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del Illundo, ,midos al esfuer%o desesperado de los Estados

UnidQ" 1301' obtener que Latino América cQmparta sus res–

I~Qns¡¡bilidadQs en la cuestión de Cuba, puso a los LatillQ, americanos en duda de que si el "caudillo" internacional estaba por abdicar. De pronto, naciones que nunca ha– bían sentido la necesidad de embajadas Rusas o de sus satélites, comenzaron a negociar ,por el intercambio de representaciones diplomáticas, y el sentarse en la línea divisoria internacional se puso a la moda. Un comenta– rista uruguayo escribió en Abril de 1962: "Latino América rehusa encararse a los problemas que 'surgieron en Punta del Este porque el escapismo se ha vuelto la esencia de su política". (Alex Pereira Formoso, "Cuadernos", París, Abril de 1962). Este escapismo tan enigmático para la Administración Kennedy continuó siendo la política de "atino América hasta Octubre de 1962 -crisis de los co– hetes, y sus consecuencias igualmente enigmáticas. El entusiasmo con que los Latinoamericanos recibieron esta iniciativa de parte de los Estados Unidos llevó a los perió– dicos norteamericanos a publicar titulares como, "En apoyo de la fuerza desean más", que deben haber ¡parecido sor– prendentes a la Administración Kennedy. Hay fuertes indicaciones que el mayor temor de los Latinoamericanos -fuera de los Comunistas y Fidelistas, por supuesto-, es que habiendo sacado los cohetes de Cuba, los Estados Unidos vuelvan al sentimentalismo y a la ineficacia. Exis– te el temor tsmbién de que I<rushchev, después de todo, ha conseguido sus objetivos al colocar los cohetes en Cu– ba, esto es, mantener el régimen de Castro como un centro de propaganda y subversión, aun cuando aquel régimen esté debilitado temporalmente por la imagen "en– treguista" de Fidel ante el resto del hemisferio.

LECCIONES DE POLITICA EXTERIOR

la psicología del "patrón" o "caudillo" y sus efectos en la política exterior de las naciones latinoamericanas son bastante rectos y predicibles. Ellas no quieren verse envueltas en la Guerra Fría, excepto de una manera for– mal y ratificatoria. "Ellas sienten que no tienen nada que ganar y mucho que perder al ser arrastradas al con– flicto de los grandes poderes en el que ,sólo serán explo– tadas". (Edwin Lieuwen, "Armas y Política en Latino América", New York: Praeger, 1961, ,p. 256). Esos asun– tos son la responsabilidad de los Estados Unidos, y es pre. cisamente una de las funciones del "caudillo" internacional mantenerlos alejados del hemisferio. los int.entos por Inultilateralizar esa responsabilidad serán i"tel'pretados

como señales de debilidad. Este punto es uno que crea las mayores dificultades y equivocaciones en Washington: "El énfasis Latinoamericano sobre no-intervención y su determinación en preservar este básico principio del siste– ma regional interamericano es comprensible. Pero lo que los latinoamericanos no han podido reconocer, o con– venientemente han ignorado, es que lo correlativo de no-intervención unilateral es intervención colectiva siem– pre que la paz y la seguridad del Continente esté amena– zada". (William Manger, "Pan América en Crisis", Wash– ington: Public Affail's Press, 1961, p. 95).

El anterior comentario perceptivo de Manger ignora el hecho de que cuando se trata de una disputa "intra Americana" los Estados latinoamericanos tienen muy ,poco escrúpulo acerca de intervención multilateral. En las es– ferus internacionales y de la Guerra Fría el latinoamerica-

110 (:xplica mejor su aditud c:on este tomentario: "La obligación de dirigel~cia recae en los Estados Unidos tW

~~Iam~ntc po~que nos~~rºli podemos dar las mayores con"

tnbuclones, Sll10 tamblen porque te.nemos lo más en jue– go". (Ibid. p. 82). (Un editorial de La Prensa de Lima dio en el clavo al escribir: "la diplomacia de I~s Estado~

Unidos no ha tenido mucho éxito. El problema del he.

misfe~io no es solamente el Comunismo sino también la falta de dirigencia".)

No intervención en lo que los Latinoamericanos con– sideran sus a'suntos internos es tan importante como dirigencia internacional. Desgraciadamente, al menos has– ta la crisis de Octubre le 1962, la política norteamericana parecía estar cayendo en una combinación de debilidad internacional y una creciente tendencia a intervenir en la política interna de Latino América. Tal intervención sería violentamente resentida, no importa cuán puros fueran los motivos. La intervenció'n norteamericana en la Al'. gentina para impedir la elección de un semi fascista futUro dictador, resultó en el grito de campaña más efec: tivo de la historia argentina: "O Perón o Braden". Otra bien intencionada intervención, aquella del Perú en el verano de 1962, con la intención de asegurar la elección de Haya de la Torre, unió a los peruanos alrededor de la Junta Militar que impidió su inauguración como nada lo hubiera podido hacer. Por el tiempo de la intervención ncrleamericana en Guatemala en 1954, la toma de esa nación por los comunistas no se había hecho patente a los latinoamericanos. Los diarios de la oposición se pu– blicaban, los partidos de oposición todavía funcionaban, el ejército estaba intercto. Así fue que los Estados Unidos fueron execrados por ayudar a detener lo que se consi– deraba una naciente revolución social en Guatemala. Programas tales como la Alianza para el Progl'eso no tendrán oportunidad de éxito alguno al menos se res– tablezca el palio protector de los Estados Unidos sobre el Hemisferio Occidental y la Guerra Fría se mantenga definitivamente alejada. La frustración Latinoamericana por la ausencia de dirigencia de ,parte de los Estados Uni. dos ha sido intensa: "Parece que ahora los Estados Unidos los han repuesto (el garrote y la política del buen vecino) con la política de la amable sonrisa, la hermandad literaria, la ayuda por cuentagotas, y un noble y bien in. tencionado, pero absolutamente ineficaz, espíritu Pan– americano". (Héctor Ch~rry Samper, "La beligerancia del inter·americanismo", Combate, No. 14, Enero.Febrero, 1961, ,p. 34).

Los Estados Unidos no pueden alcanzar el afecto de las naciones Latinoamericanas, y esforzándonos por con. seguirlo ,perderemos el respeto. Hasta Octubre de 1962, parecía que estábamos firmes en el camino del sentimen– talismo y la desmañada intervención, lo que hizo comentar a un agudo observador de los asuntos Latino– americanos: " ...habiendo descartado todo el cúmulo de experiencia y conocimiento que los Estados Unidos po– seen en el campo de Latino América, en favor de aficio– nados buscadores de efectos dramáticos, no parece que los Estados Unidos, por ahora, sean capaces de proveer esa dirigencia". (Simón G. Hanson, "El fracaso de Punta del Este", Inter-American Economic Affairs, XV, 4). Puede ser que los cohetes rusos de alcance interme– dio prueben el error de este observador. Puede ser que ni aun eso, a la larga, produzca una más correcta com– prensión de la psicología latinoamericana.

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