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in'lducir desde alemán, francés, inglés, constHuía una sifuación excepciorial en esoS fienlpos. Un hOnlbre jJoseído de bondades extremas, no podía menos qUG gozar de la categoría de sabio, y ese nleritorio califi– cativo cOnlenzó a dársele a Ramírez Goyena, preci": samente fuera de su Patria, para que se cUnlpliera en él, la sentencia Bíblica, sobre que nadie es Profeta en su Tierra.

Su fanla se divulgó rápidamente en Costa Rica, pero la atnlósfera política y los cOnlpatriotas que le hablaban aninladanlente de la situación de Nicara– gua, lo mantenían en tensión. Pudo nlás en él, su ardor y su participación en los problenlas y espejis– mOs que pintan de lejos los que abandonan los pa– trios lares, para tratar de canlbiar a un Gobierno por otro, que su misnla sed de conocimientos y divulga– ción de los rniSnlos. En esas alternativas, de ciencia y política, decidió trasladarse a Honduras, desde don– de se pensaba organizar un movimiento arnlado con– tra la paz de Nicaragua, una vez que se hubiera con– seguido el derrocanliento del Presidente de esa Na– ción. Sucedió un acontecinliento digno de nlencio– narse, porque fornla capítulo principal en la vida de Ramírez Goyena.

En Nicaragua

Los propósitos de tumbar al Gobernante Hondu– reño, tuvieron éxito, pero no la segunda fase de inva– dir a Nicaragua. Al contrario, se alejó radicalmente. Ramírez Goyena, se enanloró en.l:rañablenlen±e de una agraciada joven de Olancho, la señorita' Cecilia Sán– chez y corno dulce renlate, se unió con ella en nlatri– nlonio, siendo su segunda esposa. Entre rosas y en– sueños conyug,ales, pasaron los años, hasta que en 1902 decidió volver a Nicaragua. Una inquietud cien– tífica muy fuerte no le daba paz a su espíritu lUnli-

noso. Sus vastos conocinüenios naiuralislas, su pa~.

sión clasificadora de plantas y sistenlas que bullían' en su cabeza, inlpacientaban su áninlo, y llegó a fruc:' fificar tanto, que fOrnló una especie de segunda natu. raleza, en el sabio Maestro. No tenía nada escrito pero un libro guía de los estudiosos de su Patria, es: taba escrito en su pensanliento y en su voluntad.

Inquietudes Naturalistas

Una vez en Nicaragua regida en ese entonces pOr el Gral. José Santos Zelaya intentó dar pasos, para' escribir su Obra que lo había de inmortalizar. Sti

modestia, era una carlanca que no le daba vuelos, ni desenvolvinlientos, pero su valiosa compañera, la in. cansable doña Chila, fue la mofor propulsor de gran. des energías que estinlularon al investigador. Ella es la que prOnlueve discusión de los vastos proyeC±os de su marido. Ella es la que mueve cielo y tierra para conseguir lo necesario para que esa obra bullente, no se pierda. Y es ella la que da con el hombre clave Este se llama: Julián Irías. Un hombre de esta es: tatura es el llamado a exponerle al Presidente Zelaya lo que Ramírez Goyena pretende. El Presidente d~

la República, que a la vez es consuegro del Maestro lo manda a llamar y mostrando sinlpafía por Ranlí: rez Goyena, le ofrece su apoyo y lo estinlula para que escriba su Libro Inmortal: LA FLORA NICARAGüENSE En un anlbiente de prejuicios propios de aquellos qu~

no alcanzan a cOnlprenderla grandeza del genio, Ra. nlírez Goyena, da manos a excelsos trabajos, que no solo requieren labor de pensanlien±o, de ciencia, de agotadores análisis, en el laboratorio, en el campo bajo el sol inclemente de los caminos de Nicaragua: Sin dar tregua al descanso, pasan 3 años, hasta que le vence la pesada labor.

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LA FLORA NICARAGÜENSE

Merecimientos y Cumplidos

Para que se aprecie anlpliamente el trabajo cien– tífico de RaTIlírez Goyena, es justo insedar, los párra– fos escritos por él, en la Dedicatoria de la Obra. "Ha– Cía tienlpo que venía acariciando la idea de enlpren– der un trabajo, algo útil para la juventud estudiosa, en algunas de las ciencias que había explicado en cá– ±edras por espacio de más de una veintena' de años, hasta que al fin nle decidí por la Bo±ánica, al ver que los libros que nos vienen del extranjero, y que han sido adoptados corno textos en nuestros centros de en– señanza, podrán ser todo lo perfecfo posibles, si cabe, en cuanto a lo principios pedagógicos más exigentes, pero corno carecen de datos concernientes a los pro– duC±os naturales de los países cen±roanlericanos, de allí su deficiencia para nosotros, corno obras de estu– dio, esencialnlen±e práC±icas.

Estoy muy lejos de pensar que el trabajo que doy a la luz pública reuna los requisitos que exigen obras de esta índole, pues con escasos elenlentos, COnlO obra de consulta generales y padiculares referentes a estos paíse,s etc., y mis escasas aptitudes, apenas me han valido para hacer el presente trabajo, indudablemente defeC±uoso, tanto por la premura del tiempo, al querer ternlinarlo, pues su tardanza nle perjudicaba sobre– manera, cuanto por ser el prinler ensayo, que se hace en el país; sin enlbargo, abrigo la esperanza de que él servirá de escalón, para otros trabajos mejores que enlprendan los autores que me sigan.

Para llevar a cabo mi idea, bien cOnlprendí que tenía necesidad de conocer la flora de nuestros canl– pos, y con ese fin, solicité un apoyo material de otros Gobiernos y aún de padiculares, sin haberlo conse– guido.

Llegué a mi país, y le expuse mis ideas al Señor

Presidente de la República, General don José Santos Zelaya, confiado en que su espíritu progresista, cuyas obras adnlira el país, no me desdeñaría, y así fue que hube de lograr mi objeto celebrando con el Gobierno un contrato (10 de Ocfubre de 1903) que me hiciera emprender mi trabajo con verdadero entusiasmo. Na±ural es, pues, que dediqué a él, mi primer tra– bajo' en la impodante, bella y fecunda ciencia de Lirineo, lo :misnlo que al sabio y eminente facultativo' Dodor' don W. F. Graham, por motivos de profunda gratitud.

_Mis ideas también hallaron eco en el Ministerio de Fomento de aquel entonces, me encontré felizmen– te con dos impodantes colaboradores del Gobierno del General Zelaya, por sus ideas levantadas, por _su ascendrado amor al progreso y por sus deseos fer– vientes de poner muy alto la Administración, corres– pondiendo así al digno Mandatario. Me refiero al se– ñor Coronel don José Dolores Gámez y al señor Inge– niero don Camilo Castellón, Ministro del ramo el pri– mero y Subsecretario el segundo; ambos de común acuerdo me ayudaron con la mejor voluntad en la labor que tenía a mi cargo, con el acopio de produc– íos naturales, que he podido obtener con la eficaz in– tervención de ellos.

Mi más profundo agradecimiento a dichos seño– res lo mismo ~ue al señor Dodor don Julián Irías, quien mandó imprimir la obra en los talleres de la Gompañía Tipográfica Internacional, luego que tornó a su cargo la cartera de Fomento con que lo hon– rara el señor Presidente General don José Santos Ze– laya, por sus relevantes méritos, COnlO hOnlbre pú– blico y de grande ilustración, reconocidos. Managua, 27 de Agosio de 1903.

MIGUEL RAMIREZ GOYENA".

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