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Hoy, tal vez habrá quienes digan que esas luchas terminaron; que todos los horizontes han sido explo– yados' que todas las batallas han sido ganadas; que ya ra , . nO,hay frontera norteamericana.
Pero confío en que ninguno de los aquí presentes esté de acuerdo con esos sentimientos. Porque ni se han resuelto todos los problemas, ni se han ganado todas las batallas, Y nos encontramos, el día de hoy, al borde de una Nueva Frontera: la frontera del decenio que empeza– ra en 1960; una frontera de oportunidades y de peligros desconocidos; una frontera de esperanzas y amenazas sin cumplir.
La Nueva Libertad de Woodrow Wilson prometió a nuestra nación un nuevo marco político y económico. El Nuevo Trato de Franklin Roosevelt prometió seguridad y ayuda a los necesitados. Pero la Nueva Frontera de que hablo no es un conjunto de promesas: es un conjunto de retos. Resume no lo que pienso ofrecer al ,pueblo norte– americano, sino lo que me propongo pédirle. Se dirige a
su, orgull~~ !"O a su cartera; lleva consigo la promesa de mas sacrifiCIO en ;,ez de mayor seguridad.
P~ro yo os digo q~e la Nueva Frontera ya está aquí, busquemosla o no. Mas allá de esa frontera se encuen– tran las zonas inexploradas de la ciencia y del espacio, problemas no resueltos de paz y de guerra, vacíos de ig– norancia y perjuicio sin conquistar, problemas de pobreza y de excedentes no resueltos. Sería más fácil alejarnos de esa frontera, regresar a la segura mediocridad del pa– sado, dejarse adormecer por las buenas intenciones y la elevada retórica; y aquellos que prefieran seguir por ese derrotero, será mejor que no ,prefieran seguir por ese de– rrotero, será mejor que no d~positen su voto por mí, ha– ciendo caso omiso de su partido.
Creo que los tiem!pos requieren ingenio, innovación, imaginación, decisión. Os pido que seáis, cada uno, nue– vos precursores de esa 'Nueva Frontera. Mi llamamiento se dirige a los de corazón joven, sin tener en cuenta la edad; a los fuertes de espíritu, sin tener en cuenta el par– tido; a todos los que respondan al llamamiento de la Es– critura: "iCobra ánimo y sé decidido! No temas ni ten– gas miedo, pues contigo está Yahveh, tu Dios, por dcmde– quiera que vayas".
9 de enero de 1961
ANTE LA LEGISLATURA DE MASSACHUSETTS
He estado ,esperando con gusto la oportunidad de di– rigirme a esta entidad histórica y, a través de vosotros, al pueblo todo de Massacliusetts hacia el cual tengo una deuda de gratitud por la ¿mistad y confianza que me ha brindado a lo largo de toda una vida. Durante catorce años he otorgado mi confianza a los clec-tores de este Es– tado, y ellos han correspondido generosamente colocando su confianza Em mí.
Ahora, del viernes en ocho, asumiré nuevas y mayo– res responsabilidades. Pero no me encuentro aquí para despedirme de Massachusetts. Durante catorce años, ya sea que estuviera yo en Londres, en Washington, en el Pa– cífico del Sur, o en cualquier otra parts, éste ha sido mi hogar; y Dios mediante, dondequiera que preste servicio a mi país, siempre seguirá siendo mi hogar.
Aquí fue donde nacieron mis abuelos, y espero que sea aquí donde nazcan mis nietos.
No me impulsa a hablar ni un falso orgullo de pro– vinciano ni una adulación -política artificiosa. Pues nin– gún hombre que esté por asumir un elevado puesto pú– blico en este país, puede olvidar 'cuánto ha contribuido este Estado hacia la grandeza nacional.
Sus dirigentes dieron forma a nuestro destino mucho antes de que surgiera la gran república. Sus principios guiaron nuestros pasos tanto en tiempos de crisis ccmo en los de calma. Sus instituciones democráticas -incluso esta entidad histárica- han servido como faros tanto ,para otras naciones como para los demás estados de esta na– ción. Pues lo que dijo Pericles de los atenienses es cierto de esta República desde hace mucho~ liNo imitamos, sino qUe servimos de modelo a otrC)s".
Así es que llevo conmigo desde este Estado a aquel
elevado y solitario puesto al que ahora asciendo, algo más que memorias amables y buenas amistades. . Las duraderas cualidades de Massachusetts, las he– bras comunes tejidas por el Peregrino y el Puritario, el pescador y el granjero, el yanqui y el inmigrante, no se– rán ni podrán ser olvidadas en la Mansión Ejecutiva de la Nación. Son una parte indeleble en mi vida, mis con– vicciones, mi visión del pasado, mis esfuerzos para el fu– turo.
La historia no juzgará nuestro esfuerzos __ni se pue– de elegir un gobierno- solamente sobre la base de color o de credo, ni siquiera sobre la de' partido. Ni tampoco la competencia, la lealtad y la altura, aunque necesarias en grado sumo, serán suficienes en tiempos tales como éstos.
Porque a quienes se les da mucho. mucho se les ,pide.
y cuando en una fecha futura el alto tribunal de la histo– ria emita su juicio sobre cada u~o de n~sotros -anotando si en nuestro breve lapso de servicio cumplimos nuestras responsabilidades para con él estado-, nuestro éxito o nuestro fracaso, cualquiera que fuese nuestro cargo, se medirá por la respuesta a cuatro preguntas:
Primero: ¿fuimo's realmente hombres valientes, con el valor de hilcel' frénte a nuestros erimigos y el valor de hacer frente, siempre que fuera necesario, a nuestros co– legas; el valor de resistir tanto a la presión pública como a la codicia privada?
Segundo: ¿fuimos verdaderamente hombres de dis– cernimiento, con percepción para juzgar 'el futuro así como el pasado; nuestros errores así como los de los demás; con
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