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León, otros sosteníamos que el' mejol elO el doctor Manuel COlonel Matus, más ene/g/ca que el doctor Madliz, con indudable pi estigio en toda fd RepLÍblica, y que más fácilmente despeltaría a la masa conse/vadora que le conocia más que a Madriz

Fuí yo el pi oponente de lo candidatwa del doctor Manuel COlOn el Matus y le hice activa propaganda, hasta 10grOl reunil un gtUpO regulal de emigrados que lo ¡JI efel ían al doctor Jos6 Madriz

Pmo torios· estas ilusiones fueron ban idas por el viento El GenelOl FiguC!l 00, Plesidente de El Salvador, había resuelto apoyO/ eficazmente al gobielno de Monuel Bonilla, para detene, los avances interventores e imperialistas del Presidente Zelaya Levantó un ejército bien equipado

y armado de tres mil hombres, y 01 mando del General Plese, los envió a Honduras para sumO/se a

los ejércitos hondureños, que pO/ec.ídn habel obtenido buen éxito al mando del General Paz Ba–

rahona

~a ':Batalla de <=nama~igüe

ESTE ruidoso acontecimiento militar puede considerarse como un mojón que indica en la

histolia de Centro América uno línea, que separu dos épocas bien definidas en la política centroamel icono

[so líneu tiene varias facetas qtle la hicielon trascendental y que POI lo tanto merecen se,

observadas y comentadas Principiemos pOI sentm que indudablemente fue un triunfo militar

fO–

tundo y hermoso del ejército nicOlagtiense y pOI tanto del dictador José Santos Zelaya

Sin embO/go, y aquí princ.ipian las contradicciones de sus elementos, estaba destinada a

ser el signo del fin del imperialismo mismo de Zelaya en Centro América, yola larga de su dicta– dura en Nicaragua

Examinemos la batalla en sus cifras militO/es (onsistió en QI ataque de un ejército com–

binado de El Salvador y cie Hondwas, el doble en nLÍme/o del ejército nicaragüense que se le elifrentó Su jefe el General Presa tenía plena seguridad de la victoria, e hizo alardes púbiicos de que a chilillazos derrotaría a los nicaragüense:; Sus pronósticos despreciativos .OO/U el ejército de Nicaragua, que es un elemento nacional, no dejO/on de Jesentir a la emigración nicaragüense! que parecía identificado con los atacantes

Lo primelO mitad del día de la batalla pareció en

I ealidad que lo victoria ao/astante sería

paJD el salvadoreño Información continua le llegaba a la Casa Presidencial 01 dictador Zelaya, enviada desde el campamento. Más tarde, cuando ésto e/a fría historia, me contó Joaquín Pasos~

que el General José Santos Zelaya conservó inalterable su serenidad ante los alte! nativas adver–

sas del combate, y que en cambio don José Dolores Gámez, fue .O/esa de una nerviosidad, que le

salía al semblante pálido, de hombre afligido Que a la hora de almuerzo don José Dolores Gá– mez hizo impulso de irse a su casa, y que entonces el Presidente Zelaya le ordenó "Don José Do– lores; usted va a almorzar conmigo, usted no sale de la Casa Plesidencial, porque si los opositores le ven, seguramente se animarán a asaltarnos y a sublevarse eh la copita!'!. Don José Dolores que– dó recluído bajo la influencia de la tlOnquilidod del jefe, acostumbrado a COllel peligros seme–

jantes y a dominar situaciones que parecían perdidas.

Parece que en el campamento nicO/agüense había tres flamantes amettalladolOs con sus sel vicios bien ensayados en el manejo, pero que los jefes atolond/ados se habían olvidado de ellas Me contaba el doctor Rodolfo Espinosa que estaba de cirujano del ejército nicaragüense en Namaeigüe¡ que él, hombre civil, fue el que indicó a los generales que era hora que funcionarán

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