o en Caracas, o en Bogotá En ese poema, de pronto, surge la visióh de Nicaragua, cUan– de en la pa' la del buey dice este manso animol

IIMi testuz sabe resistil', y llevo sobre los ped.egales la carrela cuyas ruedas rechinan, y en cuya alfa carga de pasto cl'ujidoJ', a veces

cantan va"lSOS los fuertes ca.mpesinos ...

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con que nos pinta un paisaje enteramente nicaragüen– se que él debió haber visto infinidad de veces en su león de Nicaragua, y que se le quedó grabado en la mente y surgiá al calor de la inspi,ación de ese poema Es así: como, en toda su poesía, "Mercurio lleva cier– tamente el caduceo de manera triunfal en su dulce país y b,ota pura, hecha por su deseo, en cada piedra una mágica flor de lis", conforme él mismo dijo que es su amor a Nicaragua presentado en símbolo de heráldica regia a la vez de París y de FIOJ encia De. m~mera muy íntima, Daría es el poetCl de Centro América, el vate prodigioso que amó y cantó a la unián de nuestras Repúblicas dispel sos Cantó la Unión más qlJe ninguno de sus otros temas, y ahora que al influjo dé un elevado sentimiento centroameri– cano se organizan nuestros esfuerzos regionalistas en

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forma técnica y experta, para lograr un mejor porve– nir para el hombre de nuestras privilegiadas tierras, más nos estremecen aquellos versos de Daría en que clamando nos dice

IICenfl oamérica espera

que le den su guirnalda y su bonderal

Centroamérica grita

que le duelen sus miembros ti:i'rancé'Jdos, y guarda con aidor la hora bendita

de vet los recobraclos!lI

En la Organización de Estados Centroamericanos, flamea y rige el sentimiento unionista, cual Daría lo concibió, y junto con el espíritu inmortal que animó en Valle y en Barrundia, en Jerez y en Cabañas y en Barrios y en Morazán, perínclitos, irradia luz de fe y de espetanza ef alma de Daría, afma grande que se ex–

tiende más allá del Istmo, por la América toda, her– manándose con el alma de Bolívar, y más allá, porque en el ClIma de DolÍa se ablazan para unirse, se identifi– can y jamás pueden separarse, la de España misma y

la de las remotas Filipinas, y la de Francia e Italia y POI tugal, sumándose en su gloria de todos los pueblos latinos, por su tremenda devoción a la cultura de la latinidad

Intensamente nacional, nicaragüense, centroame~

rica no, americano, Daría es todavía más vasto en lo que abarca el Orbe, y esla grandeza semejante a la homérica que abarcó a todos los pueblos griegos, tal vez ningún poeta la ha alcanzado después de Home– 'o Todos los pueblos pueden admirar y amar a Dante el florentino, pe, o sólo Florencia, y sólo Italia

pu~den llamarlo suyo, y todos los pueblos pueden amar y admirar a Shakespeare y a Goethé, pero sólo Inglaterra y sólo Alemania pueden decirle padre, pueden llamarlos hermano A Daría lo conocen y re– conocen como suyo los pueblos que él amó y cantó Diganlo si no su soberano "Canto a la RepúBlica Ar– gentina", su magnífico "Canto Epico a Jos Glorias de Chile", su maravilloso "Magnificat de la Raza" que es la "Salutación del Optimista", su "Salutación al Agui– la", sus poemas de amor a los países indohispánicos y

a la vez a Francia, y otros éuantos poemas más, hasta aquel "Paz" que comienza con el vel so de PetrOl ca

1110 vo gridando pace, pace, paco ...

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Dentro de su gran amor a Centro América, Daría estuvo varias veces luchando por el Ideal Unionista como Director del Diario "LA UN ION", que le confiara el malogrado Presidente snlvadoreño, General Francis– co Menéndez Fue en San Salvador donde Rubén contrajo matrimonio civil, y después religioso en Gua~

tema la, con Rafaelita Contreras, su "Stella" Trobó gran amistad con Francisco Antonio Gavidia, a quien él consideró siempre -con admiracián y respeto– como su Maestt o, como un humanista americano, C9–

mo uno de los más inspirados poetas del Continente y con quien él flpenett Ó en iniciación ferviente:, en la armoniosa floresta de Víctor Hugo, y de la lectura mutuo de los Alejandrinos del gran francés con Gavi– dio, el primera seguramente, en ensayar en castellano

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