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« Previous Page Table of Contents Next Page »I11vnt()5, Y cómo a ellos se dedica una sunHl inmonsa do
tmergí;¡s cSJlirifuales Y matedales; do lo cual se sigue quo, micnhas los ciudadanos eJe estas naciones han de sorpor– tm gastos nada lIevadel'os, atlas puoblos quedan sin las
ilyudilS necesélI ias PiU'iJ su progreso económico y social.
El motivo que suele dalse para justificar tales pre– fHuativos milital'es es que actualmente no puede asegu– Huse la Ipaz sino fundándola en la paridad de armamen– tos De ilhí resulta que
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apenas se produce en alguna pf]lte un aumento de la fuerza militar, se provoca en otras
una c:arrel a desenfrenada a aumentar también los arma– mentos; y si una nación cuenta con armas atómicas, esto hac:e que las otras procuren dotarse de la misma clase de nrmamento, igualmente destructivo.
De todo esto proviene el que los pueblos vivan siem– pre como bajo el miedo de una tempestad amena%adora, que en cualquier momento puede desencadenarse con im·
petu horrible, Y no sin razón: pues ahí están las armas.
y si apenas parece creíble que haya hombres que puedan atreverse a tomar sobre sí la responsabilidad de la muer.. tes y asoladora destrucción que acarrearía la guerra, no puede en cambio negarse que un hecho cualquiela im– previsible puede repentinamente provocar el incendio bé– Iic:o, Y además, aunque el ¡poderío atroz de los actuales medios militares logre hoy disuadir a los hombres de em.. pl'ender In guel'ra, siempre se puede temel' que los expe– rimentos atómicos hechos con fines bélicos, si no se inte–
I'rumpen, traigan consecuencias nefastas para cualquiel'
d~se de vida en nuestro planeta
Así, pues, la ¡ustida, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente que cese ya la carrel a de armamentos; que de un lado y de otro las na– ciones reduzcan simultáneamente los armamentos que po– seen; que las armas nuc:leares queden proscritas; que, pOI
fin, todos convengan en un pacto de desarme gradual, r.on mutuas y eficaces galantías. UNo se puede permith' -ael ..
VOl tcría Nuestro Predecesor, de feliz: memoria, Pío XII– qua la c:alamicl~d de una guel'ra mundial, con sus estragos cl:on6mic:os y sociales y sus crímenes y perturbaciones mo– I'flles, se ensañe pOI tercera vez sobre la humanidacl ll
•
Nadie, sin embargo, puede desconocel que el fl'enar 1;) (~rrel'a de al mamentos, el reducirlos, y más todavía, el Ilegal' h~stq SUP' imirlos, resulta imposible si ese desar– me nQ es hn competo y efectivo que abarque aun las con– dencias mismas: es decil', a no ser que todos se esfuercen sincelq y concordel''Ilcnte pOI' eliminal' de los COlalOIlCS aun el temor y la angustiosa pesadilla de la guerra. Y esto a su vez requiele que esa norma suprema, hoy seguida para conservar la paz, se cambie por otra del todo diver–
M, en vittud de la cual se recono%ca que la veldadcra y
firme paz entre las naciones no puede asentalse sobre In paridad de las fuerzas militares, sino únicamente sobre 1<) confianza recíproca, Y esto, Nos esperamos que pueda realizalse ya que se trata de una cosa no solamente dic.. tqda por las normas de la recta ru:ón, sino sumamento deseable y fecundísima en bienes.
Ante todo, es cosa dictada por la razón: puesto que
iI todos es manifiesto -o al menos debería sctlo- que las relaciones entre los pueblos, no menos que entre los particulares, se han de ¡egular, no por la fuel'za de las armas, sino según la recta razón, o sea conforme a la ver– dad, il la justicia y a una eficiente solidaridad.
Decimos, además, que es cosa deseable en sumo gra-
do: pOI' tfue ~ (tuián no anhela con toda su alma (1UG sp.
eviten los peligros da la guerra, y Ii!! pa?: se conserVG inH
c61vme y vaya cada día aseglJlánclosc c:;on más firmes 9<1–
rantías?
Y, pOI último, es fecundísima en bienes, puesto CIUG
sus ventajas alCanJ;llll a todos: a cacla una de las perso.. nas, ti los hogares, a los puehlos, a la entera familia hu– mana. Como la advertía Nuesh'o PI eclecesor Pío XII con palabras que todavía resuenan vibrantes en nuestros oidos:
IINadil se pierde con la paz; con la guerra, toda puede perderse".
Siendo así todo esto, Nos, como Vic:ario de Jesucrisft to, $illvadol del mundo y autor de la pax, interpretando los más (ud lentes votos de toda la familia humana y mo· vidos pOI
'i)
patel na calidad hacia todos los hombres, (011–
sidel €linos IlrO,pio de Nuestro cargo rogar y suplicar a tOn dos, y en plimer lugar a los gobernantes de las Naciones, que no perdonen esfuerzos ni fatigas hasta imprimir a 105 acontecimientos una orientación conforme con la razón y la dignidad humanas
Que en las asambleas más autorb:adas y respetables se examine a fondo la manera de lograr que las muhJi3s
relaciones de los pueblos se ajusten, en todo el mundo, a UI1 equilibrio más humano: es decir, a un equilibrio que esté fundado sobre la confianza recíproca, la sinceridad en los pactos y la fidelidad para cumplir lo acordado, Exa· mínes. de lal forma loda la amplitud de este problema, que se llegue a descubrir el ,punlo clave por donde pueda iniciéHse una serie d.e tratados amistosos, firmes y salu– dables
Por Nuestra parte, no cesaremos de rogar a Dios 'tue
su celeste ayuda haga pI'6speros y fecundos estos tri!" bajos.
!iN LA LIBERTAD
Ha de lIiladirse que I~s mutuas I elaciot19S entre las Naciones deben ajustarse a la norma de la libertad: nor– ma que excluye el que alguna de ellas tenga derecho a oprimil' injustamente a otras, e interferir indebidamente en sus intelcses. POI el contr,¡nio, todas hall de ayudar a las demiís
iJ que i'!dquiel'an más piona conciencia de sus Inopias funciones, adúen con empl and9doril iniciativa .y
sean en todas los campos artífices de su propio pr9gn~§o.
LA ELEVACION DE LAS COMUNIDADES PQLlTICA5 EN FASE DE DESARROLLO ECONOMICO
Dada la comunidad de origen, de cristiana Reden– ción y de fin sobrenntural que vincula mutuamente a fa– dos los hombl es y los llama a formar una sola familia cris~
tinna, hemos exhortado en la Encíclica Mater et Magistril a las Comunidades políticas económitamente más de:S1Jno– liadas a coopel ar en múltiples formas con las qUe están, todavía en proceso de desarrollo económico,
Reconocemos ahora, no sin grande consuelo Nues– tro, que tales invitaciones recibieron nmplia acogida, y confiamos en que seguirán hallando todavía más ,plena
~ceptación: de tal modo que aun los pueblos más necesi– tados alcancen pronto un progreso económico tal que sus ciudadanos puedan lIevilI' una vida más conforme (on la dígnidad humana,
Pero siempre ha do insistirse on que dicha ayuda a
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