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« Previous Page Table of Contents Next Page »7)-Bajas sufridas: al-Por la Guardia.
b) -Por el enetuigo.
B)-Objetos capturados al enetuigo o
que éste capturó a la Guardia. 91-Mención honorifica para Oficiales,
Clases y Rasos, por excepcional valor
o arrojo, sangre fría o iniciativa.
10)-.Propiedad destruída: al-Por la
Guardia. bl-Por el enetuigo. (Dá– banse explicaciones concretas I .
11 ) -Artnas usadas por el enetnigo. 12) Cantidad de cartuchos y tuuniciones
gastados por la Guardia. Estitnación del gasto del enetuigo.
13)-Observaciones de toda índole. 14) -Datos o recotuendaciones que pudie–
ran servir de guía a nuevas opera–
ciones o pase por el sitio o lugar del cotubate y alrededores.
Gracias a ese Infortue, el Cuariel General del Area y de Managua, disponía, en cualquier tietupo, de todos esos detalles que, sólo así, es– critos, podían consultarse con SUIlla facilidad. De cada uno de tales infortnes podía inferirse, adetuás, cuándo una patrulla, por los resulta– dos obtenidos, bien por negligencia, descuido o incapacidad de un Cotuandante, había des– perdiciado su potencialidad de fuego, su posi–
ción ventajosa o desventajosa, o dejado esca–
par la tuejor oportunidad de asestar un golpe
decisivo a la fuerza enerrlÍga.
Cuando tuás satisfecho Ille encontraba por la caltua que, según el Servicio Especial de In– teligencia, gozaban los habitantes del Distrito
Militar de Somoto a mi cargo, cierta mañana
de los pritueros días de Enero de 1933, llegótue la noticia de un nuevo asalto sandinista cotue– tido por las fuerzas de José León Diaz contra la persona de un Médico y cotuerciante que, de San Marcos de Colón, huyendo de los ho– rrores de la guerra en que se debatía su país, Honduras, en siete bestias tuulares transpor–
taba sus pertenencias, incluyendo todo su ins–
trumental quirúrgico tuuy valioso, hacia la ciu– dad de Sotuoto, donde pensaba rehacer su vi– da y actividades profesionales, con toda cal– tua. Entre El Espino y SOtuoto, los sandinistas de Díaz, no le dejaron altuencionado profesio– nal tuás que la vida. Y ésto porque él se co– rrió a tietupo y no pudieron asestarle ningún tiro de los tuuchos que le hicieron.
EL LOQUITO Con una diferencia de dieci–
séis horas entre el asalto y la salida, Con los subtenientes Carlos Eddie Mon– terrey y Gonzalo Maros, al tuando de una pa– trula de 45 alistados, fuertetuente artuados y apertrechados de botubas de tuano, salí en persecución de los asaltantes El rastro que durante casi todo el dia de ellos se siguió, per– dióse al llegar a una hacienda llatuada MI– RAMAR en la que se tuvo que pasar la noche sin tuás novedad que una tenaz llovizna y frío intenso que a nadie pertuiiió dorIllir. El fuerte
viento que en todo IllOtuento azota a aquella.' hacienc;la quizá sea la razón que tuvieron Para. denotulnarle MIRAMAR. Porque, en realidad
allí no se mira ningún m.ar. A no ser que as:
quisiera llatuársele a la intnensidad de tierr~
de altura que se tuiran y se adtniran cundidas de pinos y que el viento al atropellarlos en su
afán de recorrer velozmente su rufa de eter~
nidad, produce el caracíerístico sonido del re– ventar de las olas de un encrespado tuar.
A pesar de haber perdido el rastro de la banda sandinista, con la patrulla resuelta a
encontrarlo de nuevo, al amanecer del siguien~
te día, después del desayuno, salí de MIRA. MAR rutubo Este atravesando aquellas tierras cundidas de jóvenes pinos desde donde la hu– mareda de tuuchos grisáceos y plateados nu– barrones presagiaban la pronta caída de una
lluvia tan pertinaz COtuO la de la noche ante–
rior
Según el declive, hacia el norte o hacia el Sur, ditninutos riachuelos de agua pura y cris– talina, corrían presurosos salpicando de hume–
dad vivificadora a sus com.pañeros los pinos
que, a su vera desenvuélvense enhiestos con
sus ramas vigorosas brindando sombra acoge~
dora a sus lechos.
Dos horas después de haber salido de Mi–
raInar, a eso de las nueve de la mañana, la
pahulla esiaba atravesando una tuontaña de
viejos pinos de enormes raI't'\BS Y troncos bo– rroñosos de los que, cual cortinajes del más
puro acabado, pendían guirnaldas de lada cla– se de planias parásitas, setuejando la naye
de una iglesia, olorosa a frementina de acote,
a fibra reseca de suelo alfotubrado, resbaladi– zo pero libre de tualezas.
Avanzar bajo aquela bóveda natural era algo que, efecíivatuente, recogía el ánimo. Por
éso, cuando al salir de la m.ontaña, cuarenf;i–
cinco Illinuios tuás tarde, la patrulla desde que
comenzó a descender un claro de poco más de
tuedio kilómetro de longitud, no pudo ver sino
hasta que lo fenía cerca, a un hombre regor–
dale que, en actirod tueditativa, sentado sobre una roca al borde de aquella especie de mira– dor, contetuplaba las dislantes serranías a su frente, tras las cuales ya parpadeaban algunos relátupagos. Ver al hombre y proceder de ID– medialo a lotuar las tuedidas del caso para cercarle y capturarlo, fue todo uno. El sujeto,
sin inmutarse, dejó que los dos prizneros guar–
dias se acercasen a él. Y sólo cuando el resto de la palrulla, cautelosatuente avanzando en fortuación de cotubate le tuvo rodeado, fue que Se puso de pie para pregunlar: ¿Qué de-
sean~ .
Él individuo aquel no parecía un campe–
sino. Por el contrario, su indumentaria era la
de un hotubre de ciudad: finos y lustrados zapatos, aseada catuisa y pantalón de casimir azul. Eso sí se notaba: su mirar era vago, in– deciso.
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