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« Previous Page Table of Contents Next Page »hasta donde unos hombres llevan en hombros los barrio les. El propietario de La Máquina, que se enorgullece enormemente de su empresa, me dijo que el aparato sube los barriles con la misma rapidez con que ocho hombres activos podrían bajarlos hasta la laguna. El agua la va· cían arriba en una gran canoa hecha de un solo tronco de árbol, y allí llevan a abrevar 105 animales a tanto por se· mana, La empresa estaba, me dijo el dueño, en su etapa experimental, ya que no podía garantizar su éxito debido a la oposiciqn de las aguadoras que la consideraban una flagrante violación de sus privilegios inmemoriales. Ter. minó preguntándome si en l/El No!'t€(' teníamos maqui· narias similares, y le ví hincharse de or~ullo cuando le aseguré que allá, en todo el país, no había nada de tal envergadura.
La Máquina está en la boca de la cañada a donde íbamos. Entramos en ésta caminando por su angosto cauce que emparedan barrancos rocosos y arriba cierran las ramas de árboles frondosos por un trecho de un cuar– to de milla. Aquí, a la izquierda, la supelficie de un pared6n de roca se ve relativamente lisa '! literalmente cubierta de petroglifos calados rudamente en bajo relieve. Unas pocas figuras están todavía enteras, pero las más háJlanse ya tan borradas que no se las puede distinguir fá· cilmente. Muchas de Jas que están más abajo yacen entre escombros y tierra arrastrados por las lluvias; y hay algu– nas esculpidas tan aIto que no Se puede saber ql!é cosa son. Cubren unos cien metros del paredón y son en su mayorfa rudimentarias representaciones de hombres y animales, con ciertas figuras 01 namentales y hasta tal vez caprichosas, cuyo significado se desconoce. las figuras
1 y 2 de las rocas esculpidas (petroglifos o litogramas) de Masaya son los caracteres más importantes de la primera sección que vimos, y las figuras 3 y 4 pertenecen a la segunda. Sobre la última parece que quisieron delinear el sol en dos lugares, y quizá también dejar constancia de algún' acontecimiento, pues es de suponerse que las rayitas verlicales de la sección superior de la figura 3 sean números. La figura principal de la derecha de esta seco ción parece habér querido represental un escudo, arcos, lanzas, o flechas, y el "xiuatlaHi", o sea el arte~acto con que los aborígenes arrojaban sus lanzas, el mismo que aparece frecuentemente y en forma similar en las pinturas mexicanas. No cabe duda que la figura principal de la sección inferior es un mono. Por lo que hace a las de· más, el lector queda en libertad de hacer sus propias con· jeturas. En todo el continente americano, desde fas costas de Nueva Inglaterra a la Pata90nia, se encuentran rocas talladas de carácter similar. En su mayor parte, si no en su totalidad, Son obra de tribus salvajes y pare– cen por lo general destinadas a conmemorar aconteci– mientos de señalada importancia. Son, sin embargo, de– masiado elementales para concederles 9ran valor arqueo· lógico; y carecen de mucho intérés, como no sea para ilustrar 105 primeros pasos de un sistema de representa– ción pictórico encaminado a perfeccionarse para llegar a ser un sistema alfabético pasando por el intermedio de los jeroglíficos.
Cabe suponer que esta cañada fuera antiguamente lugar sagrado; hipótesis que tiene cierta base en el hecho de estar ese lugar casi completamente cerrado a los rayos del 501 que sólo alumbra cuando por momentos los dedos del viento entreabren el ramaje que lo enclaustra como
un templo. A la derecha de la figura 4 puede verse un ¡ramo de escalera toscamente tajado en la roca, señalado con la letra "a". Los escalones llevan a una especie de terraza o poyo, de unos tres pasos de ancho desde don– de el paredón rocoso continúa elevándose perpendicular– mente hasta una altura de más de cien pies. En la terraza, y justamente sobre la figura que replesenta un mono, está lo que llaman El Baño. Trátase de una exca– vación rectangular hecha en la roca, de casi ocho pies de largo, cuatro de ancho y diez y ocho pulgadas de pro– fundidad, de paredes interiores finamente alisadas que, como biseladas, se ansostan hacia el fondo. Una estría de más o menos pulgada y m~dia de calado, con salida al borde del pilredón y labrada completamente en con· torno de la pila, tenía tel vez por objeto evitar que el agua cayera dentro. El nombre' dado a esta e)(cava~i6h no'
¡rroja ninguna luz acerca de su finalidad verdadera, ya que como baño sería absolutamente inadecuada, aun cuando hubiese cerca un estanque, que no lo hay. Pare· ce que su origen tiene s610 una explicación, con visos de verosimilitud, y es que fuvo, en alguna forma, relación con las supersticiones cie los aborígenes, y de orden reli· gioso desde luego.
Hacia la izquierda, y un poco arriba de la figura que supongo representa al sol, hay un hoyo o nicho pentago– nal (c) que penetra en la roca. Mide unas dieciséis o dieciocho pulgadas de diámetro; su profundidad se des– conoce. Yo introduje unil vara de n,ás de veinte pies de largo; sus lados s~n perfectamente parejos. Nuestro guía me enseñ6 otro nicho, a cierta distancia del primero
y en otro lugar de la cañada. Este tiene sólo Cinco o seis pulgadas de diámetro y está a tan gran altura que no pude sondearlo. La roca es de basalto o traquita, y muy dura. No sé de otros nichos que se encuentren en esa clase de rocas; pero me atrevo a suponer que éstos son naturales. Nuestro Ruía insistió en que son artificiales, y dijo que los indios afirman, por tradició~, ,,!ue "ev~n
a cámaras subterráneas. No puedo descrIbIrles melor que diciendo semejan matrices o moldos de los que se hubieran extraído enormes cristales de roca.
Además de las figulas rep,roducidas en las láminas, hay muchas otras repetidas y aisladas en diversas par· tes de los paredones. Dfjonos también el guía que en otros lugares de la laguna encuéntranse más rOCas con figuras esculpidas y pintadas, pero no pudimos ver más que las descritas. Cerca de un pueblo lIamad~ Santa Catarina, se me informó hay una enorme rOCa cubierta de figuras pintadas en rojo, como las de. Nejapa, que repre– sentan hombres y mujeres bailando al son de instrumen· tos musicales Desgraciadamente no pude hacer el viaje allá para comprobar lo dicho con el hecho, pero tuve mis sospechas de que fuera una exageración. El hombre de La Máquina me dijo también algo acerca de lo que él lla– maba "vasijas de piedra", asegurando que se encontraban al pie de los farallones de la la~1Una, a una legua de don– de nos hallábamos. Al pedirle más detalles saqué en claro que se trataba de excavaciones en forma de ollas hechas en las rocas derrumbadas al pie de la laguna. Agregó que actualmente l¡¡s utilizaban en l¡l curtiduría !-e cueros, y que quizá sirvieran para lo mismo desde antano. Era tarde ya cuando regresamos a Masaya, pero co– mo la luna estaba en su primer creciente, resolví seguir esa neche hasta Granada.
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