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La proporcion de los sexos en la pobla– ción nicaragüense, ial como la hemos saca– do del cenSo de 1867, indica una noiable preponderancia del númer.o de las muje,:es sobre el de los hombres. Sln embargo, es ln–

teresante consignar que es±e exceso no exis–

ie sino en la poblacion presenie, y q;ue, en

los nacimientos, el número de los varoneS es

mayor que el de las hembras, por la pobla–

cion considerada en conjunto.

A falta de docUiTlentos, repetiremos aquí tres observaciones hechas en airas parles:

l' Las razas puras producen mas varo– nes que mujeres

2' Los mestizos entre sí tienen mas ni–

ñas que niños.

3 9 Las razas puras, cuando se cruzan

con los meslizos, dan tanto del uno como del airo sexo.

Desgraciadamente no se tiene idea algu– na de la proporcion de los diversos tipos en cada departamento, y mucho menos de la reparticion de los sexos por cada tipo. En cuanto á la relacion absoluta de los sexos en los departamentos, no hemos tenido ni el tiempo, ni los el1\pleados necesarios, para sacar del censo de 1867 =as que un resulta– do general y un término medio, es decir,

;4/30 pata los hombres y 16/30 para las mu– Jeres. Pero esas fracciones están muy lejos de dar una idea, siquiera aproximada de la diferencia que exisie enire los varios' tlishi· tos, en cuanto á esta cuestion tan interesan– ie de la proporcion de los sexos. Así es que, en el d:>parta,!,ento de Lean, por ejemplo, hay caSI la mlÍad l11aS de mujeres que de

hombre~, y, por el cOntrario, en los departa– mentos montañosos y frescos de Segovia y Maial;[alpa, esta proporcion es mucho menor.

S.n embargo, los cuadros de nacimien– tos, eic. , que he podido encontrar en el ar– chivo general, de=uestran que, donde quie– ra, hay mas nacinUentos masculinos que fe– meninos. Se puede ya concluir de esto que debe haber un gran exceso de los fal1ecimien– t'?s de. varones sobre los de mujeres. Es pre–

CISO {¡Jarse en esta cOlTlprobacion, porque, en

generat los estados de muertes están mucho ¡:nenas exactos que los de nacidos. El censo de 1867 hace ver al mismo tiempo que la di– ierencia existe ya en los niños, y, por conSe– cuencia, esta mortalidad reina sobre todo entre los varones de la edad mas tierna. Si se conociese el género de muerte mas comun pudiera tal vez encontrarse un remedio á'

aquella si±uacion.

Pero el servicio del Estado Civil deja tan– to que desear, en cuanto á regularidad y á exactitud, que de ningun modo puede esta– plecerse la ley de morlalidad general sobre los documentos incompleios suministrados por los párrocos. Para esto son necesarios, no

solamente los estados bien exactos de naci· mientas y muertos, de mes en mes, con la edad y el género de muerte, el sexo, la de~

signacion de legitimas é ilegitimas, la de sol·

fe ros, casados, viudos, etc... , sino que fam–

bien, y sobre iodo, estos estados deben entre– garse por los respectivos párrocos, con la "mayor regularidad" y sin interrupcion Ó ex– cepcion, puesio que la faHa de "uno" solo impide hacer uso de los demas, y los anula por decirlo así. Si este servicio hubiese sido bien organi,:ado en cada localidad, y, ade– mas, cenh ahzado en una oficina competente

y especial, en el xninisterio correspondienie se hubiera podido, en primer lugar averi~

guar con ceriiduxnbre cuales eran las razas ó

tipos ITlas fecundos, ya sea en varones, ya

sea en mujeres; ver despues cuales eran las q,;,e cOl1serva,!Jan la vida durante el mayor

numero de anos, en proporcion con el cliITla

de las localidades que ocupaban, y deducir de esio si la disminucion de la poblacion va– r':Hlil ,est~ uniformemenie repartida ó espe– cml a clerlos departamentos. Eso tambien

hubiera encan1inado á reCOnocer si esta mor–

talidad de los varones es debida á un traba– jo demasiado precoz, ó a una faHa de higie– ne especial á los niños, ó si proviene de que

las lnadres, en cierias razas, cuidan mas á las niñas que á los niños} si por oira parte

esla anomalía dependia de circunstancias to– pográficas, y, en cuanto á los adultos, si pro– venía dei abuso de los licores, de los traba– jos particularmenle penosos especiales á los hornbres, si podia atribuirse á la guerra, á las coslumbres pendencieras eic. hubiera R2,dido verificarse si a los hijo~ nat':'rales son

~os que afecta pariiculam"lente esta mortali–

dad, ó si son los legítimos, y es1:o 110 solamen– te en unO Ú ofro sexo, sino fambien para uno

ú otro tipo, y, en fin, punto excesivamente imporiante, si la ley de morialidad varía, se– gun que el casamiento ha sido contraido en" tre individuos de un mismo tipo ó entre indi– viduos de un tipo diferenie; suponiendo que

no hubiese, entre cierfos tipos, repugnancias

matrimoniales, que tambien hubiera sido

muy inieresanie descubrir.

Los datos faltan igualmenie sobre la pro– porcion entre los habitantes de los ceniros de poblacion y los del campo. En apariencia la nlitad de la poblacion mas ó =enos, está agrupada en las ciudades, villas y pueblos;

lo demas vive, ora aislado, ora en pequeños

grupos, en las haciendas y valles. Es toman– do por base el número de las haciendas y

valles, y dándoles cierto nú=ero medio exa– gerado de habitantes á cada uno, que algu– nas personas han llegado á avanzar que Ni– caragua tenia mas de 300,000 habitantes, lo

que, por cierto, es una exageracion.

La estadística es una =ina fecunda en resultados prácticos, y la palanca de la eco– nomía política, pero cuando faltan sus ele– mentos, el estudio de una poblacion está des-

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