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mo Americano presenciaron, muchos siglos a n t e s de la conquista, el desembarque y establecimiento en su territorio de razas ex– tranjera:?, las cuales, mezclándose e idenfifi– cándose con ellos, les trajeron la noción, o más bien el reflejo, de una civilización posi– tiva y superior a la de ellos; civilización cu– ya cuna y origen no han sido descubierlas todavía p01:" ningún anticuatio, pero cuyos restos contienen rasgos evidentes del arie cariiginés y aun fenicio.

El hecho de aquella invasión no encuen– tra ahora contradiciores; pero unos preten– den que ha penetrado por el Norte, viniendo de Asia, sea por el estrecho de Behring, sea

por las islas Aleutianas, sea por medio de una navegación direcia, y que después ha venido bajando por California y México has– ta Yucatán; otros, al contrario, sostienen que penetró por el Este y se fijó primero en Yuca– ±án, para exte;nqerse después hasta más allá del Norie de México, y por el lado del Sur has– ±a el Is±mo de Panamá. Abrazamos esta últi– ma opinión, que es la de los señores Brasseur de Bourbourg, Squier. Caterwood, Dupaix y otros ¡¡l.nficuarios eminentes, cuyos argumen– tos pa~·ecen tener mucho más fundamento que lo!:! del grupo opuesto (1).

Según esa teoría, se admite q1Ue algu– nos navegantes Fenicios, en Ja época remo· té;!- en que era~ "los únicos que se atrevían a dar la vueHa a Afriq¡¡l. (Herodo±o) ," habien– do sido llevados hac;ia las Antillas por una tempestad que encalló y destruyó sns bu– ques (2), se vieron obligados a acabar allí sus días, y por sus enlaces con mujeres indí– genas dielfon lugar a una raza mixta espe– cial, la cual, aunque carecía de los animales

y utensilios y de los artefactos de la civiliza– ción del mundo antiguo, no dejaba de tener al menos el recuerdo dE? ellos, y por esto so– lo poseía una superioridad indisputable so– bre los aborígenes antillanos. Esa raza se llamaba los. VO±Ol1es o Votánides, y hay fun– damenios para creer que, como 1,000 años

(1)Véase del abaté Blassem de Bourbourg: Exposición absoluta del sistenla geloglífico mexicano; fin de la edad de piedra; época glacial tempOlaliaj plincipio de la edad de blOnCej oligen de la civilización y de las leligiones de la antigüedad, según el Teotmoxtli y otlos documentos mexica– nos (en fl¡IllCés) - PalÍs, 1868

Histolia de las naciones civilizadas de la Alllélica Centlal dmante los siglos antmioles a Clistóbnl Colón, esclita sable documentos oliginales y absolutamente inéditos (en flancés). - Parls, 1858. - 4 tomos en 8·

Véase también el texto de su tladucción del manusclito llamado Manusclito TlOatl'O - Alchivos de. la Comisión cientifica de México y Amélica Centlal

(2) Algunos esclitOles, fundados sable textos de autOles antiguos, como Plinio, Estlabon, Alistóteles, Teoftasto, Sé· neca, San Agustín, San IsidolO de SeviIIa~ en cuyas oblaS la noción de un continente situado en medio del Océano está indícada con una plecisión veldadelamente sOl'lllendellte, han conclu.\<!o que los :Feilicios, y después los 'Cal tigíneses, ha· bían tenido un tláfico legular, aUllque secleto, con las An– tillas y la AmélÍca, cuyo de.llotelo ocultaban con el mayor celo. Esa opinión se encuentra victoliosamente lechazada pOi Balbi en Su Geografía (tolllO II, Pág. 8, 9, 10).

antes de J. C., pasaron en parte, y por la vía marítica, a la punta de Yucatán, la más Ve– cina de Cuba, y de aquel lugar, por tierra, hasta Chiapas, bajo las órdenes de Valum_ Vo±am, su jefe. Allí fundaron un imperio poderoso, cuya capital era "Culhuacan" (aho– ra Santo Domingo de Palenque). (1 ) .

Más tarde, y como 400 años antes de J.

C., hubo por el mismo lado de Yucatán una segunda invasión de Votanes, descendientes de los que se habían quedado en las Antillas, pero aquellos se llamaban entonces Tuliecas. Extendieron su dominación hasta Tehuante– peque. por el lado del Norte, y hasta Coatepe– que por el lado del Sur L~s de Culhuacan, rechazados hasta más allá de COSl±epeque, vi– nieron muy probablemente a ocupar la par– te occidenial y a buscar asilo en sus montes impenetrables, donde se encuentran tod¡¡l.vía sus descendientes en el estado primitivo y

casi salvaje '

Los Tuliecas establecieron su capital "Tülha" (ahora Ococingo) y no tardaron en formar un pueblo numeroso. A principios del siglo V de nuestra era, al mismo liempo que los Bárbaros del Norie se arrojaban so– bre el Imperio Romano, la misma furia de emigración que parecía habers'e apoderado de todos los pueblos hastaen~pnces seden±a– rios, les hizo irasladarse h'acia el Nordoeste bajo el mando de "Huifzif;!:on" considerado por ellos como el Padre de la Patria.

Solamente después de' aquella emigra– ción de los Tultecas empie:z;a lá historia an±i– gua de América a presentar datos y fechas S,e9uras En 596 llegan a la' comarca del río Cila (California); pero recpazados por los indígenas, puramente cazadC?res que por allí encontraron, y molestados' P9r un invierno riguroso, regresaron después,}:le haber eleva– do un monumento conmemorativo de ésta extrema etapa (2). .

Su regreso se efectuó lentamente, 5e111– brando su cami~o de ciudac;1es, y el primer Imperio Tulieca (después Méxicano) quedó establecido formalmente en 667 (3).

En 1052 la famosa peste sé,guida del hamo bre, que asolaba a Europa desde medio siglo, apar.eció en América. El azote fue tan tre-

(1) Monumentos de Palenque y Ococingo, por el Sr. de Waldeck. - Atlas en folio de 56 láminas y texto por el aba· te Blasseur de Bombolllg , PalÍs, 1858 (2) Las

1 uinas de estos monumentos se ven en Casa Gran· des, al N de Chihuahua.

(3) Es posible que las poblaciones indígenas de la Gali· fOlnia y de la Amélica Setentliona! hayan ya SUflido en aquel tiempo una invasión asiátíca venida por Behling o pOi oho camino; la tladición de este hecho. es constante aun en pueblos lllUY lejanos unos de otlos. Es plObable que los Tultecas, a su vuelta de esas legiones, .hayan llevado cOllsi· go esa noción histórica, que se ha perplituado hasta nuestros días, y ha engañado a tantos histolÍadOles mexicanos o ex· tranjelOs - Véase SqUiCl: Notas sable Centro-Améríca, cap. XVI, pág. 349 de la edición inglésa. La cuestión se encuentla aHí perfectamente discutida y lesuelta.

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