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pórt~ncia a tales amena:zas, pues se ha demostrado ya qUé

los paIses del bloque mencionado no son precisamente unOS aliados ideales para el comercio de Iberoamérica, ya que sus economías nacionales respectivas difícilmente se complementan, de suerte que el comercio del bloque oriental con lberoamérica en su totalidad, a pesar de toda la propaganada y de su liberalidad, apenas constituye el 5% de su comercio exterior. En cambio debe tomarse más en serio la tendencia de muchos políticos y economis– tas iberoamericanos a acometer experimentos sociales improvisados imitando el ejemplo soviético.

Más constructiva, en cambio, debe considerarse la proposici6n del que fue presidente argentino Arturo Frondizi, de ampliar el plan Kennedy atrayendo a los Es· taclos industriales de Europa Ocidental con el fin de cons·

truir un "Plan Marshall" para Iberoamérica. En efecto, un programa de desarrollo para reforzar estructuras de base sobrepasada las fuer:z:as de los Estados Unidos -que también deben atender a otros sitios-, pues hay que te· ner en cuenta que la agricultura de aquellos países, según los cálculos de la Organi:z:aci6n para el estudio de los pro· blemas de la alimentaci6n y de la agricultura mundiales (FAO), necesita por lo menos dos mil millones de dólares anuales de subvención para poder alimentar de nuevo, suficientemente, ;l la población de Iberoamérica, cantidad necesaria para las impresCindibles mejoras del subsuelo, para la repoblación forestal, la mejora del ganado, de las simientes y de los métodos de construcci6n aún frecuen· temente de tipo precolombiano, así como para la mecani· zaci6n de los sistemas en uso.

El perito de banca mundial Egbert de Vries calculó, hace ya siete años, que los medios necesar!os para el desarrollo económico correspondiente al aumento de po· blación de Iberoamérica, se elevan, como minimo, de unos 3.500 a unos 4 000 millones de d6lares. Actual– mente, sería más bien 5.000 millones (si se incluye el necesario programa escolar perteneciente al conjunto de mínimos necesarios según la UNESCO). Durante años deberla ser proporcionada por el extranjero al menos la mitad de aquel valor, ya que la economía en la mayoría de estos países ha quedado agotada por un proceso de progresiva inflación que dura desde hace años. En pre– visión de estas enormes necesidades, el secretario del Tesoro público norteamericano Dillon ha procurado, aunque con poco éxito, conseguir la colaboración de Europa, cuya participaci6n es también muy de desear por otros motivos, y a ello aludió el antiguo vicepresi. dente y durante muchos años secretario de la "lnternatio· nal Catholic Migration Commission (ICMO)" en Ginebra, Johannes Schauff.

Para poner en funcionamiento tal programa de clesarrollo para Iberoamérica por parte de toda Europa, recomendó Schauff qLie, ante todo, se cotejasen entre sí los cálculos hechos con este fin en algunos países euro– peos por distintas instituciones, coordinando después la política de desarrollo europea a ser posible con ensayos parecidos de Organizaciones internacionales como la FAO, la UNESCO, la Qficina internacional de trabajo y

la Organixación mundial de salud, para evitar en lo posi– ble toda reduplicación de presupuestos. Pero hasta aho· ra, desgraciadamente, no han salido de un estadio de meros ensayos estos intentos de coordinaci6n promovidos desde distintas partes, aunque casi todos los Organismos occidentales para esta cuesti6n, incluyendo las iglesias, federaciones industriales y sindicatos obreros están todos de acuerdo en que se trata de una tarea ingente, realiza– ble sólo en común esfuer:z:o y para la cual debe encontrar· se una codificación adecuada.

Como el desarrollo, falsamente orientado, del que anteriormente hemos hecho menci6n, sigue progresando sin cesar dando lugar a que aumenten constantemente las tensiones sociales, es de esperar que se lleven a cabo es– tos planes y que se vea claro en este aspecto lo que Euro– pa debe hacer para Iberoamérica. En este cometido deberían también aprovecharse las ricas experiencias he· chas por las misiones, las cuales, a través de su unión con el pueblo y de sus conocimientos intimos de las costum· bres y usos tienen una idea mucho más clara de las necesidades verdaderas de aquellos paises mucho mejor que una comisión extranjera de peritos y especialistas orientada unilateralmente

Además, el actual desarrollo presenta en su favor el que Iberoamérica, hasta ahora, no carece de terrenos para el cultivo ni de medios naturales para sustentar a su po· bladón por largo tiempo. Pero lo más importante es que aún está viva la fe en la libertad y en el fin del hom· breo Por ello no debe dLidar más Europa en proporcionar su ayuda, antes de que sea demasiado tarde y que las masas iberoamericanas, desmorali:z:adas en su extrema mi· seria, lleguen a perder toda esperanza y toda fe.

Esta ayuda, empero, sólo será eficaz si no es dema. siado tardía y no se limita a meras limosnas. Debe estar organi:z:ada de tal modo que no se limite a combatir las consecuencias del mal sino también sus causas. Pues no resulta de mucho provecho, por ejemplo, mejorar con me· didas higiénicas el estado de salud del pueblo, alargando con ello su vida, si no se procura al mismo tiempo pro· porcionarle comida y trabajo suficientes. También será necesario concertar tratados de desarrollo equitativos con aquellos países más necesitados para garanti:z:ar una uti· Ii:z:ación adecuada de los consejeros, capitales y ayudas puestos

él su disposición. De lo contrario, como desgra– ciadamente se ha dado a menudo el caso, serán dilapida– dos sin sentido, no ya por corrupci6n o vano derroche sino por falta de conocimientos y experiencia.

Respetando, pues, de modo absoluto la independen– cia política, debe quedar reservado y mantenido el control de la utili:z:ación adecuada de tales medios, para llevar a cabo el programa de desarrollo, porque, de lo contrario, jamás selá puesta Iberoamérica en estado de poder, en el futuro, proseguir su camino por propias fuerzas. Y éste debe ser siempre el fin de toda política de desarrollo, in· dependientemente de los motivos que la origen: ayudar a los pueblos necesitados de tal modo que permanezcan libres o bien puedan serlo de nuevo.

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