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« Previous Page Table of Contents Next Page »Vicente Quadra
Don Vicente Ouadra era diferente. Hom– bre de hogar y hombre de nlundo a la :vez, pero con cierto gesto de abandono, de indife– renie. Hábía leído desordenadam.en±e y sus ideas tenían ese desorden aparente. Com.o que quería creer y corno que no podía. Su lectura 'favorita era "EI judío errante" y san– tificaba.. los domingos con "El Mártir del Gól– gota" . 'Cualquiera creería que era un Don Nadie. .'.El hombre era sencillo, hasta humil– de. Tenía el complejo del color. Don An– selmo era. un negro enorme y con una vani– dad justificada de su tamaño. Parecía abi– sinio, y su falen±o no parecía, sino que era griego legHi.Ino, claro, hondo, brillante.
Un dí~ anlaneció don Vicente hostigado de su partido, las mismas caras, las mismas zalamerías. Quiere patria, hacer gobierno, quitarse del caIhino trillado. A veces los Pre– sidentes piensan aSÍ, pero ahogan los pala– ciegos las buertas intenciones. Es la farrtosa parábola del SeJ:nbrador. Don Vicente quie– re llevar la inquietud eterna de Jer~z, del fue– go que le quenla sie:rnpre. Un leonés ex±ra– ño: iodo acción, -no era perrneab1e, era Oriental casi-. Jerez todavía es discutido y lo será sienlpre, porque tenía una inteligen– cia brillante y m.uchas almas. Félix Ramón Parajón sonreía con desdén y con nlalicia viendo cavar la tierra para echar los cimien– íos de la esfatua de Jerez.
Don Pedro llegó preparado y propone a don José Joaquín Ouadra. Discu±en. Don Pedro dirige a los suyos con solo las miradas. Es taim.ado, capaz, ignorante; dice haiga, pe-
. ro' m.aestro insigrte en la difícil ciencia y arie de la política. De la política nuestra que es la más difícil porque es artera y sin leyes y
sin entrañas. .. Discu±en y discuten, y no se ponen de acuerdo. Se evapora, se arrecues– ta don Fernando, está sobre ascuas. Don Pe– dro no se alfera, se hace más habilidoso, más untuoso. No sabe bien el idiom.a, pero lo que sabe lo usa a maravilla; juega con las palabras COnlO el malabarista con la bola de cristal. Por úHinlo don Fernando, cogido, inerme, atrapado corno un ratón, apela a la ±eairalidad granadina y poniéndose de pie y engolillado, propone: "Mi úl±Ín1.a palabrá1 Don Vicente o el desastre", y se retira del des– pacho.
"La merece!, dijo uno que pasaba. Sí y
nó afirmó el de la incertidunlbre. Ese es ±o–
davía el juicio más certero; sí y nó. La filo– sofía de Schopenhauer. La vida pública del Dr. Máximo Jerez.
Hemos vivido un concepto falso de la vi– da. Nos' engañanlos unos a otros. Los que leen cuentan falsedades y los que oyen las re– piten 'Y así se va haciendo la historia. Re– pugna al nicaragüense la verdad y le gustan
los cuentos. de hadas. Son niños a-randes.
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Fernando Guzmán
A don Fernando se inlponía su nlujer. Doña Fernanda Selva tenía un talento burbu– jeante de familia. Era descreída, nlordaz, valiente. Tenía que ser así para ser nlujer de un hOnlbre de talla COnlO don Fernando. No le hubiera lucido otra clase de nlujer. Son raros los contrasentidos, porque Dios es quien hace las parejas. Nace tal nlujer para tal hombre y cuando no quieren hacer caso a. Dios, viene el desequilibrio en la vida y, o el hom.bre es un tonto, o la nlujer es una inconforme y se va por el atajo.
Doña Fernanda ha pronletido a su pa– riente Roque Souza que será el candidato ofi– cial y lo que ella quería era ley de la Repú– blica. Era exigente, y qué nlujer no lo es? Pero don Fernando tiene pronletido a otro la Presidencia y cuando ella dice esto,,,, él dice aquello. Durante el almuerzo insiste pero él no cede. Don Fernando: que no, porque no conviene y doña Fernanda: que sí, porque sí.
En la mesa don Fernando habla, insiste, está acostumbrado a com.entarlo fado· con ella, o oír los graciosos juicios de ella, a reír en coro, pero doña Fernanda se hace la re.;. senfida y, o no contesta o finge no oír. El tiene que ceder para recuperar la confianza y el cariño de su m.ujer, pero El Cacho lo sabe iodo y un día llegan los Notables al Palacio. Los Notables tienen que ser los granadinos con don Pedro a la cabeza. En el ala Orien– tal del caserón que hacía de Palacio, vivía el Presidente con su fam.ilia. Un centinela en el zaguán, descalzo, con quepis y cacerina. A don Fernando le gustaba chocar el fusil cuando el centinela se le presentaba. A fo– dos los Presidentes les gusta. Sonríen cuan– do el centinela hace el saludo aparatoso. El Gral. Mancada. que era nlitad carne y m.itad hierro, mezclado con oro puro, se sentía ha– lagado cuando un centinela yanqui golpeaba con sus nlanazas la guarnición del rifle para haperlo resonar al paso del Presidente. Se relajaban los nervios de acero y de aquellos ojos duros salía como relám.pago la sonrisa de satisfacción. Yo lo vi muchas veces.
Llegaron los Notables y hubo que llevar más taburetes a la oficina del Presidente. Se va a tratar de la sucesión presidencial. Hay un ambiente de seriedad. Don Fernando es– tá nervioso. Se acuerda de las exigencias de su nlujer. Se revuelve y saca el pañuelo, para nada, para disimular. "
Insinúa a Roque Souza; dice que es muy
honrado, muy valiente y muy leal. Pero ha–
bla suave, sin fuerza de convicción, sin segu– ridad. No quiere imponerse.
mos noso±ros en las ma.noS. ¡Hay que plas– nlar hombres!
De los hOnlbres del pasado es de quienes hay que ocuparse, conocerlos, revivirlos, ha– cerlos andar, hablar, discutir. Eran verdade– ros hOnlbres; guerreaban, leían, pensaban, se odiaban y frabajaban.
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