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que en ella fuera Marcos Reyes un viejo

y leal criado de la casa que llevaría Pa– blo Antonio en calidad de asi:;tente.

En la noche última que debía pasar en mi casa el Teniente, mi mamá

afanosa le aliñaba unas enormes alfor– jas de vpquetq explicándole el destino de cada objeto, ef uso que fe debía dar. En

el aposento en que vivían fos dos her–

marios mayores 'softer¿s,' Pabfo y Ramón, todo estaba perturbado. . En la cama de Pabfo, en uno de sus pilares colgaba la

espada que era de riguroso uso en los oficiales de entonces. Y sobre la espada colgaba la chaqueta cón las presillas e in– signias del grado en el hombro y en las mangas. También en otro pilar estaba ef sombrero de fieltro, ,tieso de alas que usaban para campaña en fugar del que– pis. Por, otro l(jdo le ,qliñ,aban, a Marcos Reyes víveres en l.{nas, f!lforjas de cabu~

110 limpias y ;amplias. Todo, quedó Iist9, cuando me ord~Qó m'i. madre qu~ me fuera a acostar p'ara qUf! madrugara p decirle adiós al hermano. Pero nadie me

desper'tó y no medí el gusto cJ.e ver a Pa- El General Joaqufn Zavala, nuestro, DaVid,

blo cabalgando en el Mito /¡ocia las, le- :....,.....,.....,.....,.....--............,..................-".,......--,.....,.........;.---,.....__ ...l

janías que yo situaba en ef horizonte norte sobre el lago y sobre la montaña.

Principiaron con ef viaje' nuevos conocir;nientos a entrar en mi memoria sobre la geografía de NicarQgua, Llegaban telegramas de Pablo y mi madre no!> reunía para leérnoslos. Aquí pue– de ser que se me confundan los datos recogidos con los que después me contaba Marcos Reyes. Un día la noticia de que Pablo estaba en Somqti,flo, cuya existencia no conocía, solo había oído hablar de Somoto grande. Allí se reunieron el ejército del General Zavala y uno flamante que mandaba el doctor Adán Cárdenas, Presidente Civil de la República que cumplía sin embargo con sus deberes de Comandante G~neral.

Un capítufo especiclt fue para mí fa pasada de' fa frontera del ejército eri que iba Pablo. Me imaginaba la frontera por una explicación de Miguef como la línea que separaba fa ha,cien– da de nosotros de la hacienda vecina. Creía sí que fas cercas de 'alhambre debían ser muy 'aftas

y resistentes y que fas habían echado· abajo huestros sofdados. Pocos días después Pablo:estaba

en Namacigüe en donde se esperaba que iba a librar el ejército su primer combate con tropas hondureñas aliadas de los filisteos de Barrios o Gofiat.

En esos días se desvía mi atención porque princ:ipió fa Semana, Santa. Las procesiones, la alegría menguada por fa generaf preocupación pero para mí siempre atractiv(j de aquellas ce– remonias, me hicieron ofvidar fa guerra.

El Viernes Santo conforme una costumbre de familia mi madre nos dijo que momos a

rezar la Vía-Sacra con ella, a la iglesia de fa Merced, y que cada paso de fa Pasión pidiéramos por el éxito de la guerra y por la 'safud de Pabfo., Así fo hicimos. De regreso en fa casa y después de almuerzo estábamos en una tertulia cuandorepiearori todas fas campanas de las torres de

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