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cia el poder, o como "albatroses colgados del cuello del

Verdadero Conservatismo" tos que habrá que arroiar al

mar para que el conservatismo sea moralmente puro. Ahora, aunque yo eraD que el tren de razonamiento

contiene errores, -incluyendo un malentendido inicial de la doctrina Cristiana,- no veo la necesidad ni de argu–

mentar su validez, ni de comen!ar la curiosa transforma–

ción del conservatismo en el movimiento subversivo de

la Constitución Americana, y el que sea fomentado por métodos rayanos en la conspiración. Por razones políti–

cas, yo creo que b~sta hacer notar que el fin propuesto es

Uno que simplemente no puede alcanzarse

Bastaría un simple cálculo pata mostrar -lo que sin duda alguna es ~,erto-:", que no existe igle!iia en los Esta.. dos Un,dos que IpO$eil la fuerza numérica, la discípHna in– terna y los recursos intelectuales y financieros que se ne–

cesitarían para formar un "nuevo" Estado en Norte Amé–

rica. Y aun si -per ímpossibife- se encontrara un me.. dio de trascender las diferencias teoló9ic~s reales y vita– les y las inveteradas sospechas que dividen a Católicos y

Pr~t-estantes y sepllMn una de otra las iglesias Protestan– tes que todavía toman en serio el Cristianismo, la-s fuer– zas co~iuntas. serían insuficientes para producir la deseaR da transfórmación, excepto en el ilnprobable caso de, a) la conversión milagrosa de muchas gelttes que discier·

n~n que no eX~$te ~ntervención en las cosas de este mun R do por un ser sobrehumano, o, b) una c~tástrofe nacional que signifique tal pérdida de vida y deslrucci6n material que efectivamente aniquile. toda organización poUtica y

social de;ando el territorio libre de la pI esenci¡¡ de tropas nORCristianas, dej;mdo el establecimiento de la iglesia o iglesias en cues,tión relativamente intacto. En otras cir· cunstancias, seguramente, los proponentes de una igle. sia oficial, si suficientemente hábiles y enérgicos, pueden ejercer alguna influencia en nuestro futuro aliándose ellos mismos y procurando encausar para sus propios fines, otras fuerza$ de nuestro comple¡o poHtico. Pero en una semejante maniobra arriesgan cometer el error de los in– gleses Victorianos que -increíble parece ahora- se ima– ginaron que el Socialismo Fabiano era un medio de res– taurar en el poder a la aristocracia terrateniente. En po– Utica, como en física, la trayectoria de un cuerpo en mOR vimiento está determinada por la suma de todas las fuer· %as que actúan 'sobre él Sospecho fuortemente que si los te6cratas pudieran calcular los radies vectores de las varias fuerzas a las que sus ,propios esfuerzos podrían añaR di"rse, descubrirían que Etsfos esfuerzos podrían promover solamente I"In autoritarianismo fundamentalmente secular

y no haría más que contribuir con unos cuantos términos cristianos al vocabulario de un Hitler americano. Y es posible que, por ironía constante de la historia, sus &sR fuerzas sirvan precisamente para añadir el momento de

fuer~a necesario para el triunfo de la verdadera antitesis de la terrena IIc;ivitas Dei" que han planeado tan cui R dadosa"'enie.

El arpumento que he bosquejado arriba y he tratado de criticar obietivamente fue escogido simplemente como una conveniente y espedfica iluslració" de la facilidad con la que, en pensamiento politico, "Ia lógica conduce a los

abismos". Sería fácil multiplicar 10$ ejemplos, incluyendo_ las teorías que más enfáticamente prohiben al estado i.,

más ligera ínclinaci6n religiosa. Mi [punto es $impfernell,.

~G que nuestro pensamiento debe '5eg~ir a AristótelQs y

Tutfclides en vez de a Plat6n.

Al .urgir a los pensadores políticos conservadorés el

dar la espalda a las form~laciones metafísicas y encararae! () la~ arduas tareas dG medir y comprender hist6ricmente' las fuerzas que ahora operan en nuestra sociedad, no- p·re; tendo prede-cir que un~ tal investigación descubriría fj~

nalinente (asumiendo que puede hacerse con suficiE!nle objetividad para permlllr un consenso razonable en lo qÚa actualmente se observa), y -obviamentel- no puedo l1le.

nos que indicar por "l.

de ilustración la c1a~e de pregun. tas que necesitan contestarse.

Existe en la sociedad Americana una fuerza distinta' la que puede calificarse meior de centrÍopeta para evitar

error corrie-nte de identificarla con los fines ~ue corrien– temente usaba alc8nz;ar. Sus orígenes son indud.abl~'

mente compleios, eX'fe'ndiéndose quizás, desde el conce~

to Pelágico del hombre hasta una brizna de fe en la rifa. gia tribal, pero qué está manifiesto en el aparentetne~.

te simple concepto de un gobierno altamente centralizado~'

e ilimitado como un medio de legislar sobre virtud uni. versal. Políticamente es'a fuerza es inevitablemente ~ü:

toritaría, y en este sentido R. Aron y A. Dandieu estaban en 1,0 cierto, -en su "Decadencia de la Naci6n francesa" (1931)- al describir al' Fascismo como una "demostracl6n del espiritu ~meric8no", basando su iuicio en la Enmienda Décimaoctava de .Ia Constltuci6n de los Estados Unipos,Y fen6menos semeJantes. Económica v socialmente sin embargo, como el simple ejemplo de ia Prohibici6n bai,;

para recordarlo, la fuerza centrípeta no opera necésa,¡t

fente en favor de (os obietivos que generalmente se reU nocen como 105 de la Izquierda

Es verdad que en años recientes la fuerza centrfpe:fa . ha sido usada exclusivamente por' la Izquierda y tan ef~(.

tivamente que ahora es una generalizlci6n válida qUQ tGo. da centralización o aurrrento del ¡poder gubernamental .e.n cualquier nivel político automáticamente fomenta I~s prO", pósitos de la Conspiraci6n Comunista. Mas es 16gi~o qu. el poder centralizado, si de alguna manera fuera e¡ercido por los antiRcomunistas, podría ser usad9 en contra' db

la conspiraci6n; podrla arguirse que s610 t.' poe/er .~¡I.

el adecuado para suprimir a los criminales; y hay algu~o.l

observadores que están convencidos que la fuerza "ce" '

trrpeta

II

per se ll es irresistible. De todas maneras, ~I'

fuerza es una con la que tenemos que contar.

! '

Si 1" t~ndencia centrípeta es ambivalente, hay

1 d9':

fuerzas relacionadas COn la que la Izquierda se ha ccJitt5I.f tentemente desunido y a I~ que teme desesperadam~nte.

Yo creo que sería genfi!:ralmente concedido que bajó to– das las capas de sentimentaHdad y helada sofisterra con la que nuestras escuelas embadurnan las men'es de' SUS

víctimas, persiste un latente pero fuerte sentimiento,

nacionaliSMO Americano, el cual como sabedor de que I~

Estados Unidos son al menos potencialmente, una nacl6ri grande, poderosa y superior que puede distinguirse,;por

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