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Sentados, de izquierda a derecha: Gral Emili~no Cha· morro, Dr. Gerónimo Ramírez Brown, Dr. Ernesto 80– lórzano Thompson, Don Adolfo Díaz, DI'. Fernando Sa·

casa. De pies: Dr. Enrique Navels Arana, Dr. Raúl Lacayo Montealegl."e, huéspedes de Don Adolfo en el Ues·

taurante Madrillon, en 'Vashillgton.

Don Adolfo y su sobrina Daisy Soló¡-zano de l-ereira.

Don Adolfo y su sobriJ Dr. EI'nesto Solórzano '1'

En New York, en Washington, en San Jo·–

sé de Costa Rica, lugares donde su peregrina–

ción de e~t:ilado lo llevó a vivir, la nlesa de

Don Adolfo síen'lpre e,s±uvo de n'lan±eles lar–

gos par~ sus co:mpaftio±as, sin distingos de colores políticos, en °Fornos", en "El Diván Parisién", en el "Rbúgh Riders" del Ho±el

Roosevel±, en el "Peacock Alley" del Waldorf

Asforía, en el "Blue Room.." del Mayflower,

en el ' 'Madrillon" del Washington Building,

en el Counfry Club y en el Club Unión de

San José de Costa Rica.

Cuenta Don Vic±orino Argüello que el Presidente Díaz le mandó a ofrecer el cargo

de Adminis±rador de Correos cu.ando llegó a Nicaragua a uHimar los detalles de su ma– ±rirnonio con Doña Rosi±a Solórzano, después de haber servido a Nicaragua co:mo Encarga– do de Negocios en El Salvador, ante el Go– bierno del Doctor Manuel E. Arauja, hasta

principios de 1913.

Don Victorino, por medio del portador

del ofreciInien±o, General Antonio Reyes, pu–

so la condición de que no se le pidiera que violara la correspondencia. Muy grabada

en su mente tenía Don Viciorino la anécdo:í:a de aquel que había escrito a, su familia ad–

virtiendo tuviesen cuidado al contesiar por– que en la Administración de Correos de Ni– 9aragua, la correspondencia se abria y que ese precabido sujeto, a los pocos días, había recibido, ason'l.brado, una caria del propio

Adm.inis:trador de Correos en' que le decía:

A su hospitalaria mesa se sentaban, en

ameno convivia, liberales y conservadores, y

todos lo hacían "arriba de la salir, pues aquel señor no acos±uIT\.braba, corno los señores de la Edad Media, sentar a aquellos que consi– deraban de menor rango de nobleza "abajo de la sal".

En una ocasión el General José l'Aaria 1-v1oncada, a quien Don Adolfo Díaz salvó le vida al inicio de la Guerra de Mena en 1912 escribió: " . . . Si caballeros hay en este lU un do, uno de ellos es, Adolfo Díaz".

HEs completamente falso de que aquí se vic le la correspondencia'

t.

En can"1bio, la respuesta que recibió Do'

Viciorino de pqr±e del Presidente Díaz, fue 1 siguiente: "Dile a Victorino que yo me COI

fen±o conque a m.í no me abra las cartas".

No entré con pie derecho, sin embarg( en luís nuevas funciones. Al llegar a la Nl mero Uno, entonces Casa Presidencial, arel dirle las gracié:ls al Presidente por mi recieJ ±e nombramiento, encontré la primera que:

de rni oficina: . El Doc±or Máxüno H. Zepee

había escrito al Doctor Alfonso Ayón ofr

ciéndole en nombre del Presidente, 'el MinJ

ferio de Gobernación, pero corno después ( varios días no se había recibido su respuesj habían tenido que preguntarle por ±eléfol

por qué no eon±estaba y la respuesta del I

A yón fue que no había recibido carta a1g na. "¡Ajilirnolis!11 comentó el Doctor Ben:

mín Cuadra, Secretario Privado, entre las sas y burlas de focios los concurrentes.

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