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Ingleses, Collins y Pollard, algún liempo atrás, cuando andaba cazando .tortugas en uno de los cayos, por lo cual dos nativos ya habían sido ejecutados. Ambos habían de

cIarado, que éste hOlubre, Deverin, fuá el que

originó la idea del asesinato; 10 mas raro del asunto 81-a qne Devedn había desaparecido del Cabo, has.ta que se lLle oíreció para ésle trabajo, diciendo Jlamar3e Bell. 1\1 darme cuenla de iodo es"(o observé al nv~ncioYlado

hombre, y me impresionaron sus facciones y

cuerpo. Sus ojos oscuros y ce.fíudos, la fren–

ie angosia, cClsi cubieria io.talmenle por los rizos negros y crespos, que iban atados en ]a nuca corno en fonna de 21l.oña de mujer, y le caían por la espalda en 1:onna de cola, y jun– fa con una cara qU81nada por el sol y cuer– po robuslo, le daban u.oa apariencia notable. El esiaba desfigurado, al iyual que rrmchos de los nativos, con manchan blancas sobre su piel qU81nada, ocasionadas por una espe– cie de lepra a qne esa gente e8 suscep1ible. Estaba alaviado con. nn frac de Osnabllrg, y

tapado en las caderas. Cuando llegó el rey,

108 pocos Ingleses, con sus acompañan les, se l1.'letieron 8n±re los nativos y capturaron al culpable. Su hennano se apresuró en su de– fensa, pero cuando se ]e encañonó con una pis!ola, 8e deiuvo como electrificado, porque los nativos fienen mucho lnás Jemal" a una pistola que a un rifle. En un momenio se calmó el tumulto, y el prisionero fué llevado a un lugar seguro para esperar su juicio, con.

una segunda acusación de I'o,a±Ci.r a Lyndia,

tia del rey

A la m.añana siguienJe, qon1.enzó el jui–

cio ante la presencia de tres luagish aclos y

el rey; 1:0dOB los blancos del Cabo, y varios

IJaiivos asistieron El rey os:laba aIaviado en sus ropas corrientes, pero llevaba su espada

y gorra de rnarino; escuchó con atención, y

repetidas veces ±esfi:rn.onjó su satisfacción de

ver que el prisionelo es~aba siendo procesado a la usanza Inglesa. Habjéndose formado un jurado, y habienclo asignado como in-:–

iérpre±e a una persona bien conocedora del idioma, varios testigos probaron sin lugar a dudas que el prisionero había disparado in– ±encionalmen±e contra Lyndia, la fía del rey. El no dijo nada en su defensa; por tanto, después de una paciou.l:e investigación al aire libre, bajo unos cocos, se le declaró cul– pable por unanimidad, y .fué senlenciado a la horca. A es ta seniencia ninguna de los nativos presentes demos~ró ningún síntoma de desaprobación o desacuerdo. El prisione– ro no daba ITlueslras de ninguna en1.oción, sino que simple:menle pidió la presencia de la m.ujer "sookeah" (1), que era la que 10 había aconsejado que disparara contra la tía; se enviaron mensajeros inrnedia±arnen.tEl,

que pronto regresaron con la despiadada lLU1–

jet' que con sus malos consejos había arras– trado al prisioi1.ero a una tan temprana muer-

(1) Doctor de los nativos.

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le. Después de una larga conversación, el rey Se incorporó, diciendo en tono disgusla_ do, "Que se marche esa mujer. Lleven. de aquí al prisionelo - Mañana l'norirá lf

Los parienles y familiares de Deverin se acerca. ron a] ver que era esposado, y lo besaban angustiados, llorando las±irnosanlen±e; en– lonces fué llevado, y encerrado a bordo del berganiin, a petición del ley.

Al día siguiente el rey, aCOl'npañado de algunos Ingleses y unos pocos de sus ayu....

da111es, se hizo presente en el lugar de la ejecusión, que era un gran árbol al lado del fortín. COlTIO a las 11:00 a.m., el berganfin arribó a la cosia con el prisionero, protegido por algunos marinelos arn.1.sdos i el prisio. nero iba aiaviado con una can1.isa de cua. dros, y pantalones blancos que le fueron da– dos por el capitán del bergantín. A su lle– r:rada los griios y lamonlos de las ITIujeres y

los nifios al unísono era algo que pariía el a) 11.18.; algunos se desplomaban frenéfica. lU8nte en la arena a los piés del prisionero ,

con los cuerpos ensangren!ados; oiros daban alaridos agudos, rnieniras que ofros se la– rneniabsn de la manera 11.1.a8 pes~dumbrosa;

en verdad, raramenie lne he senhdo lan con– rnovido. El hennano de Deverin se acercó con los ojos lle110s de láglimas, y dijo, JlCa~

ballero Jnglés, yo ser un pobre diablo, yo ser su esclavo; dejar mi hennano libre y nunca rn.oleslar más"; y a tnedida que se acerca– ba el prisionero al árbol del que pendía la cuerda, la escena se volvía rn.ás dolorosa; porque era muy dificil impedir que los fami–

Jiares no le deluvierall el paso asiéndosele de

las piernas. Finalmente cuando hubo llega– do al sirio de la ejecución, se le ajustó la cuenla y íné lanzado a la eierni.dad. Por fin luvo fin la escena desgarrados; se disparó la seflal del bergan±Jn, y las banderas Se pu–

sieron a ITtedia asia; el rey ordenó que fuera proclarnado que si .su genie cOlnelia alguna falla, sería ahorcado, y les previno de que

no éln,dl:lvieran poniendo oídos a los maÍos

consejos de los "800keah8" (dociores naii

w vos). . Los habitanles del Cabo son considera– dos por todos corno los más bellos, cuando no es.l:án desfigurados por las llagas, que son de tres ±ípos: blanca, azul y costrosa, pero soy de op1nión que los nativos tienen menoS llagas de cualquier tipo que los airas habi– tantes de la

1 egjón. Es casi imposible expli– carse la exisiencia de esta especie de lepra,

porquc yo he visio a padre y madre perfec– tarnenie sanos y libres de lada mancha y

sus hijos cada día peor, cubiertos de llagasl y al contrario, he visto a padres agobiadoS

con la enfennedad y los hi.jos perfec±alnente

sanos.

En general los hombres son aHos y ailé– ±icos, de fisonomía armoniosa, pero son abo,,:, minablemen.te perezosos, viviendo de la caza

y la pesca y del producto de sus planfacio– nes, que son cuidadas por las mujeres. No

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