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Regreso, pues, a la sonora playa donde en espejos de agua se refleja el brillo antiguo de española espada.

Su evocación aqul la espuma entrega al esbozar la faz de Gil González tendiendo su blancor por la ribera.

El rilediodla enciende sus braceros.

y me voy en un barco de alta vela a navegar por islas y archipiélagos.

Pero un viento de siglos me conduce hacia donde vio Alonso de Calero

~ue el Gran Lago desagua sus azules.

Ya en San Carlos, la tarde ,angra en olas.

y vena adentro del San Juan, el bóreo se mola de crepúsculo en la proa.

Aqul donde se apartan las montañas,

y el dulce mar se angosta y se hace río, e. triste recordar en Nicaragua.

Es ver la noche de siniestras sombras

de los Drake, 105 Dampier y 105 Gallardillos, subiendo por el río que 105 nombra.

Oír la marelada del destino

en tanto el rlo baja al mar Inmenso, de llanto llena mi fluvial camino.

Mas ya la luna en los raudales quiebra la plata de su remo, y es entonces Rafaela Herrera que en su luz navega.

Juegan los luceros de corsarios, lanzando sobre el lomo de los peces la lluvia luminosa de sus dardos.

Me voy por el San Juan que no regresa desde la heredad de nuestras aguas, tras de pescar el gozo y la tristeza.

.Así despierto en mi cuando amanece y el rodo del viole entre mis olas sobre mapa de sueño permanece.

En vela, ola y viento, azul quebranto.

y hoy por cielos del Río y del Gran Lago, a vuelo de gaviota, el pensamiento escribe' con sus plumas este canto.

ALBERTO ORDOfiíez ARGOELLO