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La flora tropical es de una belleza que causa como una sensación de laxitud El paisaje diríase que penetra en nosotros por todos los sentidos, y hay una furia de vida que con su proximidad enerva Se creeria que bajo la vasta techumbre azul de un firmamento que se rayaría con una estrella, flota un efluvio estimulante para el espíritu y para la sangre, pero cuyo estí'– mulo se convierte en languidez, en desmayo voluptuoso' un far tutto que se deslíe en el far niente. ¿No acaba de saberse esta declaración recien· te de cierto doctor. que no es dudoso que un estímulo solar demasiado in– tenso y demasiado prolongado conduce a la depresión, y que es a esa causa a la que ciertamente hay que atribuir la nancha/ance de los habitantes de los paises cálidos?

.Sólo, en el jardín de una casa amiga, he visto una tarde, en tibio crepúsculo, algo semejante a una estagnación de las horas. Rabia calor húmedo y voluptuoso, y el cielo, en que brillaban tan solamente, diamanti– nos, dos o tres luceros, se me representaba como inmenso invernáculo No se sentía ni un soplo de aire, la vegetación hubiérase dicho cristalizada en la absoluta inmovilidad de las hojas Había allí azucenas blancas de anun– ciación y otras semejantes a estilizados lirios heráldicos; había rosas de olor y jazmines orientales que constelan las verdes y espesas enredaderas en que crecen, había una flor que se llama cundiamor, y otra que estalla para regar su simiente, y la que se nombra bellísima, que evoc(]ba para mí, rosada y alegre, altares domésticos como los. que se adornan en Diciembre para cele· brar la Concepción de María Toda la circunstante naturaleza me parecía contenida en un concentrado bloque de tiempo, atmósfera de bella-dur– miente-del-bosque, o del legendario monje extasiado que escucha al pájaro paradisíaco

El lujo del campo lo volví a admirar en plenas sierras Se va a éstas a caballo, a los más cercanas pueden llegar carruajes Desde que se sale de la capital y se comienza a subir, una temperatura dulce y fresca sucede a los ardores de lo ciudad Se empieza a ver a un lado y otro del camino rústicas fincas. Yo me deleitaba con las fragantes vegetaciones, con los ca– fetales, que evocan poesía criolla y antillana, sabrosos sentimentalismos liricos a lo mulato Plácido Y hoy en las viviendas, cubiertas de tejas ará· bigas o de paja, tales ejemplares de la mujer natural, mozas morenas, altas por lo general, de cuerpos flexibles, muchachas bronce o cacao, o pólidas mestizas, que sugieren fatigantes y agotadores cariños solares Pongo por caso que tenéis sed y os detenéis en una de esas posesiones en las que, desde vuestra caballería, podéis ver el fogón de llamas de oro ante el cual se pre· paran los yantares Una campesina de ésas os trae un agua fina, fría y doblemente grata, por ser servida en un guacal, esto es, en una taza hecha de la corteza del fruto del jícaro, las cuales tazas refrigeradoras suelen ser labradas e historiadas de escudos, aves, panículos, grecas y letras A la oferta del agua se agrega la visión de unos lindos brazos, de unos lindos hombros y una rosada sonrisa Y todo esto bien os puede hacer pensar en algo de Biblia o en algo de Conquista, en Rebeca o en doña Marina.

Me engreía ver a un lado y otro del camino los arbustos cargados de su fruto rojo y algunos aún como un manojo de tirsos llenos de su blanca flora– ción Y calculaba al ver la feracídad de aquel terreno en que se suceden alturas y hondonadas, tupido de arbustos de riqueza, cómo es de fecundo y próvido aquel suelo y cuánto hay que aguardar de las horas futuras, cuando

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CORTESIA DE

METALES Y ESTRUCI'URAS S. A.

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