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E. GEORGE SQ~n:R
Traducción de'LUCIANO CUADRA
De entre las diversiones favoritas de los nicaragüen
M
ses -o más bien de los habitantes de Le\ín y sus alrede.. dores- quizá valga más la pena hablar del "paseo al mar", es decir, de la visita que anualmente se hace allá en el verano a los balneario~ de las costas elel Pacífico. La gente elegante de nuestras ciudades va a Sara toga o Newport; la de León al mar. Y si bien aquel paseo difie– re de la temporada que aquí se Ipasa en 105 citados luga.. res de veraneo, la verdad también es que allá requiere a su vez preparativos similares y se habla de ello, antes y
después de esos días, con idéntica frecuencia y entusias– mo que squí en los Estados Unidos Esa es allá en Nica" ragua la época de los galanteos y coqueteos colectivos, y
también individuales. Es, en resumen, el alegre festival de San Cupido, cuyos devotos, en todo el mundo, parecen ser más fieles y fervoro,sos q~e los de cualquIer otro san.. to del calendario.
Varias veces durante el invierno oí alusiones al pa.. seo al mar, sin entender claramente de aué se trataba. Sin embargo, cuando entró el verano, las aiusiones fueron más frecuentes y precisas, y ya para mediados de enero el tema del paseo era eje de toda conversación. Los semi– desnudos muchachos de la calle paredan vigorizados por
el ambiente migratorio; y hasta mi venerable cocinera ini– ció una serie de insinuaciones di,plomáticas tendie~tes a
averiauar si yo creía en el aforismo de que "a donde fue–
I es haz lo que vieres", y, por tanto, si me agregaría al éxodo general. Varias señoras me lo preguntaron direc– tamente, y la esposa de un ~uncionario público ámigo mío, cuya posición le permitía infringir un tanto las res.. tricciones convencionales, me invitó francamente a sumar..
me a su grupo. El paseo, sin embargo, no se efectuaría sino hasta con la luna de marzo, dos meses más tarde. Para ese entonces la temperatula de verano ya se hace sentir: las cosechas se han recolectado, la exhuberante vegetación se 890sta, el relente de las mañanitas es ngra.. dable, el cielo está sereno y limpio de nubarrones, las tormentas se ausentan del todo, y por las noches la luna reina con límpido esplendor y su,prema belleza... En la ciudad el polvo se hace insoportable y las actividades co– merciales decaen. Es la estación del reposo mental y del goce material. También por esa época se secan los sala.. dares cercanos al mar y perecen los mosquitos. En fin, las condiciones para realizar un paseo ~I mar son todas óptimas.
Los plimeros pre1parativos comien:z:an durante la se– mana anterior al primer creciente de la luna. En e50S días se inicia el movimiento general de carretas y sirvien– tes con rumbo al mar, v el Gobierno destace a un oficial y varios soldados a vigilar la construcción de las enrama– das en la playa, o más exactamente en la arenosa costa cubierta de árboles y maleza que bordea la bahía. Las familias, en vez de reservar habitaciones en hoteles tales como el flO cean House" o un motel en el "Drive fl , conso¡
truyan enrªmadas provisionales de cañas y palmas de co– co, y tienden petates en el suelo. El techo y las pared~.
se at,an con bejucos o se tejen igual que las cestas, ha~
ciéndose en la misma forma las divisiones de los cuartos,
o bien mediante cortinas de géneros de algodón ª
colo_ res, Esto constituye Jos penetraJes o santasantorum des. tinado al "bello sexo fl y a los niños. Las damas más lujo.. sas llevan al mar sus camas de cortinajes ricamente bar.. dados y no escatiman hacer derroche de elegancia en el
arreglo de sus improvisadas viviendas En la parte exte– rior, siguiendo el trazo de su; residencias urbanas, se construye una especie de ancho y abierto cobertizo cón
visos de corredor. Allí es donde se cuelgan las hamacas, come la familia, se reciben visitas y duermen los hom– bres. Es, en suma, salón y comedor, y también dormito. rio de varones. La enramada de la clase descrita aquí, claro está, es de las que pertenecen a los ¡paseantes más opulentos; o sea de la alta sociedad_ Pues las hay de to~a
categoría, hasta aquellas de los ¡peones y sus muieres q",e extienden sus mantas al pie de un árbol y entrela:z:an unas cuantas ramas sobre sus cabezas; cuestión que les lleva sólo diez 9 doce minutos. Y aun hay quienes hasta rehu– san hacer 'tal esfuerzo y se acurrucan en la limpia arena seca, cÓmodo y barato procedimiento que me atrevería a recomendar desde ahora si no fuese ello adelantar mi re..
lato. Las impacientes señoritas sabían todas que "10 de marzo fl estaba aún lejano, mas el regocijo ~ue enorme la víspera aquella en que la luna creciente, ¡oh, augurio felizl, mostró al fin su fino cuernecillo plateado al hun' dirse el sol en el ocaso. Uno o dos días después los pre– parativos estaban en su apogeo; caballos, mulas, carretas fueron todos ¡puestos en servicio, y cuando al atardecer salí a dar mi acostumbrado paseo a caballo, observé que
casi todos mis balcones favoritos estaban vacíos .. Unos pocos Se engalanaban aún con sus bellas ocupantes, pero
el tono apologético de su "mañana", con que respondían a nuestro saludo, indicaba que ellas también alzarían pron.. to el vuelo en pos de sus compañeras.
Mis ocupaciones me detuvieron en la ciudad que, abandonada ya por una buena mitad de sus habitantes, languidecia en su desolaci6n, y no ~ue sino hasta el cu,.arto día cuando pude tomar parte en el,paseo. Eran cinco le.. guas hasta el mar, y esperamos casi hasta la caída del sol pata salir. Puamos por el barrio de Subtiava -desierto también, ya que el paseo es una tradicional costumbre in– dígena "de carácter semirreligioso- orillando un ameno riachuelo que lo enlaza, el que a trechos serpentea por en medio de altos zarzales, por entre los enormes árboles de la selva, o bien corre presuroso a través de extensos jica" rales, amarillos por la sequía. Seguimos adelante pa· sando aquí una rechinante carreta envuelta en una nube de polvo y llena de mujeres y niños, o de frutas ~ legum– brss, y alcanzando allá a un gru,po de caballeros, llevan– do cada uno por delante a una muchacha vistosamente
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