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El carmelita descalzo Antonio Vázquez dQ Espinon, que visitara Nicaragua en 1613, dejó escrita su relación "Compendio y Descripción de las Indias Occidentales", cuyos son estos párrafos:

"Cuatro leguas adelante de Managua, hacia liI ciudad de Granada, está el pueblo de Nindirí, de muchas frutas y regalo; parece un pedazo de paraíso. Hácese en él can– tidad de jarcias y lona de algodón pala velas a los navíos del Perú. En este pueblo no hay Clgua, y asi bajan por ella a una I.. guna que fiene junto a sí muy profunda, que sólo para escribir las cosas de ella y de este distrito ha. bría bien para alargar la pluma.

"Adelante está el pueblo de Masaya, obra media legua de este pueblo, el cual es de los mayores de esta provincia; es de mucho recreo, con cantidad de frutas, Illaíz y otras semillas y legumbres, aunque no tiene agua porque los il,dios beben de la misma laguna que los de Nindirí. Hácese en este pueblo cantidad de jarcias, y

lona, que es gran trato en esta tierra, y los corregidores enriquecen, Cerca de este pueblo está el volcán tan nombrado de Masaya, que aunque el ceno donde está es pequeño lespecto de la grandeza de los demás, les exce–

de el' la cantidad de fuego y humo que de sí arroja, que es de tal suerte, que cuando hace viento, lleva el humo tras ele sí tan espeso que paraco U111] grande y densa nube".

"A uIla legua de Masaya está el pueblo db Monimbó,

cabeza de este corregimiento que tiene los frutos que los demás, y ohos pueblos son Niquinohomo, Nicaragua de

105 indios, y otros".

DE PASO POR MASAYA

Viniendo de Granada se entra en Masaya por una calle larga y anclta, COI1 árboles frutales por ambos lados, b"'io los que se alinean los ranchos de paja de sus morado– res ESl2elamos a que llegara la retaguardia de I,uestra escolta y luego -en columna cerradil- picamos espue· las pasando a trote largo por las calles de la población, A medida que avam:ábamos las casas se hacían más nu– merasas, y de vez en cuando, de entre las más frágiles esli'Uclul as que he descrito antes, se levantaba una de adobes y entejada. Tras casi media milla de camino que– bramos súbitamente a la del echa, y después de pasar va– rias manzanas de casas y calles muy similares 11 las de Granada, y de dejar atriÍs uno o dos conventos abando· nados, desembocamos en la plázll Mayor. En el centro de ésta está la parl'oquioll, que es un corpulento edificio recfangular, de muy hermosa fachada y torre, y bastante más SI'ande que cualquiera de las iglesias de Granada. En los costados de la plaza veílmse varias hileras de bue– nas tiendas de comercio, con puertas y persianas J'ecubieJ' tas de hojalata, l,ues en Masaya, l11ás que en ni!19u1UI otra ciudad de Nicarllgua, se vende mayor cantidad de Oler cancías importadas. Tiénese a sus habitantes por los má¡ industriosos del país, y en todo Centro América se habla elogiosmnente de la cantidad y variedad de al,tículos que elaboran. Allí, además de las grandes cantidades de ja· leas y oiras golosinas que en el pasado se expoliaban al Perú y a otros países de la América del Sur, se manufac· turan cordelGI ía, hamacas, sillas de montar, géneros de algodón, petates, sombreros, zapatos, y, en suma, todos aquellos artícules ele uso corriente en el pa(s. Pero las tiendas, a causa de los disturbios de entonces, estaban

cerradas, y la plaza hallábase casi completamente desier. tao Cerca de la pared trasera de la parroquia vimos un taburete; era el banquillo fatal en el que, pocos días ano tes, había sido fusilado, después de juzgado y sentenciado en consejo de guerra, uno de los cabecillas facciosos de la ciudad. Cerca de allí advertíase la tierra removida, señal del lugar en que sepultaron el cadáver del ajusticia– do. Fue juzgado a la una, sentenciado a las dos, fusilado a las tres, y sepultado a las cuatro. Se le despachó de prisa, por cierto; pero así es el proceso sumario de la ley marcial en Nicaragua, cuando -como en ese caso- el delito del criminal no admite dudas ni paliativos. Algunos ele los nuestros que presenciaron la eje. cución manifestaron que el aeta fue muy impresionante.

La orden se ejecutó ante todo el ejército, del que se tomó a un pelotón para el efecto. Primero llevaron al prisio. nero a la iglesia, donde se confes6 y recibi6 los Santos Oleos. Dos sacerdotes le condujeron al banquillo, le pu. sieron el crucifijo en las manos y elevaron al cielo una plegaria por su alma. De los fusiles que distribuyeron entre soldados encargados de la ejocución sólo la mitad tenían balas. Hicieron la descarga a diez pasos de distan– cia. El hombre cayó muerto. Juzgóse necesario sentar

ese precedente, y lo fue sin duda en ta' caso.

Debe, no obstante, hacerse observar que ningún otro funcionario tiene tal alta reputación de humanitario coma el General José Trinidad Muñoz, quien nunca ha mancha. do su nombre con el estigma de esas carnicerías e impero donables crueldades que han sido la regla, más que la excepción, en las guerras intestinas de la América espa– ñola.

Llegamos a la posada ele una señora qua nos dijo es· t:.:r encantada de que "su pobre casa" se viese honrada por los "hijos de Washington". A los pocos minutos co· menzaron a llegar valios alcaldes de la ciudad, jadeantes y acongojados porque no se les había informado con tiem– po da la proximidad de nuestra llegada. Propusieron, aun cuando reconocían que el'a un poco tarde ya, echar a vuelo todas las campanas, y nos suplicaron que nos que– dásemos en la ciudad por el resto del día a fin de poder agasajarnos dignamente. Nos excusamos diciendo que íbcUll0S de prisa, pero les prometimos regresar pronto; y escapamos, evitando así el ser glorificados en Masaya. Nos habíamos propuesto I,ermanecer allí varias ho– ras y conocer la interesante laguna de la que se abastece

de agua la dudad, pero el afraso de la mañana en Grana– da nos obligó a acortar nuesira estadía pa ra poder llegar esa misma noche a Managua, doce leguas aelefante. Así

que s610 permitimos un ligero descanso a nuestras bes· tias, montamos de nuevo y reemprendimcs el viaje. Ca–

minamos unas dos millas flojas desde la plaza hasta las afueras de la ciudad; ésta tiene unos quince o diez y ocho mil habitantes sobre una superficie de más de una legua cuadrada. Se sale de Masaya por una amplia y hermosa avellida bordeada de campos boscosos, mucho mejores, en este respedo, que los que circundan Granada. La ave· nida conduce al pueblo de Nindirí, y las gentes de a pie y de a caballo que trajinan por ella le dan anilnación ina· yor que fa observada por nosotros hasta elltonces en las afueras de las otras ciudadeS". En Ull punto equidistante de Masaya y Nindirí el camino pa53 sobre una loma que es como burbuja de formación volclinicl cuya comba tiene la línea perfecta de un arco iris. Aun cuando sería fácil

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