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« Previous Page Table of Contents Next Page »aicanzar niveles cada vez más altos Como ereatura, en cambio, en este empeño por desarrollar sus múlti– ples potencialidades, queda expuesto al peligro del or– gullo y del olvido de su finitud Las Escrituros nos muestron repetidas veces las ambiciones de hombres santos, fuertes y sabios, Como David, Sansón y Salo– món Los fracasos de muchos, hasta de las más pro– misares -Judas, Pedro, Pablo----- son, en el fondo, la respuesta divina ante la soberbia del hombre
Auténtico sentido del hombre
De la atenta reflexión de estos pasajes bíblicos extrajo ese auténtico sentido del hombre que Lincoln poseía, su ser noble y libre, no impulsado por la fatali– dad de un destino ciego, como simple figura de la tra– gedia griega, incapaz de descubrir su culpabilidad o su flaqueza primordial Es el hombre un ser prendido entre los limites del espacio y del tiempo, enrielado en el proceso histórico con posibilidades ilimitadas Ha– bida cuenta de su habilidad y de su capacidad creativa,
Lincoln se propuso transformar una situación histórica
lamentable sin caer en tentaciones demagógicas Lo que lo distingue de la mayoría de los políticos fue precisamente aquel don por el cual intuía clara– mente la falibilidad de la raza humana, a pesar de las circunstancias contingentes y puramente temporales Aunque sumergído en la complejidad de una situación turbia, gozaba de un sexto sentido, llegando serena– mente a decisiones prácticas con el desinterés de un observador imparcial En fin, el horizonte que servía de telón de fondo a sus apreciaciones ero tan amplio como el de las Sagradas Escrituras De ahí provinie– ron esas cualidades aparentemente contradictorias su visión perfecta de la grandeza y de la miseria del hom– bre Procurando discernir fielmente el fino hilo de la voluntad de Dios, Abraham Lincoln percibió la solida– ridad de aquella humanidad que condenaba despiada– damente cualquier atentado contra la igualdad de todos los nombres Heredero de una situación nistórica in–
humanal no la atribuía a generaciones anteriores ni
tampoco a quienes entonces defendían la esclavitud Por el contrario, se identificó con todo el pueblo en la culpabilidad, aguijoneándolo a reparar este delito na– cional
Lincoln na quiso ni fomentó la guerra civil Aceptó valientemente el sacrificio de naber sido la oca– sión próxima de esta catástrofe Se ha comentado que jamás antes en la historia hubo una -guerra por motivos más desinteresados y humanos No obstante, el único consuelo que le quedó como jefe del país donde se produjo este baño de sangre fraternal, fue su creen– cia de que aquello era la voluntad manifiesta de la Providencia De esta dependencia absoluta de Dios emanaba esa mezcla de justicia y caridad, inflexibilidad de principios junto a un espíritu eminentemente conci– liador, de su energia numo na desbordante con una invencible fe en el Todopoderoso
Desató el nudo gordiano de las responsabilidades personales no a ciegas ni forzado por condiciones am– bientales, sino con dignidad y libertad Muy cristiana fue su actitud política frente a la esclavitud de los negros como algo verdaderamente intolerable y no pro-
ducto de un fatalismo inexplicable y, por otra Parte suficientemente clara para la conciencia de los qU'
estaban implicados en esta situación conmovedorae Orientada su vida por ideales situados más allá de I~
natural y lo visible, Lincoln podía gozar de un punto de referencia en que la libertad numana aparecía a sus ojos no como algo trágico, fatalista o ilusorio, sino como algo responsable y susceptible de reformas beneficio_ sas.
Igualdad de oportunidades para todos
Al pretender bosquejar la persona de Lincoln cabe preguntarnos ¿qué lecciones encierra su viCIa, s~
carácter, su política? Ante todo, mientras más se es– tudia su persona y su filosofía, más se desenmascaran las pretensiones ambiciosas y la disfrazada vanidad con que se empequeñecen hasta las más nobles causas. No se requiere realmente mucha imaginación para ver que la esclavitud no cabe lógicamente en un país ma– nifiestamente democrático En nuestro siglo, de indu– dable raigambre democrática, se oyen par doquier estentóreas voces en defensa de la libertad, de la igual– dad y de la justicia Los que viven detrás de la cortina de nierro, mezclan sus voces con las de los pueblas occidentales para proclamar los derecnos numanos fundamentales Pero no podríamos decir lo mismo de la mayoría de los gobernantes que actualmente Ocupan un puesto de la categoría de Lincoln, por la sencilla razón de que carecen de su clarividencia, de norizontes trascendentes y de su confianza en la mano directiva de la Providencia Con muy pocas excepciones, tales personajes definen como enemigos de los derecnos hu– manos a todos aquellos que no comparten sus opinio' nes Uno busca en vano en sus hecnos y dicnos un respeto humilde y sincero para quienes estén en desa– cuerdo con sus propias convicciones.
Actualmente la revolución desencadenada par Lincoln en pro de la "igualdad de oportunidades para todos", la está promoviendo no sólo su país nativo sino también América Latina y el mundo entero Tal re– volución ocasiona, desde luego, muchas fricciones y no poca incomprensión dentro del mismo continente, del mismo país, de la misma religión, dentro del mismo partido política y hasta en el seno de una misma fami– lia Aunque es natural se produzcan desacuerdas y
sentimientos apasionados cuando se trata de la apre– miante cuestión de los derecnos numanos, no obstante, comparado con el ejemplo de Lincoln, la mayoría abru– madora de nosotros nos avergonzaríamos de nuestra intolerancia y presunción en nuestra visión de la verdad. Por eso la figura de este singular estadista proyecta SU
sombra sobre nuestro siglo, delatando nuestras solu– ciones retóricas y antojadizas. ¿Quién puede escu– driñar el corazón de otro ser numano, cuando el mismo
nombre es incapaz de descifrar sus propios motivas? Por esta razón Lincoln jamás se atreviá a erigirse en juez de cohciencias ajenas. Hizo en cambio mucho nincapié en la distinción entre lo debido e indebida a cada individuo, negándose rotundamente a juzgar con dureza a quienes contradijeran su concepto del dere· cho La esclavitud era una tragedia social en la caul todos los ciudadanos estadounidenses estaban igual.
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