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Los nombres geográficos indígenas de Nicilragua pertenecen a nueve idiomas y dialectos de 105
cuales solamente cuatro o cinco sobreviv~n. Hay unos pocos nombres pertenecientes a las lenguas antillana, tarasca, quer.hua y a dialectos hondureños y costarricenses; sin contar 105 hibridismos proce– dentes del inglés, del frllncés y de nuestras lenguas indígenas.
Esta divelsidad de ,procedencia es quizás el principal obstáculo a la interpretación de las topo– nimias nicaragüenses. Los maestros en esta clase de estudios son 105 llamados a estimar en lo que valga el f1abajo que ahora doy a la publicidad.
Rayaría en lo puelil el contar cómo, por qué y cuándo empecé mis investigaciones. El hecho es que yo mismo no supe a qué horas, sin preparación alguna, me enzarcé en tales berenjenales. Tengo para mí que esta afición me vino de haber ejercido, en mis años mozos, de maestro de escuela; y principalmente de llevar en las venas un buen chorro de sangle indígena sutiaba.
En el año de 1920 me atreví a pub.licar en la revista "Educación", del Instituto Pedagógico de los Rev. Hnos. de la EE. CC. 105 primeros capítulos de un DICCIONARIO DE NICAR.4.HUISMOS, los cuales aparecieroil en las ediciones de Mayo a Diciembl e del citado año, y de Enelo a Junio del año siguien– te. Fuí, como se ve, el primero en emprender la tarea de recoger y publicar con su respectiva eti– mología los vocablos de origen indígena de uso común en el habla nicaragüense. Aunque entonces no publiqUé todo lo que había recogido, continué aquel trabajo, que pronto, si Dios quiere, aparecerá completo. Pero al mismo tiempo me dediqué a cafalogar los nombres geográficos que aparecen en este libro. En la mayor parte de las interpretaciones agregué la ubicación de los lugares, ,pero debo advertir que éste no es un texto de geografía, y por eso no me consideré obligado a incluir en todos y cada uno los detalles geográficos. .
De las regiones del Istmo Centroamericano, Nicaragua es la única que ha ido a la zaga en el estudio de sus lenguas nativas y de sus reliquias al queológicas. En el pasado siglo unos pocos nica· ragüenses catalogaron el vocabulario de tres.. idiomas indígenas Fue el primero don Juan Elisio de la Rocha (año de 1842) de quien el norteamericano E. G. Squier tomó unos pequeños apuntes sobre el mangue o chorotegll. El Coronel Francisco DíllZ Zapata estudió el nagrandano o sutiaba (1852) su vocabulario y su gramática; y el ilustre sacerdote católico Pbro. don Doroteo Amaya, indio de raza pura nagrandana, escribió un copioso vocabulario de la lengua de sus antepasados. En 1908, obtu–
ve directamente de los indios de Matagalpa y Jino:ega un vocllbulario de su idioma, el cual, con el que recogió el PbrQ. Víctor de Jesús Noguera, en 1855, fuerQn incluidos en la magistral obra. DIE SPRACHEN ZENTRAL AMERICAS, del Dr. Waller Lehmann, Director que fue del Instituto Etnológico de Berlín. fue a instancias del Dr Lehmann que consagré muchos días, años tal vez a la investigación y
rebusca de los idiomas y dialectos de Nicaragua; y así pude enviarle en 1922 un acervo más copioso del matagal,pa, numerosos datos del ulúa y del sumo, el vocabulario completo de Padre Amaya y mu– cho,s vocablos y locuciones del mangue y del pipil; todo lo cual proyectaba agregar a sus estudios sobre etnografía de il:karagua ~n un nuevo libro que no sé si alcanzó a publical' El doctor Lehmann era judío, y perseguido por el implacable facineroso Hitler huyó a Suiza hace cin~o años. Allá murió. Sobre su tumba florecerá la gratitud de los nicaragüenses comprensivos y de los demás centroameri. canos, como un perpétuo homenaje a la memoria del flran hombre de ciencia que con tanto al11Qr Y fiabiáuría investígó la histol ia y las antiguas lenguas de nuestra Patria.
En años lecientes el Dr. don Beniilmín Argüello, eminente hombre de ciencia, formó y publicó un valioso Diccionario de las lenguas tawaska (sumo), uluaska (ulúa) y r'nískito, cQn datos gl'amaticales, que personalmente obtuvo de varios indígenas que aún las hablan en las regiones norte y oliental de Nicaragua. Esta importante obra es más conocida y apreciada en el extranjero que en nuestro país.
No sé de ningún otro nicaragüense que haya realizado esfuerzo alguno en el estudio de las lenguas nativas.
Por mi :parte, he querido aprovechar todo el material lingüístico que he conseguido de natura– les y extranjeros, en beneficio de la juventud de las escuelas de mi patria. He catalogado en esfe libro no solamente las nomenclaturas que se encuentran en los textos de Geografía y de Estadística, sino también los nombres de pueblos, aldeas, caseríos, sitios de tierras, haciendas, cerros, serranías, ríos, cascadas y otros lugares que no mencionan 105 textos ni son conocidos sino por 105 que viven en la misma región o por los que ocasionalmente han llegado o pasado por aquellos parajes La inves– tigación del significado de cada toponimia fUe para mí factible en muchos casos por el conocimiento que tengo de casi todo el territorio de mi país: ventaja que llevo sobre más de un individuo de los que por inconsciente pedantería o por risible snobismo han. intentado improvisarse etimologistas.
No me atrevería a pretender que en este libro haya dicho la última ,palabra sobre interpretación de nombres geográficos indígenas de Nicaragua, pero nadie podrá disputarme la satisfacción de haber siqo el primero en acometer esta empresa. Queda todavía poco menos de un centenar de nombres de lugar cuyo significado no me fue posible descifrar. Otros hombres de estudio vendrán, mejor pre– parados y más afortunados, que estimulados por mi ejemplo, corrijan, amplíen y completen esta obra
'~8 paciencia y de amor patrio.
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