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mil ochocientos sesenta y uno hasta la fecha; también certifico que ha cursado la clase de Filosofía d~rahte diez meses, y creyendo que posee. los conoci~ientos ne.cesa– rios en ésta como en las anteriores materias le considero apto para ser en ellas examinado.
Para constancia del interesado doy la presente que firmo en Granada a los catorce días del mes de Agosto de mil ochocientos sesenta y dos.-(f) J. J. Samayoa (Rú.
brica).
Don Enrique, el verbo de su padre
Por una feliz coincidencia, que abrió amplia puerta al destino de don Enrique, concluyó sus estudios cuando su padre lograba la más alta posición de la República, por
10$ méritos de prócer. Esta oportunidad consistió en que don Enrique pusiera en actividad sus superiores conoci· cimientos literarios, que por regla general eran de pobre ejercicio en Nicaragua, siendo el joven lo que pudiéramos llamar verbo de su padre, que encontró en su hijo la fa· cultad de dar elevada, precisa y elegante expresión a sus pensamientos y a sus acciones. Según parece a don Fer· nando le faltaba ese don, y su hijo Enrique se lo suplió, con gracia y acierto, alcanzando victorias resonantes de estilo, para informar al continente de habla española de sus actos honrados, y de sus nobles propósitos.
Inicial y ejemplo notable de esa clase de trabajo es el manifiesto inaugural de su padre al tomar posesión de la Presidencia de la República. Documento que vale mu– cho en el orden literario, expresión cabal de un insigne programa de mando, que tuvo resonancia merecida en Hispanoamérica.
Cuando apareció la candidatura de don Fernando Guzmán, el Parlido Conservador histórico, que después se iba a adornar con las obras del Presidente Guzmán, se opuso a ello, proclamando la candidatura de don Juan Bautista Sacasa. La 'causa de su oposición fue que se de– cía y era verdad que el General Tomás Martínez pensaba conservar la Comandancia General, anulando a Guzmán como mandatario. Guzmán para evitar ese peligro, tomó posesión, casi clandestina de la Presidencia de la Repúbli. ca en Masaya. Todas esas circunstancias hicieron más va· lioso el manifiesto que le redactó su hijo Enrique, Era casi un canto a la libertad a la que proclamaba base del bienestar de los pueblos.
Viaje a Europa
Por la negativa de Guzmán de dar la Comandancia
~eneral a su antecesor Martínez, quedaron frías las rela– Ciones entre estos dos próceres, y el Presidente Guzmán, en pllrte para alejarlo de Nicaragua, y para ver de arre.
g~ar el problema geográfico de Nicaragua con las poten– Cias europeas, envió en una misión extensa al General Martinez a Europa, llevando éste como Secretario al ilus– tre don Emilio Benard.
Mala la oportunidad de esta misión porque acababa de pasar el fracaso de la intervención europea en Méjico
Con el trágico final del fusilamiento del Emperador Maxi-
milla no. Tanto la ReIna Victori. de Inglaterra, como el Emperador Napoleón 111 de Francia, recibieron muy bj~n
en orden personal al General Marlínez, pero le cerraron la puerta a todo trato de cosas en el Continente Ame'ri– clno.
También había que arreglar nuestras relaciones con el Vaticano, porque existía la unión de la Iglesia y el Estado en nuestra Constitución y era de alta convenillncia celebrar un nuevo concordato. A esa misión fue desta· cado el propio Ministro de ,Relaciones, doctor Tomás Ayón y como Secretario Don Enrique Guzmán.
Así tuvo ocasión don Enrique de conversar con Su Santidad el Papa Pío IX, santo e iluminado varón. Esa entrevista conmovió el alma inquieta de don Enrique y le sirvió en el curso de su agitada vida de contrapeso a sus rebeldlas radicales en las ideas.
La Guerra de 1889
De regreso el General Martínez siguió manifestando su descontento con respecto 'a Guzmán hasta llegar al rompimiento, uniéndose con el General Jerez en un mo– vimiento revoltoso. Guzmán nombró General a José Do– lores Estrada que había regresado del destierro en que estuvo en tiempo de Martínez. Depositó la Presidencia y
se puso a la cabeza del ejército. En la batalla de Niqui– nohomo derrotó totalmente a Martínez y Jerez, teniendo la elegancia de, en el propio campo de batalla, dictar el decreto de amnistía, y comprar por diez duros el fusil que le presentara cad. soldado rebelde. Don Enrique fue en esa jornada, Secretario del General José Dolores Estrada, que murió en medio de los acontecimientos. Lució su es– tilo nuevamente en el orden político militar don Enrique en las proclamas del Presidente Guzmán y del General Estrada, y en la necrología consagratoria del héroe de San Jacinto.
Don Enrique, Radical
Nicaragua sufrió una crisis en las ideas por la falta de una enseñanza filosófica de tono católico. Mas que laicismo intencionado fue una oscuridad de ignorancia. El liberalismo como ideal se impuso en las inteligencias. Los dos partidos históricos, el Conservadurismo y el Libe– ralismo, en verdad eran liberales los dos, con la sola diferencia que estaba en el radicalismo agresivo del par– tido Liberal, y en el liberalismo moderado del otro. Ade· más se estableció un encidopedismo en la enseñanza. El pensamiento c1bico :zozobró lamentablemente.
Don Enrique no heredó el temperamento equilibrado de su padre, sino la exaltació" de carácter de su madre. Es liberal pero repudia la moderación. Es un exaltado. Es un intelectual eminente que entre~a en plenitud su pensamiento al radicalismo agresivo.
En esta política son linas cifras de gran significaci~n
sus relaciones con el General Máximo Jerez. El caudillo liberal era también de educación clásica como don. Enr.j· que. Profundo latinista, Se complacía en recitar los bue– nos versos del Latín. Pero según el mi'smo don Enrique nos dice no era Jerez ni buen escritor ni buen orador. Es
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