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REVISTA CONSERVADORA

dedica es/te número a la memoria del Presidente John Fitzgerald Kennedy.

La personalidad del Presidenlte Kennedy se había destacado por su dedica– ción al trabajo en pro del bienestar de los pueblos, de la dignidad de los hombres y de la paz mundial. No escatimó esfuerzos y sacrificios para alcanzar tan altos objetivos y en medio de esos empeños llegó la muerte trágica -en forma de una bala asesina, el 22 de Noviembre de 1963, en DalIas, Texas- a cortar en flor su vi– da abierta a la esperanza de un mundo mejor. Con su vida y con su muerte se in– mortalizó en la historia.

. Su violenta desaparación dejó al mundo entero atónito y sorprendido. Los sentimientos de pesar han sido universales. El hecho de que su sangre derramada haya salpicado a su bella y joven esposa, da un tono más dramático a la tragedia. Mas esa aparentemente frágil mujer nos ha dado una gran muestra de entereza y esrtoicismoespartano. Cuando en medio de sus contenidas lágrimas y las palpita– ciones de su corazón destrozado, presenció el juramento del Vice Presidente Lyndon B. Johnson como sucesor de su esposo a la Presidencia de la República, de– be haber pensado en las palabras de James A. Garfield -el que habría de morir también asesinado- cuando en la mañana de la muerte de Abraham Lincoln en 1865, dijo en el Congreso como Diputado por Ohio: "Compatriotas, Dios reina y el Gobierno de Washington todavía permanece".

La activa gestión del Presidente Kennedy en los 34 meses de incansable

ej~rcicio de la Presidencia, -que puede apreciarse en la variedad de temas de los discursos que eXltractamos en este número-, era movida por su profundo interés en que la Nueva Frontera, que su dinamismo político había abierto a su patria, alcanzara a todos los rincones de la tierra y a las altas esferas del espacio.

"Todo esto' no podrá conseguirse en los primeros cien días, ni podrá conse– g'uirse en los primeros mil días ni en el tiempo que dure este Gobierno, ni !tal vez

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