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Coronel", -le decía a Aráuz,- "y dígale además a su amo que su prisionero fa desafía" AráLlz no movía un músculo ni profería una palabra"

Seguramente, la escena no tuvo mayores conse– cuencias debido a la caballerosidad del Coronel Aráuz, al no referírsela al General Zelaya

Cuando pasó el General Vázquez por Puntarenas, ya libre de las garras zelayunas, fuimos a encontlarle, el Dr Adán Cárdenas, don Pedro Joaquín Chamarra, Juan Zavala, Arturo Elizondo y yo Nos refirió entre muchas anécdotas de regocijante humorismo y altivo desprecio hacia los gobiernos centroamericanos, que una vez le llamó la atención al General que mandaba en el Cuartel de Managua sobre la costumbre de la oficialidad de jugar con las granadas, "Ias bellotas de la libertad", tirándolas como pelotas y les indicaba ciertos Jugares húmedos que se notaban en el apila– miento descuidado de las granadas, y que ese era nada menos, que un fulminato de mercurio, tan peligroso, que un golpe fuerte haría estallar teda, inclusive el cuartel En efecto, pocos meses después estalló el cuartel, pereciendo como trescientos hombres de la guarnición Zelaya justificó la catástrofe atribuyendo el hecho al General Castro, prisionero y conservador, y al Coronel Guandique, salvadoreño, instructor militar, los cuales fueron fusilados y cremados al son de fan– farrias militares, y con el concurso de una chusma ebrici que impedía a la hija de Castro recoger las cEiflizas de su padre Una escena verdaderamente africana

El General Vázquez, de un distinguido abolengo, de la estirpe del Teniente General don José Vázquez Priego Montaos y Sotomayor, Capitán General del Reino de Guatemala, que tuvo la suelte de adquirir la más variada y elegante educación social en Madrid, Lon– dres, Parí~, rozándose con altos personajes de la polí– tica y finanzas, que en sitios históricos tales como Salamina y las Termópilas, y en Oriente hizo una ex– cursión muy interesQnte Con el Evangelio y el Josefa en la mano siguió los pasos de Jesús desde Belén hasta Egipto, y, de allí por tierras bíblicas hasta el Gólgota, ya se puede concebir la situación de este hombre supe– rior, que por un capricho del destino se encuentra de repente jefe de una nación inculta y en anarquía y las facciones

Refiere don Saturnino Medal, actual Ministro de Honduras en Costa Rica y uno de los más destacados lugartenientes del General Vázquez, por su valor y su lealtad, que en una de las escaramuzas que libraban en los despeñaderos hondureños contra los insurgentes, le decía "Vea qué desgracia la mía yo, un hombre civilizado, tener que andar persiguiendo indios por los riscos de mi patria"

Vázquez era de mediana estatura, facciones correctas, tez blanquísima, ojos negros y cuerpo bien proporcionado Trato como el de una dama, afable, de voz bien timbrada y suave sin que la alterara ningún incidente ni accidente por desagradable que fuera, pero en su andar firme y viril se revelaba el poder interior del hombre fuerte, de una rigidez temible en lo que él creía su deber, el cumplimiento de su deber Hay multitud de anécdotas que después de su derrota le achacaban los enemigos, pintándolo como un tirano vulgar y ambicioso No hay tal Pulcro,

atildado, de un orgulloso aristocraticismo, era incapaz de ningún acto que rebajara ni su propia dignidad, ni la de los demás Eso sí, era capaz de mandar a fusilar sin pestañear a su propio hijo si cometiera una falta contra el honor y la disciplina militar

Como los enemigos de Vózquez han pretendido confundirlo con los gober nantes que en Centro América son los prototipos de la CentlO América bárbara, esto es, los Rufino Barrios, los Ezetas, los Gutiérrez, los Ze– laya, los Regalado, etc, vaya dar a conocer el episodio siguiente, Manuel Bonilla fue uno de sus adversarios más peligrosos por su audacia y su valor Vásquez lo venció en un combate y lo llevó prisionelo a Teguci– galpa Le insinuó que bastaba su palabra de no se– guir conspirando para quedar en libertad Bonilla se mantuvo irreductible "Que me fusile", contestó, "pero si me suelta me levanto en cuanto pueda" Vázquez lo puso en libertad, y, efectivamente, pocos días después Bonilla estaba a la cabeza de la rebelión Cuando los amigos de Vázquez se quejaban del resultado de aquel acto de hidalguía, les contestó lacó– nicamente ese hombre ha cumplido su palabra Para los que conocieron el modus operandi de los machetones brutales que desacreditaron Centro América en aquellos tiempos, parecerá increíble este acto que es de una autenticidad indiscutible Se ne– cesita el consorcio de una casta hidalga y una cultura superior que tratar así" en esos momentos, a un ene– migo político

Si acaso pudiera hacerse alguna comparación de Vázquez con gobernantes centroamericanos sería, -en el arte de gobernar-, con don Rafael Iglesias ambos cultos, ambos enérgicos, pero exentos de la vulgaridad machetona y atrabiliaria de los tiranuelos centroameri– canos

Cú.:mdo en el exilio, los gobiernos del Salvador y Costa Rica le hicieron tentadoras ofertas para recupe– rar el poder de HOl'lduras, contestó siempre con el or– gullo de aquel duque de Chambord, que renunciciba un reino por no cambiar el color de la escarapela blanca "Nada de condiciones"

Lástima grande que no se pueda por el momento, hacer al90 extenso y profundo sobre lci vida anecdótica de este personaje singular

Vaya relatar, algo que pinta el valor y sangre fría de Vázquez

En el cuartel donde él estaba, durante el sitio de Tegucigalpa, lIovfan las granadas de la artillería de los sitiadores Una de tantas, le lleva la taza de café que tomaba Sin inmutarse, ordena a su edecán que tem-blaba "Tráigame otra taza"

Cuando Regalado, Presidente del Salvador, lo llamó una vez para conspirar contra Zelaya, se verificó una escena repugnante Regalado estaba borracho y sabidas son las locuras que hacía en ese estado lla– mó a un General de su servicio, el General Mendizábal, y le dice "Saque su espada y atraviese al General Vázquez" que estaba sentado al frente de su escri– torio El General, que era amigo dé Vázquez, vaciló Se levanta Regalado, le quita la espada y empieza a tirarle puntadas al cuerpo sin herirle, diciéndole -Es Ud valiente, vamos a verlo Vái:quez, sin inmutarse ni moverse Jo dejó hacer hasta que la intervención de

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