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« Previous Page Table of Contents Next Page »cuidado, que estiraba el pescuezo para lanzarse a un paso trote tragaleguas y suave para el jine– te. El Canario no se dejaba atropellar de la Zaina, y marchaba a su zaga dentro de una espesa nube de polvo que levantaban las bestias con los cascos. Indudablemente hoy todo es más ex– pedito y limpio. Pero como dice Azarín, escritor español, sólo se llega y na se viaja, porque en verdad el viajar residia en parte en esas mismas incomodidades que se vencían y divertian.
Veía al tia Vicente sobre sus buenos aperos mejicanos, erguido y recto, y se me parecía
a .un cuadro de do.n Quijote que había ojeado en el Kindergarten en unos libros de enseñanza gnSfica, que nos explicaba Miss Moore. Era mi profesora entusiasta por don Quijote, no refe– rente a la obra literaria, sino al personaje' Quijote 'que ella nos mostraba como el modelo más completo de caballerosidad en toda la historia, humana. Nos decía, valiente, generoso, justo, de– fensor estricto y respetuoso de la mujer. Nos explicaba que Se calificaba de caballero de la triste figura, por su caballo, señal noble de su pobreza que no afecta a la cáballerosidad.
Rocinante en los cuadros gráficos resultaba el símbolo del hambre, transido, huesudo, de andadura vacilante. No era posible que salvara el total de la pintura la arrogancia innegable de don Quijote, de ahí el lema de triste figura.
En cambio la Zaína estaba lucia de gorda a costa de zai::ate y maíz, y contribuía con su
donosura a la aparente nobleza de su jinete.
Estás reflexiones tal vez no me las pude hacer completas en aquella edad, sino que han surgido junto con mis recuerdos cada vez que los evoco. Eterno contraste, en I Q humano y en
lo ~oológico, entre el hambriento y el harto, que está expresado con la malicia y' gracia de Cer– vantes en un supuesto diálqgo entre RoCinante y Babieca, el caballo del Cid, de caballeriza prin– cipesca, gordo, sano y altanero como la Zaínd:
Babieca– Rocinante-'–
B.- R.- B.-.
R-
B.–
B.-
Cómo estáis, Rocinante, tan delgado? Porque nunca se come, y se trabaja Pues qué es de la cebada y de la paja?
No me deja mi amo ni un bocado. Anda señor; que estáis muy mal c,riado, Pues vuestra lengua de asno al amo ultraja, Asno se es de la cuna a la mortaja Quereisle ver? miradlo enamorado.
Es necedad amar? (R) No es gran prudencia Metafísico estáis. (R) Es que no como.
En nuestro grupo todos caminábamos con el estómago lleno de un buen desayuno y por lo tanto con el corazón contento. Además teníamos a la vista la perspectiva de un almuerzo de campo, en donde las viandas son al paladar más sabrosas. Por otra parte no había en nuestra patria hambrientos parque corrían tiempos de abundancia, resultado de la paz, y de lo pruden– cia de los gobernantes.
Volviendo al relato, ya había ganado la nota de un buen montado. A las tres de la tarde después de almorzar, y de una hora de recreo, emprendimos de nuevo la jornada. Pasamos por enmedio de la ciudad de Nandaime, en donde de todas las casas salían a saludar al tío Vicen– te, respetado y querido en aquella locolidad como político y como propietario siempre presta
Q
la contribución del bien público. Como una hora perdimos o mejor dicho ganamos en Nandai– me. Llegamos a San Antonio al caer de la tarde. Todos los operarios mostraban alegría por la presencia de la familia.'
No puedo prescindir de trazar el cuadro de mi tío Vicente en franca sociedad con sus
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