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« Previous Page Table of Contents Next Page »el olfaio, le siguen la pisia, y atacan al cerdo de iodos lados, hasia que llega el cazador y le da su descanso. A veces un jabalí deses– perado se ve rodeado de sus enemigos (Jos perros) y en esie caso el cazador debe iener :mucha cauiela, porque generalmente el ja– balí hiere a la mitad de la perrada, y iermi–
na acorneliendo al cazador, quien, si le es
posible, lo recibe con la punta de su mache– ie. Traiar de dar cuchilladas o heridas en el pellejo de un jabalí furibundo selÍa inúlil
en ese mOlTlento. Si el cazador tiene éxilo
en darle una herida profunda y grave, lo cual es el caso la mayoría de la veces
según tengo entendido, está bien; pero si
no, el cazador se expone a salir bastante lual– iratado por los colmillos de la fiera. He vis– io a hombl'es que han recibido heridas gra– ves. 1I1e parece que el macheie no es el ar–
rna adecuada para tales encuentros; es nece– sario para abrirse paso por la xnaIeza, pero
una buena lanza Alemana para jabalíes se– ría lo ideal. Los perros que Se usan son sa– buesos Españoles, pequeños y feroces; la gen–
±e de la isia quiere cruzarlos con unos bue– noS zorreros 1ng1e88s. No se utilizan aTll'"lBS
de fuego en la caza del cOldo, en primer lu– g81 por el peligro de matar a los perros; y
en segundo lugar, si se dispara un arma de
fuego, los cazadores tienen la creencia de
que los perros nunca más volverían a atacar
a un cerdo ellos solos; de modo que perde–
rían a muchos buenos camaradas, porque ya
se han dado casoS en que los valientes pe–
rros casi han dado muerte a su vícfirna antes
de que llegara el cazador.
Los conejos se encuentran por miles, y causan muchos perjuicios a las plantaciones; su carne es buena aunque dura. Hay cierta
peculiaridad en los conejos de esta isla y de
Bonacca; en cierias eslaciones del año, si 1.1.11
grupo de pen-os da :muerte a un conejo, tres o cuatro perros rrtanifiestan sl.niomas de en– venenamien±o, y pronto mueren de convul– siones violentas, pero si es un solo perro el
que le da muerte, ésie sale ileso La explica–
ción eS que en cier.tas épocas, los conejos co– men bayas venenosas, las cuales no son no– civas para ellos, y cuando un solo perro ma– fa a un conejo, se come la carne, pero si es
un grupo de perros el que lo mala, en la con–
Henda que se sucede a continuación, hacen pedazos las vísceras y se canten las bayas
venenosas las cuales tienen efectos fatales en
los perros. Un cazador, mi benemérito anfi– :l"rión en "Frenchmans Harbar", rne dijo que
en esa forma había perdido siete u ocho pe– rros en sólo una iemporada. Aunque en Roatán no hay la abundancia de peces que
hay en Bouacca, con un buen vivero se pue– den obtener en canHdades y variedades su– ficientes.
Elinor es una pequeña isla al otro extremo de Roatán, donde me quedé estancado un día debido al m.al tiempo. En esta pequeña isla, un Francés (el difunto capitán de la for-
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±aleza de Pori Royal), se esiableció con plan_ ±aciones y redes grandes para la pesca ele la iortuga; su ocupación principal es la fabri_
cación. de cal, con lo cual se ganaba bien la vida, vendiendo su cal en Omoa, y en iodos los sitios aledaflos, de dos y cuario a ires dó–
lares por barril, lo cual es un precio algo elevado; pero el cual él conseguía debido a la calidad de la cal, siendo encontrada la piedra de que se hace solan"lenie en Elinor
y ITlUY poco en las islas adyacentes Algu–
nos de los habilanies sacan excelente cal del
coral blanco, que oblienen de los nurnerosos
escollos que hay en esía región. La activi– dad de los animales zoófitos del género Co–
ralina es asorrtbrosa, y en muchas paries cer–
ca de Roaián se han criado escollos, donde antes el agua esiaba profunda Siendo la distancia de Elinor a Barbare±±e solo de cua–
ira o cinco mjIlas, nos dispusimos a remar nuestra embarcación hasla ese lugar, antes de que empezara a soplar con violencia la blisa del ITlar, pero Larda'ITlos algunas horas en cubrir esa distancia, porque teníamos a la cOJ-rienle en nuesJ:rR conira, y la lluvia azo– iaba fuer±eTI1en~e a la fripuJación, de mane–
ra que cuando finalmente llegan,os a Barba–
re!te, decidí que nos refugiárarnos en la ca–
sa de. un. Espa~,ol, que se porió conmigo y
con HU 1:npu1aclon de una znanera !Yluy ejem–
plar y hospitalaria. Demostró mucho rego– cijo a nuestra llegada, y con mucha frnnque– za dijo que ojalá que hiciera lnal tiempo una
semana lTIás para que no nos fuéramos Me enseñó todas sus grandes y extensas planta–
ciones, donde había iodo lipo de granos pa–
ra la fabricación de pan; además, tenía fri–
joles, guisantes, y lodo género de hortalizas, por lo luenoS las que se dan en el trópico y
que les Son conocidas a los Españoles. Cuan– do yo lo visi±é tenía a su servicio a cuairo
Españoles, a quienes pagaba cinco dólares
Inensuales, una gran expansión de terreno
cubierta de algodonales, lnoniones de plan– tas de "papah", que él mismo había sem– brado, y el fnlfo del cual servía de alimento
para sus aves de corral y cerdos; y varios bien criados cerdos, traídos cuanao aún es±aban
tiernos de Bonacca y Roatán, siendo los de
Bonacca los n1ás bien desarroJIados. Los cerdos se mantenían encerrados en un chique· ro grande, se les daba de comer cocos, etc. dos veces al día, Se habían reproducido y se
miraban rechonchos. El dueño los llamaba
por su nombre, a lo cual ellos acudían con
cautela, y al ser acariciados en la cabeza, se reliraban expresando gruñielos de gratitud. Habia aves de corral y paios en abundancia, algunos pollos capones para el mercndo de Belice, y gallos de pelea para los Españoles.
lIabían ±ambién terrenos sembrados de caña,
y un exprimidor de lnadera con dos cilin– dros, en el cual sacaba el jugo de la caña. Había un gran nido de toriugas al frente de
su casa en el cual habían ocho ±ortugas, Y
encima había procurado una especie de pla-
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