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EN PARIS

HOMENAJE ARUBEN DARlO

RICARDO GALLARDO

Embajador de El Salvador

y Presidente del Comité Rubén Darío en París.

Los rrtodestos trabajos que inicié desde hace unos

diez años, de carácter privado, primero, y luego corno Pre~

sidente del Corrtité pro Rubén Darío, destinados a descu– brir, controlar y exponer las fechas de perrrtanencia de

Rubén Daría en Francia, así corno sus residencias parisi–

nas, rrte han perrrtitido concluir que habitó en la planta baja de este inrrtueble, situado en el núrrtero 4 de la rue Herschel, desde 1909 a 1912.

Aquí VIVID con su "acompañante" espa–

ñola, Francisca Sánchez del Pozo (falecida hace poco tierrtpo en un hospital de Madrid, a los 83 años) y con el hijo de arrtbos, a quien el poeta llarrtaba Güicho, durante ciertas es– taciones les hacía corrtpañía la herrrtana de Francisca, llarrtada María y la dorrtéstica de la farrtilia, cuyo norrtbre era Genoveva.

Aquí vino a establecerse durante el pri– rrter trirrtestre de 1909, sin por ello abandonar su cargo de Ministro ante su Majestad Ca±ó– lica Alfonso XIII. Desde aquí errtprendió dos viajes a Arrtérica, conservando el aparta– rrtento.

Realizó el primero de eSOS viajes en 1910, y llegó hasta Veracruz, en México, pasando por La Habana, corrtO Delegado del Gobierno

de Nicaragua, para conrnernorar el primer

centenario del "Grito de Dolores".

Mediante su segundo viaje, en 1912, sus ojos se recrearon con el espectáculo de la des– lurrtbrante Bahía de Río de Janeiro y se en– trevistó con sus queridos arrtigos de "La Na– ción", residentes en Montevideo y en Buenos

Aires. Desde la Argentina escribió CÓrrtO le hacía falta la calrrta y la tranquilidad de que solía disfrutar en esta casa parisina y que ya pensaba en el rrtorrtento en que volvería a ver a los suyos.

A su regreso, que tuvo lugar en dicierrt– bre de 1912, el poeta se rrtudó de residencia, sierrtpre en corrtpañía de sus caras gentes, para habitar en el núrrtero 133 de la rue Mi– chel-Ange, de Au±eui!.

aEs indispensable recordar que en aquel entonces el poeta estaba ya en la apoteosis de su gloria rrtundana? Ya la rrtayoría de los escritores de la época le habían discernido los rrtás altos currtplidos. El propio "Príncipe de las Le±ras francesas", Paul Fort, lo consa– gró durante una cena en el café Vol±aire, COrrtO si fuese uno de ellos.

Refiriéndorrte a las obras que publicó cuando habitaba en este apartarrtento, debo decir que conviene rrtostrarse particularrrtente cauto, ya que rrtuchas de ellas no salieron a la luz sino algunos años rrtás tarde.

Aquí redactó indiscutiblerrten±e a la glo-

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