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auta de habeas corpus fue emitido por la Corte, y aquel fue dejado en libertad Su primer acto fue publicar "Una 'Tarjeta" en el HERALD, agradeciendo a aque–

llas personas que se habían unido a su causa, que era

la causa "de todo el pueblo de California" De los ar– dientes esfuerzos de Edmund Randolph, hablaba con

especial sentimiento "Sería una ceremonia ociosa el

que le diera las gracias", este ha sido un acto de inol–

vidable amistad El recuerdo de aquel acto afectaría,

cinco años más tarde

r

de manera profunda no so'lamen–

te el destino de Walker sino el de todo una noción Mientras la agitación menguaba, porecia que el único beneficiario del asunto era el HERALD Su circu–

lación creció, aumentó el tamaño de sus páginas para

acomodar mayor cantidad de anuncios y comenzó a sacar un semanario ademós del diario Mas Walker estaba consciente que aun no se había conseguido nada pqra la ciudad El crimen continuaba rampante Las cortes seguían su acostumbrado camino El ataque contra Parsons y el sistema judicial, sentía Walker, debía ser presionado A principios de Abril, apareció ante un comité especial de la Legislatura en Sacramen–

to para presentar un memorial sobre las instrucciones

de Parsóns al Gran Jurado El comité investigó el cargo y recomendó la acusación de Parsons, y el proce– dimiento llegó hasta el seno de la asamblea Allí, sin embargo, los amigos políticos del Juez pidieron inter– venir favorablemente, y después de un pasajero debate, se abatldonó la cuestión

111

El bajo mundo de San Francisco tenía sus propios

put1tos de vista en el

11

caso de desacato ll

,

como se le

llamaba, y los expresó con ferocidad En la noche del 4 de Mayo de 1851, Se desataron incendios en varios sitios de los distintos distrítos comerciales, produciendo una conflagración que destruyó totalmente veinte manzanas de edificios de madera, entre ellos la oficina y la imprenta del HERALD Bajo cubierta de la exci– tación las pandillas cundieron la ciudad y robaron y sa– quemron a su antojo

Fue una noche de terror y desesperación, y la esperanza que el caSo de Walker había despertado, desapareció envuelta en humo El HERALD perdió todo menos su espíritu de lucha Una imprenta que se haQía escapado del incendio fue puesta a la dispo– sicidn de Nugent, y éste logró continuar su publicación tres días después del incendio, la ira brotando de cada una de sus páginas, pidiendo "una polida de volunta– rios" Esta vez algo se hizo, y hombres armados de rifles comenzaron a patrullar la ciudad Toda la pren– sa de San Francisco pedía el castigo de los vándalos El HERALD fue más allá El 5 de Junio, salió con un editorial titulado "La Organización del Crimen en este Estado", en el que claramente aseguraba que los in– cendiarios eran conocidos de las autoridades y estaban recibiendo protección de los políticos, algunos de los cuales eran Catilinas que estaban empeñados en el dominio completo de la ciudad y el Estado Era tiem– po decía el Hera/d, "para una guerra general contra el crimen" El público, sin embargo, impresionado y te-

meroso

r

no estaba en ánimos de despertarse con c!ari–

das Se rumoraba que muchas personas respetables estaban preparándose para abandonar la ciudad La acusación del Hera/d de una gran confabula

ein política apoyada en una base criminal, vino a ha–

cerse más evidente aun, cuando cerca de tres semanas

después, bien avanzada la reconstrucción del distrito

arruinado, estalló otro incendio que destruyó más la

ciudad, de nuevo acompañado de innumerables robos Fue este incendio devastador el que proveyó el ímpetu inmediato para la formación del Primer Comité de Seguridad Pública, los Vigilantes, que finalmente des– truyeron las pandillas sólo para imponer su propio despotismo

IV

El Herald todavía sostenía su convicclan de que antes de que el orden pudiera ser establecido, las cor– tes debían librarse de ¡ueces corruptos de la calaña de

Parsons Su agenda estaba cargada de juicios, sin

embargo, él se ausentaba de la corte por días enteros

"Por cuánto tiempo debemos tolerar a este hombre?"

preguntaba Walker editorialmente La misma pre– gunta, a la inversa, estaba en la mente del Juez Par– sons, y él estaba en mejor posición de contestarla. Entre sus amigos estaba el notorio duelista, Graham Hicks, conocido por su mortal habilidad con el revólver Varios prominentes San Franciscanos habran caído a su puntería El era un hombreci¡o fuerte y nervioso, muy parecido a Walker en contextura Walker, dijo

Hicks, haDía insultado a vun amigo suyoll y tendría

que dar excusas o pelear El duelo era el deporte más popular de la ciudad y tan pronto como se supo del reto y la fecha del encuentro fue fijada, se reunió una gran

muchedumbre para presenciar el acontecimiento

El hecho de que Walker sostuvo cuatro duelos a

revólver en su vida, sin herir a uno solo de su antago– nistas, ha dado a creer que su punterfa era pobre, mas

tenía que ser increíblemente mala para alcanzar tal

récord y otros evidencias en contrario señalan en direc– ción opuesta Quizás no seo irrazonable pensar que

él hava tenido aversión a esta forma fría de matar, y que deliberadamente haya disparado al aire o al suelo

en la esperanza de que su oponente siguiera su ejem–

plo Esta costumbre era corriente entre los caballeros de New Orleans, como medio de satisfacer el honor sin derramamiento de sangre En uno de sus duelos, lIe, vado a cabo en San Francisco con W H Carter en la primavera de 1855, a ocho pasos, Walker fue herido

en un pie, una herida lo suficientemente rara para sugerir que Carter estaba tirando para errar o para

inflingir el menor daño después que Walker había fa– llado En el duelo con Hicks, también a ocho pasos,

Walker como siempre disparó primero, sin efecto algu– no Hicks, sin embargo no sintió obligación a la

noblesse Su tiro, con intento de matar,· atravesó la

parte superior del brazo de Walker, cerca del hombro, pasando cerca del hueso

Lo que siguió hizo gran impresión en los especta– dores Sin dar señales de dolor, Walker indicó a Hicks que debían hacerse un segundo tiro, pero antes de que

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