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« Previous Page Table of Contents Next Page »Cultura, desde la era moderna, se contrapone a lo Reli. gi6n) es, más que un campo de lucha, uno de los bandos que combaten. Sin ell1bargo, con la definición dada ya se indica que la cultura tiene dos momentos:' 1 9 ) como cultivo de la personalidad, o proceso del despliegue o foro mación del hombre individual; y 2 9 ) como suma de obros del h9mbre, no como individuo, sino como colectividad.
Todo en el Humanismo es pe'igro; aclaramos: peligro, no
mal; y hay osi en él dos peligros.
El primer peligro del Humanismo es el resultado de
quitar la meta trascendente a la carrera del hombre; la "Bildung ll viene a ser entonces una dinámica Torre d. Ba–
bel, que nunca se termina. Ir a Dios por el camino dere– cho de la Revelación puede parecer aburrido a veces, pero se llega; en cambija, buscarlo a tientas en la selva exube– rante de la Cultura, o de la Ciencia, será una aventura estupenda, pero lo nt's común es que no se llegue: ni a Dios ni a ninguna parte, y uno se queda tendido en el piso
de la torre babélica que acaba de construir y que siempre
cree ser el último.
El segundo peligro del Humanismo es la acumulaci6n
de herenoias, de medios para desplogarse. Son tantos
éstos, que no de¡an volar. El erudito del prólogo de "la
isla de los pingüinos" tuvo que salvarse por un tragaluz de ser aplastado por sus papeles. Y en ese sentido, sin
duda, el que incendi6 la Biblioteca de Ale¡andría hizo un
gran favor a Europa, pues sino hubiera tenido que rehacer desde el comienzo la aventura del saber, se habrra con~
ver,ido en' otra Bizancio. El exceso de cultura es, pues,
también un peli{lro. El individuo, que antes era dema.
siado em,prendedor y creador, termina por volverse de~
masiado pasivo y consumidor. Ya no es "como Dios u
,
pero so enderra, no en el mundo de la Naturaleza, creado por Dios, sino en el mundo de la Cultura, creado por el
hombre. Si la cultura como proceso lÍin fin lleva al apar·
tamiento de 0105, la cultura como invasi6n monopolizado..
ra de la realidad lleva al apartamiento de la Naturaleza, a la lucha contra ella.
El espirltu humano ha vuelto a producir asl una frac· tura del mundo, que se compone inescindiblemente de tres planos: el sobrenatural, el natural y el humano, en que
'05 dos primeros se coniugan en una sCnfesis tan estupen–
da como peligrosa. ~I hombre no s610 ha sido creado
para estar con Dios, como el Ad'n glorioso o a través de la extraordinaria aventura de la Caída; ha sido encargado
también de realzar a la Naturaleza caída por el misterio intelectual del saber científico, según el profundo pensa. miento del Maeslro Eckhardt, de que el más pequeño ser
de la naturaleza quiere Ser conocido por el hombre yen.. cuadrado en un concepto, para llegar así, a través del es– píritu del hombre, a la presendia de Dios. Encerrarse, pues, en la cultura, en sr mismo y en sus obras, qua son las dos faces del Humanismo, es una especie de intoxica–
ción: la alilRóslica Y la cultural. El hombre se asfixia por falla de vida sobrenatural y de vida naturol.
o inclusive como su plenipotenciario en él. El Marxismo, en cambio, es la destrúcción del mundo, es decir, del coso
mos hist6rico tridimensional, s(nte~s viva de Dios, Hom– bre y Naturaleza, en constante tensi6n recreadora y en
marcha hacia una meta trascendente. El Morxismo da la Impresión de que pretende abolirlo todo: Dios, el Hom·
bre, la misma Naturaleza, para de¡ar solamente en pie
ciudades y máqulinas, servidas por una humanidad esque·
mático, vaciada de todo impulso, de toda libertad e inclu·
sive de todo Eros (un curioso ideal socialista, que se afana por abolir el sexo, o ~al menos sus manifestaciones más
destacadas, en cuanto eso viola una de las leyes de la
gualdad, propia de la máquina y, en general, de la Cul·
tura, pues ¿qué aparato u obra del hombre tiene sexo, o
sea, puede amar y reproducirse?). El Marxismo, en suma,
con su doctrina de la revolución permanente, o con su
praxis de la deshumanización y mecanización del mundo,
implica la destrucción de éste.
Pero no acaba aquí, en sus novísimos, o escatología,
la hislor'la del Marxismo. Hay en él dos elementos que
provienen de la Ilustración o Humanismo: la primacía del
Devenir y el monopolio de la realidad por la Cultura. El
Marxismo no hace más que llevar a sus últimas (onse– cuencias estas dos postulaciones impUcitas de la era mo– derna. En eso ,..0
se equivocan los pensadores catóf¡cos:
el Individualismo es el padre del colectivismo, el libera·
lismo del marxismo; no se frafa simplemente de echar a andar a una pierna sola por haber cortado el cuerpo por la mitad: es una real progenitura: en la Ilustración está la
semma del Marxismo, sólo que contenida por un fuerte
sistema subsistente de tradiciones; desgastado ese sistema
de contrapesos virtuales, la semilla se despliega Ubre·
mentf¡1'.
En consecuencia, ya ha dejado de ser también una
soluci6n el Humanismo. lo único que puede esperarse de él es una putrefacción del mundo: no destru'irá este
maravilloso organismo con sus manos '! sus máquinas, pero lo deiará sin alma vegetativa, sin "vis plástica", sin su componente sobren~tural que es el secreto de su vita– lidad; y un organismo así, despo¡ado de su princip'io de
unidad, queda librado a la desintegración, cuyo aspecto más terrible es la pulrefacción. •
El mundo librado a la direcci6n de la Cultura, de l.
Inteligencia agnósfica, va más allá del error, de la "erra& ci6n", del desconocimiento de Dios: cae en la "aberra– ci6n u
, en el desconocimiento de la Naturaleza, que, con sus dimensiones demoníacas y todo, es ·obra maravillosa y
exclusiva de Dios; no como la Cultura, que es obra tam–
bién maravillosa, pero exclusiva del hombre.
No es de extrañar entonces que el llamado arte mo– derno, manifestación inequívoca de la Intoxicación cultu~
ral de que hablamos, concite a la vez: a los elementos móviles "inquietos", nihilistas de la sociedad, a los culto· res de la irrealidad, entre los que sobresalen los "snobs",
y a los infortunados militantes del tercer sexo, justamente el sexo que no existe y que, para conquistar su derecho a El mundo actual tiene, pues, tres caminos ante él. la existencia, lucha en todos los campos por abolir la nor– Pero no tres soluciones. La Tradición fue una solución: ma natural como dimensión del mundo, en lo cual coincide dentro de ella se da y se dio la gran tensión estimulante, 1mpresionantemente con los austeros socialistas. Así co–
no dolorosa, de la unidad y la pluralidad, y hasta el ca. mo metiendo en la historia la distinci6n se creó la desinte– tolicismo de la Contra.rreforma y el Jesuitismo acept6 el gración, metiendo en la carne y las obras del hombre el reto de la Cultura y la Ciencia dando el ejemplo de c6mo error o erración, se cre6 la aberración; y asi la Cultura, el hOll1bre podla discernir, parcelar mentalmente, los como que había de divinizar al hombre, termina Intoxicándolo, ponenles y seres del mundo, sea como seMildor d. Dios paralizándolo y pudriéndolo.
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