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La Intoxicación Cultural del Hombre

BRUNO C. JACOVELLA

La concepc.on católica del mundo posee de dos sao bldurlas que son la garantla de su inmortalidad. Una, prjctlca: que hay que conducirse aqul como en una etapa

d. paso, acumulando mediante la caridad y la ascesis,

méritos para la existencia definl~lva. la otra, teórica:

que el mundo es un organismo, es decir, una combinaci6n

Inesclndlble de bien y mal, razón y vida, lineas y colores,

le, y devenir, libertad y coacción, naturaleza y cultura,

Dios y criaturas, etc. Esta organicldad o solidaridad viva del mundo está dada, y no puede modificarse. Sus como

ponentes ¡pueden distinguirse sólo con el pensamiento; en cuanto se quiere llevar el anáJisis al campo de la voluntad o acción, el mundo se desintegra: en lugar de discernir,

se desune.

El proceso histórico de la desintegración del mundo tiene tres etapas bien conocidas: I~} La Iglesia, mediante sus teólogos, parcela la realidad mentalmente; 2~} El mo·

vinüento humanista y racionalista que empieza en la Re·

forma y termina en la Ilustración aparta a Dios del mundo

y lo deia a éste parcelado y sin su raíz organizadora; los

filósofos y hombres de ciencia reemplazan a los teólogos;

3~} La dialéctica marxista materializa, realiza, lleva a la

hlstotlia, o hipostasia, como se dice, ese proceso de parce–

lamiento, y siguiendo el sentido de la filosoffa romántica,

no se limita a desorganizar derechamente el mundo, sino

que después de separ.r sus partes echa a unas contra otras.

Estos tres periodos de la desintegración actúan en

todas las dimensiones de la existencia. En el que más

interesa a la pedagogra, el del hombre como un ser invi· vidual en marcha o en despliegue, se da también obvia· mente. En la primera etapa, o de la Tradición, el hombre

es nada en sí mlismo, y s610 tiene sentido como heredero

fiel o infiel del reino de Dios. En la segunda, o de la Ilustración, hay dos periodos; 1~} El renacentista, huma· nista o de la Reforma, en que el hombre es todo, pero como representante de Dios en el mundo, y 2 9 ) El de la Ilustración propiamente dicha, en que el hombre es todo

como fio en sí, como representante de sí mismo, y a la

búsqueda del reino de Dios sucede el pleno despliegue o cultivo de la personalidad del hombre, ora individual· mente (Bildung o cultura), ora colectivamente (civiliza. ción, o educación para el civismo, en el sentido de la racionalización de la existencia). En la tercera etapa de· saparecen Dios y el mismo ideal de la "Blldung" {o edifi. caeión interior del Individuo con sus propias fuerzas}; desaparece toda postulación del tipo ontológico, que con·

tenga un término de reposo, o sea, el ser; el movimiento llena la existencia, todo es transici6n, la "inquietud" (en

la esfera intelectual y emocional), la rebeldra {en la esfera de la acción} reemplazan a los anflguos fines del hombre,

y la vida de éste se transforma, ora en una continua vibra–

ción, ora en un continuo batallar de partes de él y de sus obras contra otras partes de él y de sus obras.

Tradición, Humanismo y Marxismo luchan, pues, a lo

largo de la historia contemporánea en un combate confu– so/ cuya culminación se producirá por lo que se est' vliendo en esta segunda mitad del siglo. Las tres concep– ciones tienen poderosos representantes en la historia

actual.

Sostienen a la Tradición la Iglesia Católica y la

desmantelada cristiandad ortodoxa, la aristocrac;¡a terrate..

ni ente, la institución familiar, el militarismo y los propie.. tarios en general. Sostienen el Humanismo los Estados liberales o democráticos, las iglesias protestantes en gene–

ra', el comercio y la banca (o sea, el capital flúido), los intelectuales (sobre todo, ensayista.s y demás fragmenta.. rios, que representan a la inteligencia flúlida), la Masonería en todas sus ramas, la escuela pública, la prensa y, en

general, los medios de difusión (Obsérvese que en el

Humanismo hay elementos cuya religiosidad tiende hacia

el libando del Ser", o Tradi~ón, y afros cU'Ka fluideZ' tiende al libando del Devenir', o Marxismo). Sostienen al marxis.. mo los Estados socialistas y, potencialmente, la clase obre.–

ra, instrumentada desde lue(1o por los profetas de la

revolución permanente, que, dicho sea de paso, no tardan en caer triturados por los engranajes de la diabólica má~

quina que han contribuido a plantear y poner en movi~

miento".

La historia actual se mantiene así en Un equilibrio inestable, en una situIción de tensión permanente y doto–

rosa. Donde la Tradición es fuerte, la Ilustración o Hu·

manismo se une al Marxismo; donde el Marxismo es fuerte, se une a la Tradición. la poslición humanista coincide bastante con la llamada clase media, que es, con

los comerciantes, banqueros e intelectuales, la clase urba–

na por excelencia, ya que la aristocracia t~rrat.niente, los guerreros, los trabajadores y parte de la misma Iglesia no

tienen pleno sentido sino en la tierra, las fronteras, los lpaíses de misión.

Esa terrible clase media -terrible por lo versátil y

anárquica, oscilando continuamente entre el Ser y el De· venir, la Tradición y el Marxismo- se ha vuelto ast como

el niño regalón de esta segunda mitad del siglo. La mi· ma la Tradición para oponer una valla infranqueable al

poderoso Marxismo; y la mima el Marxismo para abatir

definitivamente a la Tradi.lón. En Italia y Alemania ha triunfado la primera; y se puede decir que en todo el

mundo también, al menos en este mismísimo instante de

leve retorno a la derecha y descalabro de los frentes po· pulares. Pero si la Tradición se robustece mucho, lIus·

traci6n y Marxlismo, c1aS;8 media y clase obrera, volverán

a unirse para impedir la consolidación definitiva de la Tradición.

Hemos visto dos manifestaciones del magno proceso

en los planos de la educación y la poli'lca. En el de la cultura repercute también Cl>nsplcuamente. Tanto más cuanto que el concépto de cultura como suma de saber más excelso del hombre ,para hacer desplegar la indivi· dualidad humana "con sus propias fuerzas" {y por eso la

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