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inevitahle grosor de las forres. - Como siempre, los temblores obsesionan al ar– quitedo, y de conÍÍnuo se intentan nue– vas soluciones estéticas. Los capiteles jó– nicos C\e las columnas del cuerpo cen– iral, de las pilastras de las torres, y los festones de los frisos, así como los resian– tes temas decorativos delatan la presencia del neoplasicismo, por lo que, en realidad, debiera estudiarse en el período siguiente" .

Hasta aquí, el, ilustrado historiógrafo

matri~ence, con la descripción técnica. de la bella arquitectura de la Basílica leo– nesa.

Nos dice la "Reseña Histórica de la Diócesis de Nicaragua" del Dr. don Arturo Aguilar, que, en tiempo del Sr. Obispo Dr. Don Manuel UIloa y Calvo sucesor del Obispo Piñal, se usaron por primera vez asientos en la Santa Iglesia Catedral en la celehración del aniversario de la muer– te del Lic. don Juan Francisco Aguilar, ve– rificada el 2 de Agesto de 1877, de la cual el orador don Alvaro Contreras en crónicC!. que h~o de este aefo religioso se expresó

a$~: "Tuve én aquella solemnidad la saiis– facción· de ver a las E¡eñoras ocupar asien– tos, como se acosÍy.mbra en las naciones civilizadas, a diferencia de la práctica re– pugnante que se observaba en Centroamé– rica, en dónde las señoras se sientan en. el mal pavimento de los templos, ofreciOll– de) así un especfá.culo desagradable por su inconformidad con la decencia".

Detalle~ exteriores de la 'glesia.

Sopré el arcO de la puerta mayor o enttada' principal de este regio templo, se éncuenÍra ar±ísticamenie modelada en la misma piedra del frontis, la Corona o Tia– ra; hábito del Papa que, én BU origen no

fué más que una mitra adornada de un círculo dé oro que formó su base y seme– jaba una corona sobre la frente del Pontí– fice. Bonifacio VIII le añadió una segun– da corona, y, Benedicto XII, la terce,a, y,

el conjunto de esas ires coronas consti– tuye la Tiara o trirregno, que es el em– blema del poder pontifical, imperial y

real, que reune en su persona el sucesor de San Pedro.

Sobre esía tiara esculpida en el fren.te de la C1:ttedral quizás por disposición del gran Obispo Gárcía Jerez de 1814 a 1825,

relato lb que oí de labios de dos pei·sonas cumhres de la verdad y de rancio abolen– go de honorables y redos: Era, me de– cían, un Domingo del mes de Septiembre de 1870, en el qUé, de piés en el airio de la Iglesia Catedral, esperábamos entrar a presenciar el sanio sacrificio de la Misa: El I:$lojdió las diez de Ja mañana, y, caSI

al instante sin iel'nblC\r ni fuerza alguna

exfr~orClinaria, cayó Ja liara h,acié.qdose

trozos. Na±uralmen±e que eSe aeta tan in– sólito y extraño, causó admiración y aún temor de algo sobrenatural, a las perso– nas que lo presenciamos; siendo muy co– mentado

Jvl:ás, corrieron los días y días y, en uno de tantos llegó a León, el parte ofi– cial, la dolorosa par±ici.pación de que, Pío IX Inono), el augusto Papa de la infali– bilidad "ex cathedra", sin la ayuda ya de Napoleón III, no podía defenderse de las bandas garibaldinas ni de los ejércitos de Víctor Manuel en el horizonte de Halia, y

ca,yó Roma el 20 de ese mismo mes de Septiembre El Papa- sometido contra su voluntad a una Ley de Garan±ías se con–

virtió por sí mismo en el prisionero del Vaticano; y si su categoría de Monarca rei– nante no fuá concluida, quedó reducida a cinco palacios de Roma, corno en cinco pe– dazos la t1e.ra de la Catedral de León.

En el mismo año de 1870 fué grabada nuevan1.enfe la tiara des±ruída. En Ja per– ±e media sobre lo más a1±o del arco cen– iral 1re11. te al parque central, se halla ba primitivamente colocada una Cruz de hie– rro. Esta fué qui±ada por el Sr. Obispo Pereha y colocada en su lugar la estatua de la Virgen de Concepción, con la divise a] pié que dice: "Tu honorificen±ia po– puli nostri".

Én cada uno de los vacíos que que– dan én±re las iorres y la parÍe del centro, exiMen dos colosos o "absurdos atlantes" como los llanta el hisforiador Iñiguez, que sostienen los del lado norte 1. 1na gran cam– pana, qne está rajada; y Jos del lana sur ihan a Bosiene!" la carátula del reloj. Es– tos fueron colocados también por Monse– ñor Pereira y Castellón con Jos objetivos ya dichos, pero que, según opinión de ílus– ü-ados técnicos contradicen Ja severa ar– quifechlra de la Iglesia y ]a perjudican gravemente, por la faHa de oscilación en que ponen a las forres, cuando se produ– cen :temblores.

La pueda de la parte cabecera que dá al lado Esie frente al Mercado centraJ, ostenta un arco con señas bien rnarcadas de haber sido esculpido en sus piedras, el escudo del imperio de España, sostenido por dos figuras de arrogantes militares enteramenh a la visla Es digno de una eSlueradl1 alencjón para reconsfruirse

Sobre este escudo nos dice el historia– dor Squier: "La fachada y la pared tra~

sera de le Catedral ostentaban anles el Escudo Real de España, pero a la primera oleadéJ_ de republ1canísmo fueron removi– dos de allí, y sus sitios están fodavía va– cíos, lo que es simbólico de un país que se sacudió e} yugo de un régimen pero que aún no ha podido e51ablecer airo f;r– memt:!:n±e en su lugar".

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