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RA la capital de Honduras en esa pI imera década del siglo una población no mayor que , Granada de Nicaragua, y se hacía en ello una vida como la nuestra, afectada por las
divisio~es políticos, pero que al 'mismo tiempo, las familias aparecían Iigqdas en él movimiento de la sociedad Abiertos y acogedores en su trato no cerraban las puertas de su ca~a, a las cua– les yo penetraba fácilmente como hermano de Eulagio, que gozaba de g¡jneral prestigio entre esa gente
Hablaré de algunas de esas amistades, tal por ejemplo de la familia de don Santos Soto
y los Agurcia Yo el señor Agurcia había muerto Eran en conjunto los mayores accionistas
del Banco Nacional de Honduras, y mostraban aprecio por fulagio, en virtud del cual me aCO– gieron a mí muy finamente El señor Agurcia y don Santos Soto eran casados, con dos distin– guidas señoras, de origen nicaragüense y de apellido Midence
Me ,detendré en la personalidad de don Santos Soto, era, y lo proclamaba con gusto de la más humilde extracción social Contaba que había trabajado como peón en la mina San , Juancito, y que tesaneramente y subiendo desde tan hondo había lal;)(ado su gran capital Sin embargo era Un caballero de muy buenas maneras, no desentonaba en cualq~ifiir reunión, vestía con decencia y sabía conversar mostrándose conocedor de todo Centro Améric;a Por esas cir– cunstancias atraía como un personaje de novela, balanceando en su individualidad al peón de las minas, y 01 potentado de esa horG, con el cual había que contar en los negoCios grandes del Estado y de lós particulares
La familia Agurcia se componía, de dos hijos valones y 'dos mujeres 'De los varones fo– sé MolÍa regía, la finanza de la casa, las mujeres, eran, dos señoritas, muy bien educadas, atra– yentes, y alegres inspiraban simpatía de primas a primera Varias veces me inyitaron para
paseos daminguero$ a una linda quinta que tenían canetera arriba de Tegucigq.lpa Llevaban música, se b,ailaba, se bebían bu~nos Iicor<;s y se esparcía el ánimo por la vis~a de" la finco y
por la fina acogida de sus dueños .
Otro trato que frecuentaba era el de la familia Díaz ligada aquí en Granada con la ·fa–
milia Barberena Tenían una tienda de lujo en la calle principal del comercio de Tegucigalpa
La hija Mina, estaba cas~da con un abogado de grande influencia política, social y económica Todos los tiías, se hada una te/tulia tras los mostradores, a la cual concurríanperkonajes de elevC!da figuración política e intelectual
Otra telfulia a la cual yo concurría, era la de don Policarpo J3onilla, eminente persón~je
político de Centro América, muy conocido en la historia de Nicaragua Es éste un r::opítulo ih– te,esantísimo, porque me reveló sobre la polítice;' centroamericana cosas que verdaderamente
me sorprendieron Por ejemplo Era don Policarpo un gran admirador del perí.odo de los tlein–
ta años en Nicaragua, me decía que en su concepto, esos gobiernos que conquistaron para mi
patria el calificativo de Suizo centroamericana, era el ensayo mejor que se había hachó de la de–
mocracia, tia sólo' en Centro Amél ied sino en todo Laiínoamérica y agregaba y, a~n, apartando
a Suiza y a Inglaterra, ,para Euporpa misma servirla qe modelo
Me dijo, que estudiando ese pedodo él había llegado a comprender ciJÓn poderoso es pa–
ra el bven gobierno el resort~ de la rigurosa alternativa en la Presidencia de la República Me
contó'qu~ colaboró con el doctoi-fv\adl iz en las conferencias de Washington de 1907; para con–
seguir que después de cerrado y suscrito el tratado general de .caz y de amistad, se suscribiera
la Convención Adicional que establecía comQ una obligación la alternabilidad en la Presidencia de la República, y la resguardaban con la doctrina intervencionista rigurosa que obligaba a to-
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