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Tnenie cubierio de agua, y solo quedaba vi– sible el borde de su aTnplio sOTnbrero pana– rneño. Cuando ya habíamos achicado COrrtO

la mitad del agua, un marinero M"osquiJo, (SaTnbokin), salió en popa exclamando, "Se– ñor, ese blanco no sabel guiar el timón: per– mífaTne a Tní fiTnonear". (El "dorey" había sido liTnoneado por un blanco que hahía

prestado sus servicios en una embarcación

de las Indias Ori enfales ) Yo le indiqué Tni

cOl1sen±iIT\ienfo y él lom.ó el ±irrtón; la el He– rencia se notó inmediatamente, ora peinan– do las olas, ora rOITlpiendo canto un arado

sobre la Tnar eTnhravecida! Hacia la media

noche nos aCerC8nlOS tanto a la cosla corno

para poder oír el murmullo de canios y el toque de lan'l.bores¡ con una corrienie escar–

pada hacia tierra y encontrándonos sin an~

cIa, noS arrimarnos a Lymas Town con la in– tención de prestar una allí; Y, cuando San"1–

boldn estaba a punto de irse nadando hasla

la playa para hacer dicho présiamo, vino ha–

cia nosotros un NDoreyH con dos Caribes a

bordo para indagarse qué deseábamos Mien– tras explicábamos qué necesitábamos, escu– chalnos un salpicar en el agua, y pudimos distinguir la negra cabeza de un Caribe, quien nadaba en dirección a noootros, pero

que se inirodujo en el "dorey". Al mirarlo más de cerca me cuenta de que era lui viejo amigo, el Capitán Jack, el del bofe de vela que Tne había sacado de Bonacca Al recuperar el habla, que parecía haberlo abandonado, y enierarse de quién era yo, y

10 que deseábamos, dió un saIfo, n1.8 estre– chó la mano, y exclamó: "Tiene el ancla y

cualquier oira caSa que desee, sin pago al– guno" . Fué necesario que yo personalmente fuera a tierra para conseguir el ancla y ca– ble de manos del jefe del lugar llamado Lo– renzo, pero no me gustó el viaje porque no soy TnUY buen nadador y me veía obligado a e.iravesar el fuerte oleaje de Lymas, que iiene la faTna de ser el peor de ioda la región. Sin embargo al Capitán Jack no podía darle ex– cusas Mi deber era ir, y al proITIe±enne él que no habría peligro, me hice a la mar, pe– ro no solo, porque Sambokin dijo, "Yo ir con

01 señor; supongan que "dorey"se vuelca quien cuidarlo'? Ud no saber nadar". ' Pocos rninuios después de haber parfido, divisanlus el feroz oleaje, qne reventaba y Se

precipiJaba con violencia sobre la playa, de–

bido a los coniinuados vienios huracanados que ahora 81npezaban a disminuir. Tal~

pronto COlno nos arrin1.amos a J as enorntes ronl.pienten, los hornl:n es dejaron de rerna!",

en 8spel:as de una oporlnnidad favorable. Fi–

nalnlente nos vilnüs suspendidos por una enorme ola, y comenztunos a rernar con fuer_

za y vigor, n1.anÍenlénclonos en la cÍ1Yltl de la enor:.'tl.e ola, has La que lleganl.os a la playa donde habían por lo n1.cnos sesenta o sefen~

la hombres, rnujeres y niños reunidos, y en

cuanto nuesiro "dorey" tocó Hena, se pudo cOlnprobar que eslaba completamente seco

sin haber coUido ni Ulla sola gola de agua. '

Al hacer nuestra solicitud a Lorenzo, es– le inmedia:tamenle consiguió 10 que necesi– tábamos. Al enierarse de que no nos qneda–

líalTlOS, me sirvió un glan vaso de aguardien–

te puro, y al rehusarlo yo, se ofendió un PQ~

ca Sambokin, de pié a rni lado, y cuyos ojos

elocuentes reflejaban sus pensBlnientos, lUe

dijo al oído "Ouple luan, iapla deeros¡ ourike

YOllng deesne, covla.r I douJesar; .tapIa na-rra yamne poJly". (Amigo, Ud. no bebe grog;

clérnelo, yo Jo beberé; está. n1.uy Iría y 111.e hará bien en e81e ITtornen±o). Por .tanlo llalTIé

o. Lorenzo y le solicité que sirviera a lui C01TI–

paf1ero un vaso de licor, lo cual hizo; Sam.bo–

kin se fragó el horrible líquido con evidente salisfaccián, y cuando 8e lo hubo bebido to–

do, sobándose el abdórCLen y saboreándose excl81uó: "Yanlne poyy beekar". (Ah, esiá verde deraITten±e del icloso ) ; En ese rnoITten– ro hizo su aparición rni amigo CalÍbe con dos

o tres ayudantes para que nos llevaran a nuestra embarcación. Casi al mismo mo–

menio E,3:n que llegan1.os a és1:a, un vienfo fe– rral surgió, por lo cual devolvimos el ancla

y cable con 1-1n n1cnsaje de agradecimier¡to,

y nos hicirl10s a la vela; a la mafíana sigui~p.­

ie, como a las once y media, llegamos a Tru– jillo.

CAPITULO )(

Ciudad de TI ujilIo -- Su estado actual - Intm ior de la Ci Ildad - La Iglesia - Las Viviendas - La FOl taleza - Los Habitantes - Un Cliol1o Flal1cés - Descubrimiento de una veta de 010 - COlllelcio - Sujeción a los Exhanjelos - Honduras - Su Gohicl1w - MonoIl0Jios - lUulas - Precio de éstas - 1\1UIClOS - lH.clCMOS - Chicas _ l~a Re· ligión - La Política - MOlazán - Anécdota de Canela - El COlonel Q - Un lelato de Fhmcza - Animales

Salvajes - Ovejas de "Melino" - CObl0S - Plovisioncs - Pmtirla de 'I'llIjillo - Los Nel~JOS - l10atán -- El Viejo

Cayo de Coxon - Un Constructor de Buques Escocés - Ce tos de los Centroamericanos - Pum to Real - Uu Capitán

Fl ancés - lllack RiV€1

La ciudad de Trujillo esiá situada en la pendienie de una loma, al lado occidenial de un noble golfo, abierio solo al norie, l! co– rno a cuairo leguas de Punia Casiilla, al lado opuesto del golfo. Algunas de las casas son de ripios, y piniadas en rojo, y otras piniadas

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en blanco; y situada como está sobre la pen– dienie de una loma, tjene una apariencia agradable desde el puedo. Al fondo se ven las m.on±aiías cubiertas de verdor, que junto

con numerosos cocoteros que adornan el lu– gar presenian un paisaje nl.uy pinioresco. Es-

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