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SALVADOR CAMACaO ROLDAN
Editorialista de "La OIJll1ióll". Bogotá, 7 de Junio de 1865
El nombre con que encabezamos estas líneas será uno de los más famosos que este siglo, rico en grandes hombres y grandes acontecimientos, transmitirá a la admiración y el ¡espeto de la poste~
ridad.
De los muchos hombres grandes a quienes la guerra, la diplomacia y la potítica han levan'a~
do sobre las alas de las pasiones humanas, ninguno, quizás, gozará de una historia y una fama, tan pura e imperecedera, como la de aquel que, controlando las turbulentas olas de la más colosal guerra civil de los tiempos modal nos, preservó el orden con libertad, y mantuvo la integridad de una gran República, :nient-ras los lazos de su sociedad se rompían en átoptos con el advenimiento de una nueva civilización.
Esto no será porque la historia lo presente blandiendo una flamígera espada sobre montones de enemigos muertos; o disponiendo en despóticos concejos del destino de los pueblos; o borrando y
cambiando las fronteras telritoliales; ni poniendo atrevidamente el pie sobre el desencadenado espí~
ritu liberal de su época; sino porque, como en todas las grandes revelaciones de la verdad a los hom– bres, el espíritu divino de una gran idea se el1earna en un ser humilde y lo inspira con la fe, el valor
y la perseverancia ¡para llevarlo seguro desde las olas del agitado océano -y a pesar de los vientos hostiles-, al puerto de la seguridad y el triunfo
la grandeza de Lincoln consistió no tanto en sus talentos que fueron más sólidos que brillantes; ni en su educación, que fue descuidada, como la de toda persona que, como él, nace y crece en el seno de la pobreza; ni en la sagacidad del político ni en la audacia del tribuno, o del reformador; sino en su humano buen sentido común, en la firmeza de su carácter, en la instintiva sagacidad con los que anticipaba el genio y las tendencias de su puoblo, en su dedicado patriotismo, en su genial honradez, en su sincera franqueza, en la serenidad de su espíritu, en su incomparable capacidad para seguir, sin nunca perder de vista, el hilo de los sucesos, y para adaptar sus esfuerzos a la magnitud
y la situación real de la crisis, y ¡para dar a la causa de una idea abstracta iodo el interés de su entu– siasmo y do su pasión¡ pero, sobre todo, en elevarse a sí mismo del campo angosto de un abogado local al inmenso campo de lels pasiones, de opiniones e intereses en conflicto, que se encendieron de planto ante él en la devor~dora conflagración de la guerra civil.
Que lucha más gigantesca que esa en los Estados Unidos? Qué hombres y qué intereses? Qué pasiones y qué recursos? Los altivos y orgullosos magnates esclavistas con 5US dos mil millones de dólares en carne hu.nana, con el orgullo del mando desde la cuna, con todas las riquezas que el tabaco, el azúcar y el algodón podían poner a sus órdenes; un vasto territorio atravesado de montañas
y surcado de grandes ríos; esclavitud y Ubertad; la ¡adeante avaricia y la desinteresada abnegación
luchan~o brazo a brazo; todos los exha.ordinarios descubrimientos del segundo cuarto de este siglo, cara a cara con el barbarismo de los pasadas e,os; el último legado del Viejo Mundo disputándose el camino de la marcha de las ideas del Nuevo; el alma de la vieja Europa y el corazón de la virgen Amé– rica; el pasado y el futuro en duelo a muerte en el más grandioso teneno sobre la faz de la tierra.
Para levantar en unos pocos meses, en una nación que habla perdido todos sus hábitos milita– res en una larga e ininterrumpida paz, un ejército de setecientos mil hombres; aumentar una marina de cuarenta a cerca de mil barcos en apenas tres años; obtener de un pueblo acosfumbrado a la eco~
nomía y a gastos anuales de cuarenta millones de dólares, recursos necesarios para enfrentarse a un gasto de dos millones y medio diarios¡ sentir el antes oculto odio de los déspotas, violentamente sil~
bando ahora sobre su rostro; ver la ambición y la traición saltando del seno, de donde antes solo había la sumisa adoraci6n del pueblo; escuchar, en medio del general tumulto, los más discordes con– seios, enfrentarse a todas est2s necesidades, todas estas dificultades, molestias y peligros, y
se– guir adelante, como Atlas, con el mundo sobre sus hombros, firme y lleno de fe hasta el fin, fue la tarea encomendada y heroicamente realizada por Abraham Lincoln y sus ministros, los Titanes, Seward, Chase, Stanton y Welles.
Desde el principio, Francia e Inglaterra quisieron reconocer la independencia de los confede– rados, pero tuvieron que encogerse ante la osadía de Lincoln, quien, a través de Seward, anunció que ese reconocimiento sería considerado como una declaración de guerra. los corsuios confederados es.. taban armados y listos para zarpar de PUOI'tos Ingleses y Franceses, mas ante la potenfe voz del Go– bierno Americano fueron capturados y detenidos. Fue necesario bloquear efectivamente una costa de 3,000 millas de exfensión; y la voz de Welles creó y lanzó sobre las aguas 960 barcos que cubrieron toda esa larga línea. Fue necesario gastar $750,000,000 anuales, y la varita mágica de Chase oncon– tr6 esos millones y los recursos para pagar los intereses y extjnguir el principal dentro de pocos años.
No habían 50,000 mosquetes cuando la guerra eomenz6, ni 4,000 hombres en las filas. La
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