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~"n 'Pedro de 04ll'araá"

DESAFORTUNADO CONQUISTADOR DE QUITO

FRA.NCISCO TEllU\N

-De 10. Misión de la Uncsco

en Nic¡:nagua-.

Episodio harto inte.esonte, pero todavía no sufi– cientemente estudiado, es el desafortunado intento de conquisto del Reino de Qunito, por parte del más te– merorio batallador de la conquista de México y Amé– rica Central, don Pedro de Alvarado

Fuera del brillante capitulo que Federico González Suárez le dedica en su clásica Historia, si bien adolece de muchos vacios, muy poco se ha escrito en el Ecua– dor sobre la intervencián que tuvo allá el antagonista de Almagro y Benalcázar, que por poco no fue el ini– ciador de nuestro vivir colonial A su inesperada presencia en las elevadas serranías centrales del Ecua– dor, con todo, debióse la precipitada primera funda– cián española de Quito, en las llanuras de Cicalpa, en Agosto de 1534

Alvarado es figura de primerísima línea en la Historia de la Conquista de México, Guatemala y El Salvador, y en forma incidental se toca también con las de Nicaragua y el Ecuador, de tal modo que bien vale la pena de recordar algunos dotas que tal vez ayuden al mós cabal conocimiento de su vigorosa per– sonalidad

En Guatemala, no hoce mucho, la escritora nor– teamericano Moco Barrett escribió una novela de reconstrucción histórico, que es leída y releída por los guatemaltecos (EL CABALLO ROJO -Editoriaol Uni– versitario- Guatemala, 1959), cuyos protagonistas son Pedro de Alvarado y su esposa doña Beatriz de la Cueva, quien a la muerte de su marido, por decisión del Cabildo, asumió el cargo de Gobernadora de Gua– temala, habiendo principiado en calidad de tal a sus– cribir los documentos con el epíteto desconsolador de Beatriz la Sinventura Los escenarios de la novelo, Como es de suponer, son España y el valle de Almo– langa donde se asentaba la naciente ciudad de Alva– rada, al pie del volcón de Agua, donde en la noche fatal del 10 de Septiembre de 1541 hallaron muerte trógica doña Beatriz y las damas de honor que le ha– cían compañía, al romperse la alta represa cratérica acrecentada con las lluvias en esa noche aciaga Las méritos o deméritos literarios de la novela no son de nuestro competencia señalar. Nuestro deseo

es el de apuntar únicamente su propósito histórico, que responde con fartuna a la feliz advertencia de su

aulara

"Cuando estudié la Historia de Guatemala, uno de sus episodios me pO/eció tan romóntico que na pude resistir la tentación de revestir el esqueleto de fechas y sucesos que nos dan los libros de texto con los ropajes forjados por mi imaginación

El Caballo Rojo es, pues, una novela Si en ella me desvío de lo que fue, lo hago, en parte como el pin– tor que interpreta a su modo la puesta del sol, y en parte porque creo que bien pudo haber sido así la realidad"

La aparición de este libro, revestida con los ropa– jes de la fantasía femenina y que los guatemaltecos, orgullosos de su Historia, lo leen con delectación, es una prueba más de la admiracián que sienten por el capitán español que estableció la Gobernación y que fundó su primitiva Capital Allí planeó su gran aven– tura de la conquista del lejano y legendario Reino de Quita, y desde am marcharan hacia alió los espe. an– zadas tercios levantados a fuerza de terquedad y arbitrariedad Pedro de Alvarado fue uno de los mós audaces capitanes que acompañaron a Cortés en la Conquista de México Según Bemol Diaz del Casti– llo, en su Historia verdadelO de la Conquista de la

Nueva España, su aspecto era éste IIS erío de obra

de treinta y cuatro años cuando acó pasó, fue de muy buen cuerpo y bien proporcionadp y tenía el rostro y cara muy alegre y en el mil ar muy arnoroso y por ser agraciado le pusieron por nombre los indios mexicanos Tonatio, que quiere decir el Sol Era muy suelto y buen jinete y sobre todo ser franco y de buena con– versación y en ves ti, se era muy polido y con rapas costosas e ricas Traia al cuello una cadenita de oro con joyel e un anillo con buen diamante"

El Inca Gorcilozo de la Vega, en su Historia Ge–

neral del Perú o Comentarios Reales de los Incas,

cuento, por su porte Que en su niñez había oído "gran–

des loores de su bondad y virtud", por porte de mu– chos caballeros que en caSa del padre del cronista, se reunían a conversar, y contaban casos como aquel en

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