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ideas que flotan todavía vacilantes en el mar de lo opinión público".

Sucedió por este tiempo el incidente con don Justo

Facio que terminó con un rosgo humorístico muy de Guzmón. Focio quedó muy disgustado con Guzmán y Ortiz por los explicaciones que éstos dieron de lo rescisión del controto con aquél. Esto dio origen o un altercado por lo prenso, en el cual Focio, boja su firmo, atacó fuertemente o los redactores de El Día.

Guzmán y Ortiz enviaron dos amigas o don Justo Facio poro que arreglaron lo discordia, y como éste se negara o dar explicaciones, se concertó el duelo. Echado lo suerte, tocó o Guzmán presentarse en el

campo Sin embargo, lo policía estaba en autos y por.

dos veces evitó el lance. Con esto los padrinos diéron. lo por terminado.' ; Con todo, ocurrió que en uno de tontós, antes que llegara lo autoridad, yo en el campo y todo a punto. los testigos trotaron de solucionar amistosamente eí conflicto y luego de haber hablado con Focio, anuncia, ron a Guzmán que habían encontrado moda satisfacto. rio de acabar con el lance Poro evitar el ridículo, el duelo se llevaría o éfecto, pero Facio se comprometía a no apuntar a Guzmán cuando disparara

-Prefiero que me apunte -contestó éste_, porque si no, me mato

84 - La tragedia del 9 de Septiembre de 1892

Desgraciadamente, El Día tuvo pocos de vida Y

no sólo eso,. sino fue feneció o consecúencio de una tra–

gedia que se llevó o lo otra vida a uno de sus directores Moderados y pulcros iban saliendo los números del pequeño diario, pero esto que contribuía o hacerle ambiente propicio, marcó su sino trágico Desde sus

comienzos se creó mal ambiente como periódico semi–

oficial, fue muy combatido por rivales envidiosos, y no faltó iI éstos manos criminales qua se prestaran 01 ose· sinato con fútiles pretextos, pero con el verdadero pro· pósito de acabar con el periódico.

El delito que mereció a los redactares de El Día

riguroso sentencia de muerte, fue haber reproducido un artículo que tomó de La República, de Guatemala En él se examinaba lo conducta pública del ex·Presi· dente Fernández de Costo Rico, pero sin que El Día

agregara nado de su cosecha a la reproducción

Cuando los redactares de El Día se dieron cuento de que el artículo había caído muy mol entre los pa– rientes del ex.Presidente, declararon que, lejos de abe· decer o máviles pasionales, lo reproducción tenía por

objete> hacer saber al pueblo costarricense cómo se juz·

góbó en el exterior o sus hombre.s y su política , No bastó sincerarse cón tan acertadas razones El interés y el odio estabar, de por medio, y estas pasio·

nes sólo se socian con él ó-imén

Manuel Fernández Guardia, Enrique Roiz, Carlos y Ernesto Pinto fueron los autores del tenebroso aten-tado -, Lo tarde misma del asalto, cuando Guzmán y Ortiz dejaron lo redacción, se fueron a uno caso esqui· nera dónde les habían indicado que encontrarían un taller de carpintería o proponer que les hiciesen una meso que necesitaban poro escritorio Llegados allá, les dijo el carpintero

-Se han equivocado; es verdad que esto es uno carpintería, pero aquí sólo fabricamos ataúdes

-¡Oh! -replicó Ortiz-, no es eso lo que busco· mas, por' ahoro no necesitamos de ellos

De olJí, mismo, y 'luego de dichos estos frases, sigUieron poro lo calle donde en breve quedaría des· mentida lo hUmorístico respuesto del escritor

Eron los cinco y medio de lo tarde del 9 de Sep· tlembre de 1892 Ambos periodistas se encaminaban al

Hotel/ntemaeiona! donde vivían; marchaban el uno en pos del otro, par ser muy estrecho lo acero en oque·

110 calle Guzmán iba distroí'do, leyendo uno hoja im· preso. De pronto se vieron acometidos por varios hombres armados de garrotes y revólveres, y antes que pudiesen defenderse ni aun con los paraguas, únicos objetos que portaban, fueron heridos y derribados en

tierra

Uno bolo de revólver calibre 38 atravesó a Ortiz de porte o porte, perforándole el pulmón izquierdo, el estómago y el higodo.

La herido de Guzmán 'ero, al parecer, más peligro– so Uno bolo semejante o lo que lesionó o Ortiz le penetró o un centímerto de la columna vertebral, le atravezó el pulmón y se cilojó en el hombro izquierdo Sin p~rder su humorismo, dijo o Salvador Calderón R cuando éste la llegó o recoger del suelo "-Amigo Calderón, esto es peor que el Cólera morbo" El Cólera estaba dando duro por esos días

El desgraciódo Ortiz murió al día siguiente; pero Guzmán, cuyo herido parecío más grave, luchó victo' riosamente con lo muerte

Don Anselmo H. Rivos, también desterrado, en Cartago, no bien supo el trágico suceso, se trasladó IJ

Siln José paro estor más cerca de su amigo en aquella horo de dolor El nos refiere estos momentos amorgas de lo vida de Guzmán que pusieron o pruebe igualmen· te su volar y su catolicismo práctico y espontáneo .

Refiere Rivos que ero ton delicodo el estado de

Guzmán que los médicos que rodeaban su lecho renun· ciaron o practicar irív~stigociones sobre la herido, di· ciendo, como si hablasen en presencia de un cadáver -¿Poro qué molestarlo si no hoy remedio y es asunto de poco tiempo?

Guzmán oyó esto sentencio porque no había pero dido sus facultades mentoles, pero permaneció inalte– rable, arregló sus asuntos espirituales y temporales, 'y no perdió un momento su ingénita jovialidad. Sólo el recuerdo de su familia y lo incertidumbre de lo suerte del compañero perturbaron su tranquilidad 'en aquellos días de batallar con la muerte. El desenlace fatal de lci tragedia por lo que hacia o Ortiz, le fue ocultado cuidadosamente hasta que estuvo fuero de peligro.· • Cuando vio Ilegcir o Rivas, le dijo

-'Escribale a 'lo Belo que ayer me confesé con el ·Podre Birot ella conoce o ese silcerdofe"por haber da· do conferencias en Granado, y lo noticio le causará gran sotisfoació".

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