Page 72 - lista_historica_magistrados

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lncHo llamado Hip6llto Sequeira pa~a qUe éh elía se

vaya E. Quiiérrez. Firmé la obligaoión en nuestro oslX¡– pamento a la luz de una lámpara, oon la oual se ITa Gutiérrez a la oasa de la hacienda para alumbrar el camino al dueño de la potranoa. Nos quedarnos con– versando al' aire libre, en la más compleía oscuridad, Rocha, Casco y yo. Tardaba Gufiérrez en volver y iro– nábamos contra su falla de formalidad. Deseaba en– trarme al rancho porque comenzaba a molestanne el frío de la noche, y no me afrevía hacerlo en ían den– sas tinieblas. Cerca de las 8 serían cuando volvió Gu– íiérrez con una oarla de Nichito para mí, carla que s610 oontiene estas palabras: "Mañana nos vamos de aquí. Reoibí los onoe cincuenta". Esto quiere deCir: "El 23 Se verificará la invasión". Pasado mañana es– taremos en guerral Helado se quedó Rooha al oir esto, y na hay oomo pintar la satisfacción de íodos noso– tros. No hay que pensar ya en viaje. Lo que hacemos es llamar a Juan José, (quien viene como a eso de las 9 a nuestro rancho) para inforn"\arle 10 que pasa y disponer con él cuales son las medidas de prevención que debeInos tomar de tnañana en adelante. Casco irá tnañana a su escondite a traer sus argamandijos para quedarse ya oon nostoros y también para comprar al–

gunas provisiones, Juan José le llevará la noticis a G. Cuadra e irá El DirioIno a COtnprar carne.

DICIEMBRE 2!!

Nos levaníaInos 13. las 6 y tnedia aunque hace mu– cho frío. Casco se va a su escondite, ofrece volver hoy con provisiones. Tan"lbién se va Juan José, parece que a Nandaitne y pareoe que a Diriomo, probablen"lente a una y otra parle para charlar sobre la próxima ve– nida de los enügrados. Escribo con Juan José a G. Cuadra diciéndole que el porlador le comunicará una im.podantísitna noticia y recomendándole una carla para la Bela, cada en la que le n"lanifiesio que no me enfado por ser quintilla eníre los conservadores sino porque siendo cero se tne persigue como si fuera per– sonaje imporlantísimo, en el sobre le pongo que ya no me voy por razones que ella sabe A las 8 a.ln. cae un gran aguacero, tenen"lOS miedo y no vamos a al– morzar a la casa de la hacienda. Vuelve Casco a las 5 m. Cuenía que iodo está tranquilo. De Juan José nada sabemos, hasta las 6 de la iarde no ha regresado.

DICIClEMBRE 2.3

Qué día el de hoy

¡ es el peor quizás que hemos pasado desde que andatnos huyendo. Cuando vino Enrique Guiiérrez con el café cuenta que 11eg6 anoche Juan José y :me trae una carla de Nichiío en la que ésíe me dice que todas tne creen ya en Cosía Rica, y oue, por íanto, estoy bien aquí, que prepare provisio– ñes y no deje salir a Juan José a ninguna paríe, tne r.e'pife que él Xa se va la esconderse, s~n duda). 9u– tierrez resolvlo anoche, oosa que yo 19noraba, lrse hoy para la hacienda de don Pedro Arceyuí. Pre– parando" sus alforjas estaba (serían las sieíe y Ine– dia. a. m.l

cuando el narigudo de Pedro Guilérrez llegó a~toda carrera y nos dijo; "al11 está Ja escol– ta en la: casa, yo esíaba en el rancho de los corla– dores y.pude escaparme". InmediaiaIneníe tOn"laInOS nuestros maritates para ocultarnos en el tnoníe, lo qUe no 'pudimos llevara c::abo, y nos pusi:pos en camino hasia llegar a las hendas de oampana. No hacia una hora que estábatnos allí cuando oímos a carla distancia ilros de Retningíon y gritos. Entendi– mos que los disparos habían sido heohos contra nues– tro ranchó y que ya venía la escolla siguiéndonos la pista. Alarmadísimos nos internarnos mé-s e11,tre la moníaña, y rotnpiendo breñas caminamos unas varas hasta Ílegar a un sitio muy agreste donde nos pareció punto menos que imposible que nos descubriesen. Me pareoe ocasión ésta de .decir, que Pedro GUiiérrez, <;,1 narigudo que anda cornendo con nosotros, y nos trajo el aviso de la llegada de la Guardia, Se llama Esteban Garay lalias Toro barroso). Se ha ca=biado el non"l– bfe porque huye de la justicia a consecuencia de unas heridas que le dio a no sé quién. Es de los mejores muchachos que han aportado por acá. Y desconfiá– pamos de él cuando vino. Como a eso de la once y

rt\ed.ia a.M. ai ver éttié nac!-ie negaba a bv., s\,arnl,)s, l'é.

solVleron Casco y Garay lr can la maY'ór cauiela asomarse al rancho y ver si. era posible J:;¡uscar agUa para calmar la sed que senbtnos. Rocha, '..!3uíiéirez a yo nos quedamos esperando. Mientras estábamos alt pasaron unos monos por las ramas del ár!;lol bajo e~

cual nos hallábamos y nos cagaron. Dicen que 10 n"lonos hacen esío iníencionalmente. Me ensuciaro~

lél; hombrera y la ~\Snga der:echa del.s~co; pero limpié bIen esas porquenas con hOlas. ManIfIesto a mis coro. pañeros que, a juicio mío, la escolla está iodavía e~

la haoienda y se ha. ido llevándose a Juan José PUes dé oíro modo ya habria ésíe venido a buscai-n~s A las 12 y lnedia a.tn. vuelven Casco y Garay, d~sde

que veo al pri:mero con una jioariía en la mano c0n:'-prendo que llegaron al rancho, efeofiyamente, es– tuvIeron ~n ~uestro oatnpa~ento, recogIeron varias cosas que deJaInos por la pnsa con que corrimos trajeron un paniquín lleno de agua. Volvimos a'l¡ tienda de can\paña a la 1 p.tn.; inmediatamente tomé un poquito de pinolillo lúnico ali.mento que íenemosl porque sentía hambre y sed. Cerca de las dos de la tarde serían cuando se nos presenía Cafarino oon el almuerzo. "Se l!~varon a Juan ,José" -fue lo primero que que nos dlJÓ. Cuenía Catarino que la escolla se cotnponía de 35 soldados y 3 oficiales, de los cuales según después supimos, uno era Benito Gutiérre; (alias Barrabás 1, y otro Pedro SeqUeira hijo. Dijeron que se llevaban a Juan José porque tenía aquí gente esoondida, que ayer había estado Mancada en esta hacienda (lo cual no es cierlo) y porque de Managua

pid~n c¡ue fuese enviado allá. A las 3 p.tn. volvimos al ranoho 'de íal tnanera cubierlos de garrapaías, que no hicimos más que limpiarnos de ellas hasta que se puso el sol, y aún así pasamos toda la noche rascándonos El tiro que oímos poco después de haber llegado a l~

tienda de can"lpaña, disparo que nos hizo correr tanto fue la despedida de la escolla ya iban en camino d~

regreso cuando este tiro sonó. Dos veces caí, sin hacer– tne daño ninguno, cuando huía por entre breñas y rocas. Las voces que oyó Rocha al mismo tiempo que el disparo, voces que aumentaron nuestro terror, las daban las :mujeres de la hacienda desde el río de Oro gritándonos que ya no había peligro. Cuentan los :mozos y corladores que los ofiCiales les decían que les iría Inuy mal si continuaban sirviéndoles a los Cha– marras. Nos llama la aíención que debiendo estar ya el país invadido, el Gobierno parezca' tan tranquilo, y se ocupen las autoridades en enviar grandes escalfas a esías moníañas para perseguir a los que huimos. Esía reflexión y una oOtno corazonada inexplicable, casi nos persuaden de que la noticia que nos comuni– có don Nichito Chamarra resultará güera y que no hay tal invasión, ni tal oulebra de pelo. '

DltlEMBRE 24

Hemos observado que los animales del cerro el más íerrible es el Inás chico de íod9S: la garrapata. Abunda de tal manera que oonstituye una verdadera plaga. No se puede dar un paso eníre el monte sin salir cubierlo de estas imporlunoEi bichps que hacen

verda,' del', OS estragos en la piel. Para ha,bl.ar con Ra- j

tnona, la esposa de Juan José, vaya las 10 8.n"l. a la casa de la hacienda. Supe que ella .<;lijo que si Juan José no volvía dentro de ÍJ:'es días se iría a--Nandaime con su faI;>;\ilia. '

DICiEMBRE 2.S

COtnO hacía anoche mucho frío y estaba oscurísi– mo nos acostamos poco después de las 6 p.m. ¡Vaya una Nochebuenal Rocha estaba tristísimo y no habla– ba palabra. A eso de las 7 me puse a insíarles para que se vistiesen y fuesen a la casa de la hacienda a tener un rafa de parranda con Juan José y su familia. Yo no voy /les dije) por el dolor y ardor que siento en esía pierna, lo cual no era del todo cierlo, pues de ninguna manera habría ido.

Se fueron con la lán"\para y yo me quedé con una vela de eSPerma que 2 horas después se acab6 deján– dome en la más absoluta oscuridad. Volvieron des-

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