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~I1 HA el veinie y dos de Mayo, dia de

Sania Riia, del año de mil ochocien–

~ los novenia y nueve y en plena adn,jnisiracián del General Zelaya qwen, dicho sea de paso, hasia esia hora no ha sido juzgado con sere–

nidad ni por amigos ni por enemigos.

El invierno había enlrado copiosísimo des– de el día de La Cruz y la fiesia de la Sania Vencedora de Imposibles se esiaba ahogando bajo un diluvio sin nonlbre en el abejonado y pedregaloso puebleciio de Teusiepe, del cual es pairona la famosa iniercesora enire Dios y los hombres.

Con,o a las cuairo de la iarde lograron vadear El Paso de Boaco unos arrieros de ga– nado que conducían a Tipiiapa una partida de novillos de don Mariano Buiirago, de caporal del arreo iba Eugenio Mayorquín, Onofre Ma– lueños era el concierio de compañía y al mis– mo tiempo hacía de ioiero y como cosiilleros peaiones figuraban Eusebio Suazo, Simón Sán– chez y Gregario García.

Anies de que el vendaval arreciara ha– bían logrado atravesar El Malacaioya y en– irar al poblado desde la albiia procedenies de La Joya, don José Maria Buiirago y su hijo Jusio.

La fiesia había esiado decaída a pesar de la abundancia de forasieros llegados de To– maioyiia, Cerro de Piedra, Asienioviejo, Boa– quiio, Hacedades, La Cruz, Cusirisna, Poireri– llos, San Lencho, Malpaso, Sapuaneca, La Re– joya, Peoresnada, La Concha, Las Canofls y

treinta lugares más circunvecinos que a la memoria escapan y que fenían más de un

represeniante en el poblado que esiaba an– sioso de volcar por la plaza del lugar la ale– gría de sus vecinos y de sus visiianies sobre dado porque desde hacía ires días el resguar– do de hacienda y los chingas de la Coman– dancia habían abandonado Teusiepe con sus jefes respedivos para ir a dar una batida Ei.

El Cacao de los Suárez y Cerro de Piedra, de donde habían llegado noticias de que anda– ban cierios hombres que ienían deudas sin cancelar con la justicia y esiando sin soldados el pueblo no había por qué iemer a la chirona aunque la cususa acabara con el equilibrio de los cuerpos y fuera pron>oiora de caitiaderas.

Por la misma causa de esiar desprovisio de chingas el puebliio desde el veinie y uno se habían adentrado por la noche cierios va–

lentones matasietes cuyo oficio era ir a todas

las maroliadas de cierios y deier=ínados san– tos con que sus devoios celebraban y aún aho–

ra acostum.bran celebrar las fechas canónicas

que la Iglesia precisa para las fiesias de los

Patronos y Palronas que cada prójimo venera

y enironiza a su !nanera, y cuando ya el silia_ no esiaba rebasado de sus límiies la empren_ dían con sus semejanies a cincha de cuiacha

limpia o a lajona escuela a brazo abierto, Se~

gún las circunsiancias, dejando malferidos a

unos cuantos parranderos, Inotivos por los eua.

les vivían en una perpetua juidera de los jue. ces y de las esuolias los iaimados individuos.

La fama de esios brabucones corría de bo. ca en boca y viajaba sin deienerse de comar. ca en comarca hasta golpear después. de un vasio recorrido los oídos de los chingas y de

sus comandanies, a veces los mandaban a per– seguir, pero como era difícil capturarlos se les dejaba correr míeniras su hora se llegaba y

por esio la aulorídad n>anienía sobre ellos una pennanenie orden de capiura, por lo cual

siempre vivían a salto de mata y sin residen,~

cias fijas lisios a aparecer en escenario en el

luomenio menos esperado y cuando no había peligro para que fuesen apresados, así fuere ello en despoblado o en las meras poblacio– nes huérfanas de soldados por ocuparse la fuerza pública en comisiones especiales que ordenaba de vez en vez la Comandancia GeneraL

Enire esios buscapleitos los había de io– das calidades, desde los que apaleaban naiu– chas en ias paries apariadas de los senderos porque no se rendían a sus insiínios bruiales hasia a los iemerarios y peligrosos que arre, meiían cónira las escolias a las que muchas veces las obligaron a poner pies en polvorosa.

Satisfadorio es confesar que en aquellqs tiempos de Zelaya, con iodo y su tiranía, la vida humana era respeiada y un soldado por muy paiasueleanie que fuera y muy remaia– do nápiro sacado de las cañadas de Sania Inés o de las de Gilirruca no disparaba nunca conira ningún ciudadano por más que ésie irrespeiara su auioridad de policía y fuese el irrespeianie hu=ilde naiucho sacaleño o bien señor de haios, haiajos y vacadas

Enire los maiasieie había uno que era te– rriblemenie iemido por iodos los comarcanoS y ieustepeños, hombre que donde se presen· laba imponía el silencio, mandaba como en su propia casa y 'ordenaba lo que mejor se

le venía, en gana, unos ]e llanl.aban Tatoie, in·

dudablemenie para significar que era el pa– dre de iodos los iaias, airas le decían El Corre Escolias porque en muchas ocasiones se había agarrado con ellas y las había hecho bara– justar a su capricho y por fin no faliaban fue– ranos y prójimos de distinias laHiudes que lo ienían bautizado con el remoqueie de El Gran– doie, apodo que le adjudicaron por su desme– dida esiaiura y complexión recia semejanie a la de un giganie pichón según decían sus con– temporáneos al hablar de él '-··2--

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