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Salvadora Guevara fue llevada a la cárceL Parecía su caso completamente ~rdipQ' Sus

tíos los honrados campesinos Delgadillos que eran pudientes, y muy buenos c1i~ntes del maestro Miguel Osomo, afligidos .del triste destino de la muchacha, le' fueron a pedir que s~ hiciera cargo de la defensa. Yo no puedo hacerme cargo de ese caso, les dijo el maestro Miguel con franqueza, por la propia respetabilidad de mi profesión; pero les recomiendo a un joven pasante Carlos Cuadra Pasos, que estoy seguro lo hará cón c;ómpetencia y buena voluntad. Además ló~ Delgadillos,

tenían su finca colindante con una de mi ma?re, me conocían, y fuí nombta~o defensor.

Don Leopoldo Rocha en un periódir;:o de la localidad publicó un bello'artículo filosofando sobre la iniquidad social de esas severiqades con la mujer pecadora, que lI~gaban a plilrturbar su ánimo hasta el crimen, mientras el seductor se ufanaba tranquilo de su conquista.

Por :eSa idea principié mi defensa, y presenté el primer escrito que fUe mliy celebrado en los corri/los del Juzgado del Crimen.

Pero el proceso tenía un defecto fundamental: según nuestro Código el médico forense debió haber probado que el niño había nacido v,vo, y para ello proceder científiconiente, toman– do los pulmones y poniéndolos en agua. Si los pulmones flotaban el niño había vivido, si 10$

pulmones no flotabah el niño hdbía naCidO muerto. Al médico forense doctor Mateo Guillén no

le pareció hacer la prueba. Pensé en abrir ese capítulo; pero el médico forense hubiera exhumd– do el cadáver y realizada la prueba el delito estaba confirmado. Se me ocurrió consultar el ca–

so con mi ilustrado amigo el doctor Rosendo Chamarra que me dijo acabqba de recibir lo revista

francesa llamada La Lanceta, donde había un estudio sobre esa materia. Me dio el número de La Lanceta y como estaba i:!n Frr;mcés, mi h¡::rmano Miguel me hizo la traducción co~pleta ..

Resultó que salvaba a mi clienta.' Decía que la operación de la endomosis pulmonar no podía hacerse en un cadáver exhumado porque los gases de la corrupción, al entror 01 pulmón, producían el mismo efecto que el aire respirado y que el pulmón siempre flotaría exponiendo a

la justicia a uno verdadero Injusti.cia. : .

Para mí fue una alewío. ,El díe;¡ .~iguiente plantié ante el Juzgad~ !a nulidad ,del auto de prisión por /10 haber cumplido el médico forense de realizar la prueba impresdndible de la enda– mosis pulmonar. El médico forense pidió entonces la exhumación del cadóver. Me opuse a ella cpn todas las pruebas y ra~on,amientos científicos y experimentales de La Lanceta.

El' Juez ,cumpliendo con lo ley elevó el taso en con~ulta al protomedicato de León, cuyo Presidente erd el afomado doctor Luis Debayle, El Protomedicato de Le?>" falfó que yo tenIa razón, que el auto de prisión por infanticidio ero nulo, y que quedaba reducido a la falto de tirar un cadáver a la calle.

No para ahí mi triunfo, eJ; doctor Luis Debayle me escribió una carta felicitóndome por mi capacidad de defensor y por el estudio elevado que había hecho del coso. Desde entonces en– tre' él ''1 yo existió uno relación intelectual.. Más tarde, ya era yo abogado, vino a Granado en

consulta para la enfermedad grave de mi primo .hermano Procopio Pasos, y.pidió que quería conocerme personalmente, y volvió a consagrarme en público como eminente criminalista.

, y todo eso lo aprbyechaba para vestirme con una fama que me costó bien poco.· El doc– tor Rosendo' Chamarra con su despierta inteligenoia me dio los datos, mi hermano MigueJ. los tradujo; y yo fuí el fácil triunfador en una empresa difícil. Viva la flor . de' la vanidad, pero'cles~

de. entonces la dejo correr sin ,ufónarme.

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Antes de mi prisión no me atraía la política. Era conservódor, o

mejor dicho me tlam¿ba c0t;lservador, por tradici'ón de familia. Pero de la cárcel s.alí con la sangre en el ojo, y dispuesto a meterme en. Jos actividades, de la conspiración y de la guerra civil. Era seéretario en dI Juzga-

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