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EDUCACION UN MUNDO CAMBIANTE
J. GEORGE HARRAR
Presidente de la Fundación Rockefel1er
Disparidades entre los varios sectores de la sociedad, basadas en la riqueza, en la po– sición social, en la educación, y cosas semejantes, menos frecuentes a medida que los extremos económicos se han minimizado y la educación superior se ha hecho casi gen~ra\.
Aunque la retrospección ha sida algunas veces descrita cama un incipiente grado de senilidad, estoy inclinado a hacer algunas comparaciones entre la pri– mera graduación a que asistí -la mía propia- y la que se está llevando a cabo aquí hoy. En aquellos días ya en el pasada lejana, el automóvil predominan– te ¡¡;Q el Ford Modelo i, rezongonamente, dándole poso a los primeros MOeJelos "A" Las gentes que se atre– vían a viajar en las pocas líneas aéreas que entonces habran eran considerados como locps Los radios eran voluminQsos, y generalmente de baterías, y la televisión no se había inventado. Pero los negocíos eran bue– nos, había empleo general, la economía nacional era boyante, y nadíe sQspechabo que una depresión serio estaba a la vuelto de la esquina
En IQS fino les de la eJécada de los Mas veinte, el mundo genero(mente estaba en paz y lo sQlud y la prosperidad eran los dos intér.eses primordiales Nues–
tr~propio población, era entonces relativamente pe– queña, y habían setenta millones de personas menos de las que hay ohora Había Campa ppra todos, y como resultac;io de ello la vida tenío un sabor rural Las di- . versiones y las recreocióne~, erqM proveídos por nues– trQ ámbito natural -.-.la caza, la pezcá, la náutica, la natación, el excursionism'1'-- y nos considerábamos con cJerechos hereditarios a ellas, y a muy pocos de noso– tros nos eran extrpños los b<i>sques, los campos y (os ríos Eramos por lo general optimistas y nos sentía– mOS amenazados por muy pocas cosas que no fueran los posibilidades de que por nuestras propias culpas, o por alguna desgracia personal, no pudiéramos abrirnos campo en el mundo
En aquellos díos nuestra comunidad universitaria
y colegial, estaba creciendo, mas solamente una peque– ña minoría de graduados de la escuela superior, prose– guían su educación formal hasta la culminación de una carrero. Aquellos que lo hacian, eró probable que lIe– ,garan a ser los jefes de sus comunidades doctores, abogados, profesores, clérigos, y hombres de negocios La posesión de un título marcaba a una persona a la probabilidad de un logro especial Sin embargo, era aÚn posible que los padres aconsejaran a sus hijos, --como algunos lo hacian- que era mejor abandonar los ribetes de una educación supel ior y comenzar a tra– bajor directamente a la salida de la escuela Gracias a sus propias habilídades y a las oportunidades osequi–
~Ies en una economía creciente y al sistema de libre empresa, muchos de esos muchachos tuvieron éxito En 1964 el contraste es dramático Nuestra po– blación se ha multiplicado y con esa multiplicación,
nuestro ámbito natural parece haberse reducidQ. Además, un número aún mayor de personas le ha da– do las espaldas a ese ámbito natural En 1930 el 56% de nuestra población vivía en las ciueJades y el 44 %
en áreas rurales Hoy, el 65% de nosotros vivimos en . centros urbanos y solamente el 35% puede cO'lsiderar– Se que vive en áreas rurales El desplazamiento masi– vo a las ciudades y la casi sorpresiYo y simultánea huidQ de la clase media a las comunidades suburbanas, con– sideraeJos apenas como dormitorios, han complicado grandemente nuestro organización social, para no mencionar nuestras normas de tránsito Nos enfren– tamos a una aparente paradoja estadística' lo qtle que– da de nuestra población rural ya fijamente en camino hacia las ciudaeJe. y al mismo tiempo que la población residente de las áreos centrales de muchaS ciueJoeJes va en descenso La paradoja se explica en términos eJe la "expansión urbana" -¡destrucción de IQs frOnteras entre la ciudad y el campo y er\tr~ las ciudades mi$mQs
y la CI eación de enormes áreas mlmopofitanas
Obvias disparidades freCUentes entre I,)S vprios sectores de la sociedad, basados en la riqueza, en la posición social, en la educación, y cosas seniejontes, han venido a ser menoS frecuentes a medido que los , extremos económicos se hl!m minir1iizélcJ6 y la ecJucación superior se ha hecho casi general La mélyoría de los modos de pensar de lós cjiYersos estgmentos han pa– sado de moda; los valores que poreck", clélros e irrefu– tables a los de mi grupo de gradu"lción, están ahora en duda 'y estas han sido reemplazados, no tanto por nuevos modos de pensar ni por valores, sino por inte– rrogantes
En ocasiones como estas, ya no es posible pronun– ciar el tradicional discurso de "tener el mundo en la mano"; o si uno intenta hacerlo, es bajo el entendicjo de que la naturaleza del mundo ha cambiado radical– mente ' Uno puede ver con un sentido de dolor los cambios que en sólo una generación ha arrasado con
el consejo, "Vete al Oeste! joven", si él lo sigue¡ sim–
plemente se encontrará con más gentes --'y quizás con más humo de fábricas Ni tampoco puede ya más de– cirse que hay campo ilimtado en la cima del éxito y que la histpria de Horacio Alger es válida hoy, cOmO se creí'a (o era al principio de este siglo
No es mi intención ser pesimista, aunque en estos días es muy difícil resistir lo tentoci6n de serlo Real– mente yo crea que es un momento interesante de la vida y que es uno edad que está llena dé oportunida– des Estoy convencido sin embargo, que 16s retos del -13-
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