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conquista; con esta particularidad, que se atan á los brazos pañuelos de seda, y escon– clen sus cabellos bajo largas peluc~s de pelo de mujer.

, En todas las fiestas se bebe nmcho aguar– diente, chicha y otras bebidas; en la noche

las riñas son frecuenfes, y casi siempre

sangrientas.

En algunas ocasiones la sociedad distin– guida dispone generalmente un baile, y mu– chas veces el de la fiesta de la Independen– cia presenta esta particularidad que las se– ñoritas visten únicamente de blanco y azul celeste, que son los colores de la bandera na– cional. No existe una danza que sea espe– cial del pais, sino es algunos bailes usados en el populacho, y que están muy lejos de brillar por su decencia. La polka, la mazur– ca yo el valse de á dos tiempos son las dan– zas mas frecuentes. La cuadrilla es poco co– nocida; cuando á veces se ejecuta algun pa– so <;le carácter, es uno de orígen español, v. g. el zapateado de Cádiz. Las papeletas para

convidar á un baile están mas ó menos re–

daqtadas en los iérrninos siguienles:

"La Municipalidad, queriendo obsequiar un baile al Sr. Ministro de Jos Estados Uni–

dos, con ocasion de su pasaje en esía ciudad,

y, deseosa de dar á esta reunion todo el lus– lre posible, suplica á U. Se sirva honrar con su presencia á esla fiesla que tendrá lugar en la casa de Don Fulano de Tal á las nueve de la noche". El frac nunca es obligalorio para los hombres

El teatro es una diversion de que Se go– za muy poco en Nicaragua y solamente cuan– do llega alguna compañía dramálica espa– ñola ambulanle. Los cómicos, ,en cada ciu– dad se ven obligados á instalarse en un pa– tio, por falta de edificio especial. El reper– lorio de estas compañías comprende geneté)l– mente algunas cornedias españolas, unas po– cas zarzuelas, y un gran número de d~amas

franceses traducidos al español. Ma~ be– cuantemente vienen funámbulos, titiriteros ó prestidigitadores, y, en los intEirvalos, sucede á veCes que arlistas indígenas intentan dar algunas represenlaciones.

Todos los domingos hay peleas de ga– llos: es una diversion muy apreciada, aun por personas muy decentes. Es en este jue– go que se arriesgan cantidades relativamen– te considerables; sin embargo, si acaso se ha visto de cuando en cuando á algunos perder su fortuna en una vueHa de dados ó de nai– pes, puede decirse que son excepciones. La pasion del juego es comun, pero no se jue– gan cantidades desproporcionadas, y este vi– cio está felizmente muy lejos de haber llega–

~o en Nicaragua al espantoso desarrollo que iIene en varios otros puntos de la América Española.

No hay plaza de toros ni toreros de pro– fesión; cuando se da una representacion de esta naturaleza en alguna plaza pública, no

tiene por objeto matar el toro conforine á las reglas del arie, sino mas bien el de ejecuiar con él ó montado en él, ejercicios de volteo cuyo resuliado es frecuentemente funesto, ianto mas que los que Se arriesgan en este juego peligroso van por lo regular medio ebrios.

IX

USOS Y COSTUMBRES DE LOS CARIBES. - (Debo advertir que todos los pormenores

que vienen á continuacion han sido recogi–

dos por mi lUismo, durante mi. residencia en–

tre los caribes en abril de 1870).

Los Indios no civilizados de la parle oriental de Nicaragua habitan, corno lo he– mos dicho en el capítulo primero, á la ori– lla de los rios que les sirven de caminos. Tie–

nen, sin embargo, algunos senderos, por los

cuales comunican entre sí las diversas frac– ciones de cada tribu, cuando las crecientes impiden la circulacion por agua.

Cada familia forma su pequeño grupo apade, repartido en dos ó ires casas. En ca– da grupo ó familia se reconoce la autoridad patriarcal del mas anciano. Todos los jefes de familia reconocen la autoridad superior del mas antiguo de todos ellos, el que, desde luego, pueq.e considerarse corno el jefe de la tribu enlera.

Esta autoridad, por lo regular poco obe–

decida, sino en los caBOs mas graves, no tie– né qccion efectiva rnaa que sobre los grupos

inmediatos á la casa del jefe, y sobre los que viven en las márgenes del mismo rio que él. En los afluentes ó subafluentes, los padres de familia reconocen la autoridad del mas an– ciano de ellos, autoridad desde luego inter– mediaria en:lre ellos y la principal fraccion de la tribu.

Esos jefes no tienen funcionarios á sus órdenes. En los casos en que se les consulta, lo que sucede muy pocas veces por crimen ó por adulterio, y, mas á menudo, para resol–

ver pequeñ~ cuestiones contenciosas, toman

decisiones iJtapelables, consultando para es– to á las personas presentes, aun si fuesen mujeres, y los jóvenes les prestan su auxilio para hacer ejecutar sus sentencias, que las

mas veces son multas, sin valor á nuestros

ojos, pero muy graves á los suyos. Frecuen– femente la faznilia ultrajada en uno de sus miembros se reune para vengar la ofensa, y no es raro que se perpetúen algunas "vende– fas". Las pocas guerras que ha habido entre esfas tribus no fenian otro orígen, y al cabo

de dos ó tres acciones, se fenninaban por un

arreglo amistoso.

La poligamia es permitida entre ellos, aunque poco pracficada, y cuando, por ca–

sualidad, un caribe tiene varias nlujeres,

siempre hay una que es especialmente "su" mujer. Las ofras son generalmente viudas

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