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« Previous Page Table of Contents Next Page »podrla, por supuesto, considerarse negativo en el sentid do que su énfasis es sobre un tema de la carencia. Pero "El Páramo" con toda su imaginerla del caos y su dispo– sición del ánimo a la resignación por el desbarajuste de la sociedad moderna, de hecho nos I)repara hacia un retorno a la afirmaci6n, tanto asl que ha sido descrito por un critico como "la rehabilitación de un sistema de creen– cia5". "Los Hombres Huecos" Ilresenta algunas de las dificultades filosóficas, o dificultades de la reintegraci6n de la sensibilidad (lue ha de encontrarse en la obra de esta reintegración. Con la publicaci6n de "Miél'coles de Cenixa" (1921-29) se hizo evidente que Eliot era, quids, el mb grande poeta cristiano de nuestro tiempo, que ha· bla encontrado el camino a través de la noche oscura del alma hacia una posici6n afirmativa muy de acuerdo con nUestra tradici6n. Este poema, según las palabras de uno de sus intér,pretes, "describe las etapas de la desespera. ción, de la abnegación, de la recuperaci6n moral, de la' fe renacida, de la necesidad de la gracia y de la renova· ci6n de la voluntad hacia el mundo y hacia Dios". Sus preciosos "Cuatro Cuartetos", que aparecieron un poco después, han sido considerados una meditación de lo que significa ser Cristiano.
No estoy suponiendo aquí que el arte debe ser Cristiano para que sea bueno; mi punto de vista es de que Eliot a través de sus técnicas "revolucionarias" (toda· vía revolucionarias en "Los Cuatro Cuartetos") no está simplemente presentando un cuadro de fragmentaci6n o anarqula, o dando un impulso al antinomianismo, sino que está llegando a algo así como el consenso que es básico de la estructura mlstica de la civilizaci6n Occidental. Lo que necesita enfatizarse es que él no podría haber hecho esto de ninguna otra manera, al menos no lo podría ha– ber hecho como poeta creativo. Solamente trayendo los elementos de nuestra experiencia moderna en estas im– presionantes combinaciones, ,podrra haber dado al públi– co lector la impresión de que allí habia algo trasccndent~1
que debía ser oído seriamente.
Mucho de la misma lección puedo encontrarse en la carrera de otro gran poeta moderno, William Butler Veats. Este, por supuesto, escribi6 antes de la floraci6n de la poesía moderna, mas estos movimientos no deben ser tan nítidamente catalogados. Sin ser tan exteriormente revolucionario como Eliot, sintió a medida que enveiecí~
el impulso de hacer notorio su recha%o del nihilismo Ino·
derno y hacer en sus poemas una COllstante referencia 11
un sistema de creencias. Consciente de un modo se– mejante de que el viejo sistema habla caldo en el descreimiento llegó basta a inventar su propio sistema de mitologla. Esto fue publicado en 1925 como "Una Vi· si6n". En una construcción elaborada nos da "un cuadro de la historia, un resumen de la psicologla humana y una descripci6n de la vida del alma deslpués de la muerte". Diffcilmente hay algo más radical que inventar una mito– logIa, mas el empleo que se le dió a ésta fue ortodoxo y tradiCional: fue la creaci6n de una trama unificadora para las creaciones del artisto. Las imágenes do ese siste– nlil constantemente reaparecen en poemas subsiguientes dándoles un sentido de profundidad que no hubieran tenido de otra manera.
Ambos de estos poetas han producido los más im· presionantes cuadros de 105 males del modernisnlo, mas no están rompiendo el mundo en pedazos, antes por el contrario, están procurando reh~cerb tle nueva. Sus mé
todos son una respuesta
{I' lu condiciones de la sensibili. dad moderna. Un poeta que no pueda mostrar que I!ll sentido la desilusión de su propia época tan vivamente como otras gentes no pueden hablar de su' tielnpo. fste es el momento en que el poeta debe desandar el camino hacia más humanas tradiciones. f. O. Mathiessen apunta que James Joyce, confrontando una dificultad artística similar, usó la estructura narrativa de la Odisea como tra_ ma de su novela "Ulises".
La única conClusión posible es que el trabajador cul. tural debe permanecer libre ya sea cuando esté dando eKpresi6n a su propia tradición cultural o busque, por cualquier estrategia, la manera de recuperarla. La expe. rimentación e innovaci6n de parte del artista no son ne– cesariamente señales de ignorancia o irresponsabilidad. "Un arte c¡ue simplemente reporta o re,presenta la carga humana de vaciedad, desmayo o desesperación -como lo que llamamos arte moderno pretende hacer- puede ser un arte leal que rehusa los románticos honores de los poderes deshumanizados de su tiempo". I:s verdad que herejías inadmisibles aparecerán de vez en cuando, pero el perseguirlas tendrá que dejarse a las fuerzas de la cul. tura misma.
Finalmente debemos tener muy cuidadosamente presente que el arte es una forma de cognición de la rea. Iidad; una de cuyas funciones es por tento epistémica, y
lo epistémico no está jamós atado o limitado sino paril nuestro mal. Es verdad que el consenso habla al artisl .. , pero no le dice exactamente lo que debe hacer. M~s, si él permite que le diga lo que exactamente debe hacer, no es un artista de ,primer rango. Mas bien le dice: "Nárranos la historia, pero nárrala de un modo nuevo". Los trágicos griegos, atados como se sentran a las narra· ciones trlldicionales, sintieron la necesidad del segundo mandato. Esta es la única coerción que se permite en el caso de un artista. El es un hombre profundamente afec. tado por la gravedad, la peculiaridad y la verdad de los varios aspectos del drama de la existencia. El debe estar culturalmente libre para hacer lo que pueda hacer con sus propios dones especiales y su percepción interior. Cuando cae la sanci6n, cae en nombre del arte, identifi. c<'Indo, no forzosamente suprimiento, lo fallido, que pue· de ser de mili {lusto, didáctico, o ideológicamente ins.J1;– rado. V lo que es verdadero parn el arte asl mezquina– mente concebido es verdadero flnra la cultura toda considerada como un arte hasta los limites donde la ¡U·
pervivencil1 flsic~ y moral crea problemas de UM dase más perentoria.
En resumen, la libertacl cultural como I',1rte ¡nlagr,,'
de una sociedad libre requiere que diferentes culturas sean permitidas conservar su homogeneidad; que los creadores de obras culturales no estén maniatados por dogmas polltit:os o sociológicos; y que en una cultul'a da– da la tradici6n debe dejarse libre de encontrar su prol)ia manera de renovarse. La violación de cualquiera de estos principios muestra una ignorancia fundamental de lo que es cultura y de c6mo ésta sirve 11 la vida del esplritu.
(NOTA: Richard M. Weaver es profesor de Inglés en la
Universidad de Chicago, editor de la revista conservadora Modern Age, y autor de varias obras didácticas tales como: Las Ideas tienen consecuencias; Las éticas de la ret6rica; Compo– sici6n: curso efe escritura y ret6rica)
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