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« Previous Page Table of Contents Next Page »de fidelidad, sólo el jefe fue fusilado, los otros fueron arrojados del campamento,
Cuando finalmente salió de Ensenada, Walker tuvo que dejar tras él a muchos que estaban heridos o enfermos El número de su fuerza activa era sólo de
130 Estableciendo sus cuarteles temporales en San Vicente, unas treinta millas al sur de Ensenada pasó diez días en la diligente búsqueda de naturales que qui–
sieran prestarse a sus propósitos I evolucionarias
Finalmente convocó una asamblea de 62 mexicanos, los
que fueron recibidos en un escenario tan impresionan–
te, como el ingenio, en aquella tierra pobre, podía ha– cerlo una guardia de honor, un vestigio de banda militar, y un despliegue de banderas de las nuevas repúblicas de Sonora y Baja California Hubo jura mentas de fidelidad, vivas y disparos de piezas de cam– po Una declaración escrita de leClltad preparada por la asamblea y dirigida a Walker, le permitía, como jefe
de la revolución, el forrajear y requisar provisiones
Cuando por fin, dejando una pequeña guarnición
en San Vicente¡ encabezó su reducido regimiento en la
marcha de 200 millas rumbo al Este, hacia el •ío Co– lorado, iban arriando una partida de ganado Les llevó dos semanas de cansado esfuerzo subir las escar– padas sendas de las Sierras y bajar casi hasta la boca del Colorado Por entonces iban en harapos, con las botas rotas Walker mismo había perdido una, y tu-
yo que improvisar una especie de sandalia en su lugar¡
dando un toque de grotesco a su pequeña figura en– flaquecida. Aunque estaban exhaustos, no tenían
otra alternativo[ decía, que seguir adelante En un
sitio de aquel árido lugar, encontraron madera con la que construir balsas El gran problema era si hacer que el ganado cruzara a nado el río que por allí corría ancho, profundo y rápido La respuesta la tuvieron una hora después Los hombres y algunos sacos de
maí:z cruzaron el río, pero el ganado que se echó al río
fue arrastrado y pereció
Estaban, por fin
f
en Sonora, pelo terminados,
casi sin alimentos, sin suelas en los zapatos, totalmente
sin esperanzas; Setenta millas río arriba, sabían que
estaba el Fuerte Yuma, bajo bandera Americana La mitad de los hombres no esperó la decisión de Walker,
sino que se desertó y comenzó inmediatamente la mar–
cha hacia el Norte Los otros esperaban que su jefe los guiara en la misma dirección A pesar del profundo resentimiento de sus hombres, él rehusó Un flaco espantapájaros, de ojos hundidos, de pie, en medio de otros espantapájaros, mantenía su dignidad militar, diciendo que daría sus órdenes a su debido tiempo De algún modo mantenía su dominio sobre ellos
Tres días después supo que no podía esperar ayu– da ni consuelo de los Sonarenses Sus hombres, bar– budos y muertos de hambre, se formaron en fila por su
orden, y en silencio le oyeron decir que se regresarían
a San Vicente, a traer a los compañeros que habían quedado allí, los que no podi'an dejarse en poder de los Mexicanos De San Vicente seguirían hacia el Norte, a través del desierto, a los Estados Unidos Ceñudos
escucharon, y obedecieron Volvieron a cruzar el río,
y trabajosamente comenzaron a subir los senderos ro–
callosos detrás de su jefe
VI
El 8 de Mayo de 1854 Walker cumplía treinta años Este fue el dí'a en que, con los treinta y cuatro hombres que le quedaban, se dil igió tambaleante hacia el puesto militar Americano al otro lado de la frontera en California Las últimas treinta millas habían sido bajo el ardiente sol del desierto, sin alimentos casi sin agua Acosados continuamente por los bandoleros mexicanos bajo el mando de Meléndrez, quien iba, siempro fuera de tiro de fusil, burlándose de ellos, era el toque final de ¡, onia a aquella marcha l'Aas aun
ahora, con su exhausta, remendada, y hambrienta
tropa, la conservación de la dignidad era importante para Walker Presentándose al comandante militar
en San Diego, manteniéndose erecto} (e dijo con toda
formalidad' "Yo soy el Cororíel William Walker De–
seo rendir mis fuerzas a los Estados Unidos/l
Fue llevado ante la Corte Federal en San Francis– co, por orden del Gran Jurado, acusado <:le violación de las Leyes de Neutralidad Su socio, Walkins, ya había sido juzgado por los mismos cargos, y condenado fue multado en $7,500, una pena ligera señaló el Juez, puesto que el principal interés de lo Corte era la vindi– cación de las leyes El filibusterismo, tal como lo veía la opinión pública, era una profesión condenada El rival de Walker, el Conde Raousset-Boulbon, había fallado
en otro intento de entrar en Sonora con una fuerza mi–
litar, y pi anta se encararía a un pelotán de fusilamiento El Mayor General, Jonn E Wool, nombrado reciente– mente al Comando del Departamento del Pacífico del Ejército de los EE UU, había hecho pública una orden del Presidente Pierce "Usted, con toda la habilidad po– sible, usará de los medios adecuados para descubrir la
preparación de expediciones armadas contra los países
con los que Estados Unidos están en paz, y cooperará,
celosamente} con las autoridades civiles en el mante–
nimiento de las Leyes de Neutralidad" Fue la vígi– lancia de Wool la que llevó a Witkins al Juzgado El diario Alta California se ufanaba en demostrar que las Cortes de San Francisco habían hecho "lo que New York y New Orleans omitieron hacer, para su descré– dito", mantener los leyes federales contra el filibuste–
rismo Todos los augurios parecían estar contra
Walker cuando, con Edmund Randolph de nuevo a su lado, oyó al secretario de la corte leer los cargos, a los que él contestó "No soy culpable"
El juicio fue pospuesto por cuatro meses, y fue puesto en libe. tad bajo la fianza de Randolph A pe– sar de su fracaso y de las puyas de los períódicos, la reputación de Walker parecía muy lejos de estar des– truída Sus leales que habían regresado con él de
México, cualesquiera que fueran sus resentimientos pa– ra con él como militar riguroso con la disciplina, no le
encontraban falla como hombre de lucha, y la prensa
de San Francisco comenzó a cambiar de tono Aun su
insistencia en preservar su dignidad militar bajo con–
diciones desesperantes, ahora se vefa bajo un aspecto
de simpatía Por dondequiera que iba era el centro
de respetuosa atención Sus amigos! especialmente
Watkins y Randolph, le animaban a entrar en la polí– tica, y lo persuadieron lo suficiente como para que re-
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