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e~til1'la de todo, de re~ponsabilidad democráti~a en la .sa– fsfac ción de sus propias esperanzas, no hubiese habido
~astro ni proyectiles diri~idos en Cuba, ni hu~iese ~abido
ecesidad de que los vecinos de Cuba hayan incurrido en
~nl1'lensos riesgos Ipára resistir a la amenaza de agresi6n desde aquella isla.
Sólo hay una forma de evitar el tener que afrontar problemas si~H~res e? el futuro: . ~stablecer en todos los países de Amerlca Latina las condiciones de esperanza en que los pueblos de este continente sepan que pueden forinar un futu¡'o mejor para ellos mismos, no por medio de la obediencia a las órdenes inhumanas de una ideolo– gía foránea y cínica, sino a través de la propia expresión personal, el juicio individual y los actos de la ciudadanía responsable.
Como americanos, reconocemos desde hace mucho tiempo lo legítimo de estas aspiraciones; en meses recien– tes hemos podido apreciar, como nunca, su urgencia y, según creo, los medios concretos para su realización. En menos de dos años, el Iprograma decenal de la Alianza para el Progreso ha pasado a ser más que una idea y un compromiso de gobiernos. El esfuerzo inicial necesario para desarrollar los planes, para organizar ins– tituciones, para ensayar y experimentar ha demandado, en sí, y logrado, una nueva consagración: la consagración a una inteligente !transacción entre las formas antiguas y nuevas de vida. A la la'r9a, será este esfuerzo, y no la amenaza del comunismo, lo que determinará la suerte de la libertad en el hemisferio occidental.
Estos años no han sido fátiles para grupo alguno en la América latina, No hubiese sido más fácil un cambio similar en la orientación fundamental de nuestra propia sociedad. Lo difícil de los cambios a realizar hace más alentador el éxito de muchas naciones de América latina en el logro de reformas que harán que sus estructurClS fundaml,'lntales -económicas y sociales- resulten más eficientes y, al mismo tiempo, más equitativas.
Sin embargo, sOn ya visibles algunos impresionantes logros. Expándese la construcción de nuevas viviendas en la mayoría de los países de la región. Aumentan rá– pidamente los medios educa,tivos. El trazado de caminos, especialmente en las zonas agrícolas, se acelera con ritmo rápido. Con foodos norteame'ricanos se están distribu– yendo más de dos millones de Iibl'os de texto para com– batir el analfabetismo de más de la mitad de los 210
millones de habitantes de América Latina. En los países adheridos a la Alianza para el Progreso, la dieta de ocho millones de niños y madres se ve complementada con los Alimentos para la Paz, de los Estados Unidos, y esta cifra debe llegar a casi 16 millones el año próximo.
En el norte del Brasil, afectado por las dificultades, y en el marco de un acuerdo con el Estado de Río Grande de Norte, está en ejecución un plan para preparar 3.000
maestros, construir 1.000 aulas, 10 escuelas vocacionales, 3 eStuelas normales y 4 centros de adiestramiento de
~aestros. En Venezuela, se trabaja en un proyecto para Invertir 30 millones de dólares que permitirán eliminar los banios bajos. En Bogotá, Colombia, se está elevando en el lugar que ocupaba un aeropuerto, una nueva ciudad para 71.000 Ipersonas que construyen sus propios hogares COn el apoyo del Fondo de Progreso Social.
Este año recibí una carta del señor Argemil Plazas
~arcía, a quien conocí en Bogotá en oportunidad de Inaugurarse un plan de viviendas de la Alianza. Dice: "Hoy vivo en una casa con mis trece hijos, y nos sentimos muy felices de vernos libres de aquella pobreza y de no ambular ya como parias. Ahora tenemos dignidad y libertad, " Mi mujer, mis hijos y yo le dirigimos esta humilde carta para expresarle la cordial gratitud de estos amigos colombianos que tienen un hogar en el que pue– den vivir felices". Tienen importancia aún mayor, a largo plazo, los numerosos comienzos de obras de auto– ayuda y reformas que son ahora evidentes.
Desde 1961, diez países latinoamericanos -Argen– tina, Brasil, Colombia, Chile, Costa Rica, la República Do– minicana, El Salvador, México, Panamá y Venezuela– han adoptado reformas en la estructura de sus sistemas impositivos. Doce países mejoraron sus leyes y la admi– nistración de sus impuestos a los réditos.
En Venezuela, en la Re¡pública Dominicana y en dos Estados del Brasil se han emprendido nuevos planes en gran escala para mejorar la utilización de la tierra y la reforma agraria. Planes más limitdos están en desarrollo en Chile, Colombia, Panamá, Uruguay y América Central. Seis países latinoamericanos -Colombia, Chile, Bo– livia, Honduras, México y Venezuela- han presentado proyectos de desarrollo a la comisión de peritos de la Organización de los Estados Americanos. la comisión ha considerado e informado sobre los tres primeros y pronto dará a conocer sus puntos de vista sobre el resto.
Visto contra el telón de fondo de décadas de negli– gencia -o, en el mejor de los casos, intermitentes olas de atención a los problemas básicos- el comienzo logra– do es alentador. Quizá lo más significativo de todo sea el cambio en el corazón y en la mente de la gente; la creciente voluntad de desarrollar a sus países. Sólo po– demes ayudar a los latinoamericanos a salvarse a sí mis– mos. Por eso es que los dirigentes latinoamericanos responsables deben responder a esta voluntad Ipopular con un mayor sentido de urgencia y decisión, para evitar que las aspiraciones se conviertan en frustraciones y las espel'anzas en desesperación. las leyes pendient~s. de reforma deben ser dictada6; los reglamentos ya en los libros deben ser puestos en práctica; los mecanismos para la realización de los proyectos deben ser organizados y afianzados. Estas medidas no son fáciles, como nos lo enseña nuestra propia experiencia, pero deben ser toma– das.
Tenemos el Ipropósito de concentrar nuestro apoyo a la América latina en los países adheridos a los principios establecidos en la Carta de Punta del Este, y de colaborar con nuestros vecin6s para indicar más concretamente los cambios de política, las reformas y las medidas de auto– ayuda necesarias para que nuestra ayuda sea eficaz y la Alianza tenga éxito. la recomendación de la Comisión Clay, en el sentido de que continuemos expandiendo nues– tros esfuerzos por alentar la integración económica dentro de la región y el aumento del comercio entre los países de América latina, tiene un gran mérito. la decisión de los presidentes centroamericanos de avanzar valientemen– te en ese sentido, me impresionó considerablemente du– rante mi reciente reunión con ellos en San José, Costa Rica; y la Agencia para el Desarrollo Internacional ha es– tablecido ya una oficina regional en América Central;
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