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aún se miro uno que otro ruino de dlOga antiguo, los yanquis funcionan con mayor vitalidad desde que fueron contemplados por los ojos de Roosevelt en memorable visito.

Panamá ha progresado con el empuje norteamericano, Panamá tiene hoy higiene, policía, más comercio, y sobre todo, dinero. Yo hice el viaje de Nueva York o Colón en el mismo vapor en que iba uno de los candidatos a la Presidencia de la República, el Ministro en Washington señor J Agustín Arango, persono de experiencia, de juicio, de influencia y de respetabilidad en el Istmo

El señor Arango, que tomó porte muy activa y decisivo en el movi– miento que tuvo por resultado lo proclamación de la nueva República, se manifestó en nuestras conversaciones muy partidario de lo candidatura del señor Obaldía, coballero también de prestigio y habilidad Pensaba el señor Arango poner para el triunfo de su amigo todo el peso de su partido y de sus influencias Conozco al señor Obaldía, a quien tuve oportunidad de tratar en Río Janeiro Ero delegado po~ su país al Congreso Panamericano. El señor Obaldía es un panameño de buena cepa, conocedor de su tierra, amigo del progreso y muy americano

Lo Hacienda, ese ramo toral del Estado, se puso en Panamá bajo exce–

lente dirección Lo del señor Isidoro Hazera, persona eminente que residió por largos años en Nicaragua, adonde fue a buscarle la acertado solicitud del Gobierno paro ofrecerle la cartera que desempeñó con aplauso de todos En Panamá, centro de negocios, de tráfico comercial, encontré un buen núcleo de espíritus jóvenes y apasionados de arte y de letras No podré olvidar entre ellos a Andreve, a Ricardo Miró, que sostienen am. con entusias– mo y con decisión la bueno campaña. ¿No es en Panamá donde naciá la delicada alma de poeta que tiene por nombre Dorío Herrera?

Embarquéme d. nuevo con dirección a Corinto, puerto nicaragüense, en uno de los barcos ciertamente abominables de la Pacific Mail, Compañía descui,jéJda, incómoda y voluntarioso, por la ineludible razán de la falta de competencia.

En un feliz amanecer divisé las éostas nicaragüenses, la cordillera vol, cánica, el Cosigüina, famoso en lo historia de las erupciones; el volcán del Viejo, el más alto de todos, y más allá el enorme Momotombo, que fue con,. todo en Lo leyenda de los siglos, de Víctor Hugo. Por fin entró el vapor en la bohío, entre el ramillete de rocas que forman lo isla del Cordón y el bou·

quet de cocoteros que decoro la isla de Corinto. Y aquí otro plumo comen· zaría a reseñar la serie de fiestas incomparables de cordialidad, verdadera– mente nocionales, que celebraron la llegada del hijo por tontos años ausente Eh verdad, se motó el mejor cordero en el retorno del poeta pródigo Saludé o Chinandega, famoso por sus naranjos, por su fecundidad agrícola, saludé a León, lo ciudad episcopal y escolar donde transcurrieron mis primeros años. Saludé a Managua, asiento del Gobierno; o Masaya, florido y artística iViajes de palmas y flores! En mi recuerdo estarán siempre llenos de sol y de alegría. En esas horas de oro y fuego nunca pensé, como el terrible amigo pesimista, que no lejos de los domingos de romos están los viernes santos . Cuando lIegoron los horas de los expansiones oratorios dije o mis com– patriotas mis largos saudades y mis sinceras intenciones. Repetiré aquí al– gunos de mis palabras, pues deseo seo sabido que en aquellos instantes fuí grato al país argentino y O mis amigos de Buenos Aires. Díjeles que un español eminente, el Rector de la Universidad de Salamanca, don Miguel de

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CORTE8IA DE JULIO MARTINEZ

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