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DE LAS ANTIGUAS VILLAS YCIUDADES DE NICARAGUA
CARLOS MOLINA ARGUElLLO
Sellos postales con los escudos de armas.
La Oficina de Control de Especies Postales y filatelia, del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, previo a la emisión de unas estampillas, editó en febrero de 1961 un folleto titulado "Escudos de Armas Coloniales de Ni– caragua", de que hace presentación el señor Enrique Ma– rín, Director de dicha oficina. De excelentes dibujos, y de una ejecución tipográfica admirable, el folleto, sin em– bargo, carece de seriedad. Se comienza en él por alte– rar, como mano oficial, la terminología constitucional, así, con aires dieciochescos, se denomina al titular de la cita– da cartera administrativa "Secretario de Estado en el Des– pacho de Hacienda y Crédito Público", en que figura el Dr. Karl C. J. H. Hüeck, intermediario, se dice, de los ma~
nifiestos y expresos deseos del a la sazón Excelentísimo Señor Presidente, Ingeniero Luis A. Somoza D., de llevar a cabo la emisión de sellos Ipostales con aquellos escudos. Atraídos como hemos sido los últimos años por el señuelo liberal y marxistoide hacia un hondo desprecio del pasado, una disquisición, peor aún, sobre aquello de los blasones, sabe a ridícula y trivial arqueología, y pre– siento que al insistir sobre materia tan vana, más ridícu– lamente que el folleto caerán mis observaciones ante el calibanismo imperante del día. Pero importante o no es– ta materia de que nuestras ciudades tengan o no escudos, como estudioso de la historia del país me siento obligado salir al paso cuando la verdad histórica ha sido, si bien no con mala intención, esta vez ingenuamente falseada. Se trata, pues, aquí, no de resucitar antiguallas de esa época tantas veces calificada de oscura y de engolletados privi– legios, sino de salvar al presente el prestigio nacional comprometido por el mediocre concepto, o deslprecio, que las autodidades del Estado tienen del nivel cultural de los nicaragüenses.
En la presentación del folleto se hace responsable del valor y autenticidad de los escudos ofrecidos, al Pro– fesor Don Luis Cuadra Cea, estimable persona, esforzada y de señalados méritos. A su empeño, de muchos años ya, exclusivamente se debe el que otros nos hayamos po– dido encaminar por el gusto y deseos de dotar o encon-
,trar para nuestras ciudades esas piezas blasonadas, otrora altamente apreciadas. Gracias a su tenacidad, "curiosi– dades" de esta índole han podido aflorar hoy día como un valor entre nosotros, despertando la atención, para ocuparnos de ellas~ En las observaciones que he de hacer aquí, lejos de mí está la intención de zaherir a la merito– ria persona del señor Cuadra Cea, Ipues no se dirige esto a dest~uir ni a mortificar a nadie, si no es que se tome a tal la contradicción con la verdad lisa y llana. Pero ante tamaño dislate prohijado por organismos oficiales y que nos exhibe mal y profusamente en el extranjero, no puedo escapar a la obligación de reprobar, como nicara– güense, la ligereza e irresponsabilidad con que se ha pro– cedido a fijar, "bien fijado, un hito histórico relevante", como se afirma y califica. Es inconcebible que un asunto de esta naturaleza se haya dejado en manos de una ofici– na filatélica, de reconocido carácter crematístico, brillan– do en todo por su ausencia el Ministerio de Educación y nuestra Academia de la Historia. En conclusión, parece ser, que, con esto, el "Despacho" de Hacienda ha venido a fijar, y bien fijada, la inopia e inoperancia con que esos dos organismos se han venido moviendo en la vida inte– lectual del país.
y si voy a tratar adelante el problema de los verda– ,deros escudos de armas de las villas y ciudades de Nica– ragua durante la "Colonia", no se crea que los que daré serán "mis escudos" y aquellos, los del folleto y estampi– llas, "los otros". En Iprimer lugar, preciso es advertir que no pretendo hablar como heraldista, pues nunca he preten– dido serlo, que cuanto aquí de Heráldica se afirma es sólo el fruto de la consulta de unos cuantos tratados; y, en se– gundo, que no es aquí el caso de distintas opiniones, ni asunto en que caben fantasías ni invenciones. Se trata aquí de escudos que son los propios de nuestras ciuda– des y de otros que no lo son. Esa verdad $e deja Ver en documentos de valor incontrovertible y examinados con la más absoluta honestidad profesional; señalándose incluso las limitaciones o dificultades habidas en el esclarecimien– to de esa verdad, así como también el trayecto recorrido y
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